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“Ahhh, qué lastima,
mi gente. El tiempo se nos vino encima y esto se acabó”, decía Orlando Patiño Valencia al finalizar su programa de radio, Una hora con los solistas de la Sonora Matancera. Tal vez fue lo que pudo haber dicho este lunes 11 de octubre (quizá fue el domingo), su último día en esta Tierra: murió a los 72 años, en su casa.
Matancerómano, como lo conocían, celebró el sábado sus casi 60 años en la radio como locutor y narrador deportivo. Fue en un homenaje en una discoteca de Belén, contó su hermano Alberto Patiño. Llegó el domingo a su residencia, no contestó el teléfono ni mensajes. El lunes, ya preocupados, Alberto llamó a un negocio vecino y le contaron que estaban extrañados, no había abierto la ventana, como siempre lo hacía, ni puesto a alto volumen la música de Latina Stereo.
Cuando sus familiares entraron al apartamento estaba en la cama, sin vida. Muerte natural, precisó su hermano.
Orlando nació en 1949 en el barrio Campo Valdés de Medellín. Se hizo famoso por trabajar en Latina Stereo, donde presentó a los ídolos de la salsa. Aunque también narró partidos de fútbol, noticias y peleas de gallos. “Es más difícil que narrar fútbol. Debía aprenderme los términos: gallo corrido, gallo ciego, gallo tuerto, gallo emplumado...; leía el tiempo en el reloj de arena”, contó en un artículo para este diario en 2011.
Su papá, José de Jesús Patiño, también fue locutor, muy conocido por un personaje llamado Toñito El Gruñón. Le salía el nombre, porque era gruñón y malgeniado. Quizá eso hizo que no apoyara a su hijo, en principio, para que siguiera sus pasos.
A los 15 años, Orlando estuvo por primera vez en un noticiero en Radio Ya. El mundo al día. Si acaso se había despedido, “con la coordinación de Antonio Jurado Alzate”, cuando su papá lo llamó, que usted qué está haciendo ahí, le dijo. Le voy a demostrar que, respondió Orlando, que en la radio voy a ser más que usted. Y bueno.
La hermana de Orlando, Nubia, explicó en el artículo de 2011, que el papá no quería que el hijo siguiera sus pasos porque la popularidad era difícil de manejar, y podía llevar por el camino del licor y las mujeres.
Por supuesto que Orlando trasegó esos senderos: también fue bebedor y mujeriego. Igual caminó en la radio toda la vida. Dejó Radio Ya, trabajó en Todelar, volvió a Ya, estuvo en Radio Cristal y terminó en Latina Stereo.
El programa lo fundaron Paché Andrade y Orlando en 1971, se llamaba Una hora con la Sonora. Pati, como también le decían sus más cercanos, lo hizo hasta sus últimos días. Viviana Álvarez, la directora de Latina Stereo, cuenta que ya estaba un poco impedido por una fractura de cadera que había tenido, así que los últimos programas los grabó desde su casa. Los pregrababa y los enviaba, y los pasaban a las 2:00 de la tarde, sin falta. Orlando decía que saludaba desde su penthouse, y el penthouse, dice Viviana, era una casa sencilla por La Minorista que se volvió su cabina de grabación.
Sus amigos eran sus oyentes. Su relación con quienes lo escuchaban no era de alguien que estaba detrás de la radio, a lo lejos. Él rumbeaba con ellos, los recibía en su casa, recuerda la directora de la emisora. Así que lo llevaban, lo traían, le daban aguardientico, comida. Los oyentes le regalaban cosas, y a él le fascinaba. También los artistas. Celina, la cantante de Celina & Reutilio, le dio un reloj que no se quitó nunca, ni para bañarse.
Julio Restrepo, salsero y locutor en Latina Stereo, dice que Orlando es la historia de la música tropical en Medellín. Además de locutor fue empresario, amigo personal de los grandes de la Sonora. Fue el primer locutor de la emisora, porque no había franja hablada, solo música, y él estuvo en las primeras pruebas, cuando empezaron a hablar. Para Restrepo el programa de Orlando, hace cuentas, es el más antiguo que hay en el país. Fueron 36 años de Pati en él, aunque en la radio cumplió 50.
Matancerómano era dicharachero, alegre, le gustaba la bohemia y la buena música. Le gustaba el trago, las fiestas. En los conciertos se montaba a la tarima a presentarlos. Le gustaba el zapato blanco, usar sombrero grande.
Llegaba a cabina una hora antes (cuando iba a cabina), se tomaba un jugo de fruta, cualquier fruta, se echaba la bendición antes de iniciar el programa y luego saludaba: “Buenas tardes, mi gente, ¿qué tal? Vamos a presentarles una hora con los artistas de la salsa matancera, Orlando Patiño, con licencia 6535 comunicaciones”. La semana pasada se ganó un chance con ese número: cinco millones de pesos.
Saludos para todos los matancerologos, diría Orlando. Anécdotas, dice Julio, son las que quedan. ¡Aaaaahhhhh, qué lástima, mi gente... esto se acabó!