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¿Escribía Platón literatura de autoayuda?

  • En un mundo en el que hay malestar psicológico, los libros de superación personal son más populares que visitar al terapeuta. FOTO SSTOCK
    En un mundo en el que hay malestar psicológico, los libros de superación personal son más populares que visitar al terapeuta. FOTO SSTOCK
02 de diciembre de 2018
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Aristóteles, Cicerón, Platón, Marco Aurelio... Ellos escribieron libros en los que su gran ambición era ofrecer a los lectores ideas que los llevaran a la eudaimonía, una especie de felicidad o realización, o a la ataraxia, es decir, al no sufrimiento.

Indagar y escribir por el bienestar y rehuir del dolor no es algo nuevo. El filósofo y matemático Bertrand Russell publicó La conquista de la felicidad. Tiempo atrás ya lo habían hecho el pensador estoico Marco Aurelio, que dejó parte de sus ideas en Meditaciones, y el orador romano Séneca, autor De la ira.

Estas obras son citadas por escritores de libros de autoayuda, así como mencionados por algunos de ellos como los primeros de este género literario.

Sin embargo, estos filósofos antiguos en ningún momento tenían la intención de proveer una educación emocional (ver abajo Para saber más), según sostiene Ricardo Andrade, decano de la facultad de psicología de la Universidad San Buenaventura y un estudioso de los textos filosóficos griegos.

“El objetivo de los estoicos, por ejemplo, era ser dueños de su vida, cuidar de sí mismos, dominarse y vivir una vida de la forma más bella posible” enfatiza el también doctor en psicología.

¿Alguna conexión?

Estos planteamientos, para algunos, pueden sonar al mismo discurso que se encuentra en los libros de autoayuda y esto, en parte, se debe a que este género literario “populariza conceptos de riqueza teórica sacándolos de contexto”, aclara el especialista de la San Buenaventura.

Aunque los estantes de las librerías que tienen la etiqueta de psicología están llenos de libros de autoayuda, estos científicos sociales quieren dejar claro que esta no es psicología y que como continua diciendo Andrade, “en términos de la psicoterapia la idea de que alguien puede ser su propio terapeuta es falsa; así como en la Grecia clásica nadie podía ser su guía, porque hace falta un otro para interactuar”.

En contraste, el psicólogo y exitoso escritor de libros de autoayuda Walter Riso asegura que sus libros son una forma de llegar a más gente que está sufriendo: “Cada vez que voy a dar una conferencia, que hago firma de libros en las ferias, se me acerca la gente, me agradece y me dice: ‘Sus libros me han servido’”. Se lo dijo a este diario en una entrevista a finales de 2017.

Incluso el popular portal norteamericano, que busca desarrollar la inteligencia emocional, The book of life, compartió el ensayo Por qué los libros de autoayuda son importantes, en el que argumenta que “no es un insulto describir tales obras maestras como libros de autoayuda. Es una manera de identificar correctamente sus ambiciones, que son para guiarnos lejos de la locura hacia vidas más sinceras y auténticas. Tales trabajos nos muestran que la autoayuda no debe ser una tarea marginal de baja calidad: el deseo de guiar y enseñar sabiduría es el núcleo de la escritura ambiciosa”.

En ese sentido, para algunos psicólogos como Riso es común usar obras maestras como la de los griegos en sus libros de autoayuda. Otros creen que cada obra debe leerse en su contexto “y los griegos aún no hablaban de emociones, ellos no pretendían ofrecer educación emocional a sus lectores, sus intenciones eran otras”, precisa Andrade.

El psicólogo investigador de la San Buenaventura, Juan Camilo Arias Castrillón, señala que hay personas con estados mentales adecuados que pasan por pequeñas crisis y “algunos de estos libros podrían ayudarles a recordar recursos psíquicos olvidados, pero lo más recomendable será hacerse cargo de sí mismo a través de ayuda terapéutica”.

Esas cosas de sonreír

Científicos de la Universidad de Berkeley en California se han dedicado a crear un departamento que estudia la ciencia de la felicidad, “porque esta tiene componentes biológicos en los que se ven envueltos neurotransmisores como la dopamina, serotonina y oxitocina, así como consecuencias a nivel físico y psicológico”, según cuenta Laura Restrepo, psicóloga clínica que estudió en uno de sus programas a distancia.

Andrade sabe que la felicidad sí puede estudiarse desde una perspectiva científica y reconoce que el trabajo de Berkeley no busca el triunfo de la economía sino que propone la felicidad como un estado ideal en el que se tiene cierto nivel de satisfacción.

Esto siempre en contraste, como proponía el psicoanalista Sigmund Freud; es decir, entender la felicidad como un estado transitorio que se contrasta con el dolor o la tristeza, por ejemplo.

Restrepo agrega que algunas de las conclusiones a las que han llegado en Berkeley es que “las personas pueden aprender a ser más felices y a vivir una vida con mayor equilibrio si aprenden primero a conocerse a sí mismas”.

Y que aunque en esta prestigiosa institución argumentan que la felicidad no es igual para todos, sí reconocen que “hay componentes comunes a todos como las conexiones sociales, la salud mental y física, los vínculos afectivos, la gratitud, la compasión hacia sí mismos, la atención plena en el momento presente y la sensación de que la vida tiene sentido y vale la pena”.

Además señalan que hay que reconocer qué es lo más importante individualmente para mantener un bienestar psicológico, “que el estado de felicidad no esté exento necesariamente de emociones como la rabia, el miedo y la tristeza, sino que encuentre un balance con el amor, la compasión y la capacidad de asombro”, agrega Restrepo.

Incluso crearon un curso de ocho semanas acerca de la ciencia de la felicidad para iniciar el camino de la búsqueda de la mano de expertos psicólogos con doctorados en psicología clínica, desarrollo humano y vínculos afectivos.

No obstante, el peligro aquí es el mismo que parece derivarse de la compra masiva de libros de autoayuda. En este tipo de literatura, dice Andrade, “se combinan conceptos de filosofía, ingeniería, administración y algo de psicología con un fin instrumental: ser más inteligente, rendir más en el trabajo, ser más interesante... Cuando eso debería ser consecuencia de un dominio propio”.

Esta mirada utilitarista es la que genera temor en la comunidad de científicos sociales sobre el mal uso por parte de quienes se aprovechan de la popularidad de los términos que se estudian en Berkeley y en general en la psicología positiva y la ciencia de la felicidad.

“Esta se ha vuelto un objeto de consumo y la cátedra podría tergiversarse y usarse de mala forma para seguirla vendiendo como un producto más”, dice el psicólogo Juan Camilo Arias Castrillón.

Aunque la ciencia está reconociendo la importancia de estudiar el espíritu y cómo al cultivarlo sí contribuye exponencialmente a la felicidad y al bienestar, muchos siguen creyendo que esta es el estado natural humano por excelencia.

Como el mercado la ha promocionado como una forma específica de ser, “muchos creemos que si no estamos siendo felices, entonces hay algo mal en nosotros y esto, paradójicamente, empieza a ser la causa primordial de nuestra infelicidad”, puntualiza Restrepo.

Tanto quienes escriben libros de autoayuda como quienes promueven un trabajo “uno a uno”, es decir individualizado y con acompañamiento profesional, coinciden en que la clave para salir del laberinto en el que se adentran quienes se sienten perdidos es el autoconocimiento.

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