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La travesía de Onon al sur de África
Por primera vez se registró un viaje de 26.000 kilómetros que hizo un cuco común para sobrevivir al invierno de Mongolia.
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El cuco común Onon comenzó su regreso desde Zambia el 20 de marzo de este año. Llegó el 27 de
mayo a Mongolia.
FOTO cortesía mongolia cuckoo project -
Así es el cuco común. FOTO getty -
El cuco americano ( Coccyzus americanus) es uno de los que migran al Valle de Aburrá. FOTO wilmer quiceno -
El cuclillo piquinegro ( Coccyzus erythropthalmus) también migra y se ve en el Aburrá FOTO MARY TORRES
23 de julio de 2020
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La luz del sol es cada vez más escasa y las corrientes de aire se comienzan a enfriar. Hay que comerse cada gusanito, cada insecto y cada pedazo de fruta; por más pequeños que sean sirven para alimentar ese tanque que poco a poco se llena para una travesía a otro continente.
El invierno se acerca y esa es una de las señales que las aves migratorias, que representan el 51 % de las especies de aves registradas en el mundo, según el estudio Reconstrucción de los orígenes geográficos y climáticos de las migraciones de aves a larga distancia (2019), leen de su entorno antes de partir a un clima tropical. Un lugar donde no haga tanto frío y haya suficiente comida para ellos y sus hijos. En ese momento los polluelos deben estar bien alimentados, ser capaces de volar hasta otro país u otro continente. Eso depende de la especie.
La pregunta de qué tan lejos pueden migrar ha rondado en la cabeza de los investigadores de las aves un buen tiempo. Recientemente, gracias a la tecnología, se rastreó la travesía de Onon, un cuco común (Cuculus canorus) de Mongolia que migró hasta el sur de África: en casi un año hizo un vuelo redondo de 26.000 kilómetros, 27 cruces fronterizos y 16 países. Salió el 8 de junio de 2019 y regresó el pasado 27 de mayo (ver Gráfico). “Es una historia de migración fascinante y en términos de distancia esta es la más grande registrada hasta el momento”, dice María Ángela Echeverry-Galvis, directora de la maestría en Conservación y uso de Biodiversidad de la Universidad Javeriana.
Sin Waze ni Google Maps
El largo viaje de Onon asombró a científicos y aficionados a las aves, que pudieron seguir su recorrido gracias al Mongolia Cuckoo Project. Fue una colaboración entre 7 investigadores (tres del Centro de Ciencia y Conservación de la Vida Silvestre de Mongolia, uno del British Trust for Ornithology, uno de Birding Beijing, en China, y dos científicos independientes del Reino Unido y Bélgica). Pusieron transmisores con geolocalización, que se ven como una pequeña maleta en los lomos de 5 cucos. Según se lee en el sitio de la British Trust for Ornithology, los dispositivos pesan menos de 5 gramos para no afectar el vuelo de estas aves y tienen un panel solar para recargar las baterías del transmisor. Los cucos comunes migran en solitario, según esta organización, y la idea era alimentar un sitio web con las paradas y recorrido de cada uno. La emoción por la travesía fue tal que un seguidor del proyecto en India fue hasta un lugar donde se registró una parada de Onon y envió una foto para mostrar que era seguro.
De los 5 cucos, solo se pudo rastrear el regreso de Onon. Su nombre significa “después del río local”, y fue elegido por estudiantes la escuela de Khurkh, en Mongolia, cuando los miembros el equipo del proyecto fueron a contarles de la idea y a pedirles que escogieran el nombre de las aves que rastrearían.
Aunque el regreso de Onon lo hizo famoso, su compañero de la misma especie Bayan no se quedó atrás, se tiene registro de su retorno hasta Yunnan, en China, donde se cree que murió de agotamiento o fue cazado. De los otros, Namjaa, Nomad y Capitán Khurkh, dejaron de recibir señales en el regreso y los investigadores no están seguros si fue por fallas en el dispositivo o porque murieron.
La idea la puso en marcha el economista ambiental Terry Townshend, quien trabaja en conservación de la vida silvestre en China. Se encargó de encontrar los pares investigadores, recaudar fondos para pagar el proyecto y actualizar el sitio web con las rutas de los cucos y sus paradas.
No sabía si el experimento funcionaría, pero su pasión es mostrarles a la personas las maravillas de la naturaleza “y el seguimiento de las aves migratorias es una gran manera de hacerlo”, le contó Terry a EL COLOMBIANO. “La gente se sorprende cuando se entera de los viajes de las aves y espero que eso les lleve a considerar más la naturaleza en sus vidas, y a pensar en los lugares que estas necesitan, no solo para reproducirse sino también para hacer las paradas necesarias antes de llegar a su destino”.
En un viaje de casi un año, como el que hizo Onon, es imposible tener combustible para volar sin parar. Terry explica que las orugas son la comida favorita de los cucos comunes, porque están llenas de energía y les permiten sobrevivir a los trayectos sin comida, por ejemplo, cuando cruzan el Mar Arábigo o el Desierto de Gobi. Ahí está otro detalle que sorprende de esta travesía: que aves aparentemente tan pequeñas y desgarbadas puedan volar distancias de esa magnitud.
El esfuerzo se nota cuando llegan a su destino. Andrés Cuervo, PhD. en Sistemática, Ecología y Evolución de aves, cuenta que ha tomado aves migratorias en sus manos después de un viaje y están tan desgarbadas que no tienen grasa bajo la piel.
No todo es reserva de energía, Andrés dice que para ellas las paradas en el viaje, que suelen ser lugares con reservas hídricas para consumir alimento y acumular energía en forma de grasa, son fundamentales. Onon se podía quedar tres o cinco días en un lugar, se lee en la web del proyecto. Él las compara con las entradas a pits que se hacen en las carreras de la Fórmula 1: ahí descansan, se reponen y alimentan un poco para continuar.
Sin embargo, el desequilibrio en los ecosistemas ha causado problemas para que las aves puedan reponerse en las paradas. La investigadora María Ángela señala que la mala visibilidad, causada por la contaminación del aire, puede influir en que las aves decidan un día no volar, y eso es una dificultad porque atrasa su llegada al destino final. También los problemas de deforestación, los fenómenos de lluvias, tormentas eléctricas y otras alteraciones a los ecosistemas y el clima pueden hacer que un pájaro se pierda del grupo o sencillamente no llegue y se muera en el camino (ver Anécdota).
¿Pero cómo hacen los cucos para saber hacia dónde ir? y ¿cómo no se chocan con las aves de las diferentes rutas migratorias? Cuervo, que actualmente es profesor y curador de ornitología en el Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia, enfatiza en que, dependiendo de la especie, las aves tienen instrumentos para orientarse: con el campo magnético terrestre, la disposición de las estrellas en el cielo, las pistas del paisaje— como ríos y montañas— y hasta el olfato. Esas señales de la Tierra son las que le muestran dónde está el clima tropical que necesita. Por ejemplo, la luz del día dura en estos lugares que donde se vive un intenso invierno.
Migrar para quedarse
Ya en su destino, en Zambia, Onon se paseó por lugares paradisíacos a su antojo. Estuvo ahí una temporada de cuatro meses, aproximadamente, comiendo insectos y tomando el sol del clima tropical. Antes de comenzar su regreso, el 20 de marzo de este año, fue al Lago Malawi, un gran afluente africano que pasa por el país que lleva su nombre, Tanzania y Mozambique, según se registró la web del proyecto.
Pero no todas las aves migratorias van a lugares inhabitados, de hecho, mientras usted lee esto, en zonas de Bogotá, Bucaramanga, Villavicencio y otros lugares de Colombia debería estar la tijereta sabanera (Tyrannus savana), que viene desde el Cono Sur de América y se queda en el clima tropical del país, cuenta Valentina Gómez, estudiante de doctorado en University of Illinois en Chicago e investigadora de la asociación Selva.
Otras también llegan en diciembre, huyendo del invierno de Estados Unidos y Canadá, y se ven en Medellín. El observador Víctor Hugo Quiroz Herrera, uno de los autores del libro Guía Fotográfica de las Aves del Valle de Aburrá (2018), explica que se han registrado 71 especies migratorias en el Aburrá.
Algunas tijeretas sabaneras, conocidas por su llamativa cola, han decidido quedarse a vivir en Colombia. Evidencia de eso está en una investigación liderada por Valentina y reseñada en el artículo Speciation Associated with Shifts in Migratory Behavior in an Avian Radiation, publicado el pasado 6 de abril en la Revista Current Biology.
Ahí se muestra que hay cambios en el comportamiento migratorio de algunas aves, y que gracias a que ciertas tijeretas no regresaron al sur de América, sino que se quedaron a reproducirse en el Vichada (donde Valentina centró su estudio en Colombia), se están originando nuevas especies de este tipo de aves en el país.
Ya sean como Onon, que regresó a Mongolia, o las tijeretas que siguieron Valentina y otros investigadores en América hasta comprobar que se quedaron y reprodujeron en el oriente colombiano, su comportamiento tiene particularidades de las que se puede aprender.
En palabras de Terry: “Nos enseñan que el mundo está interconectado y que la naturaleza no reconoce fronteras. Para estas aves, el mundo es un solo lugar y se mueven para aprovechar la disponibilidad estacional de alimentos. También que estas aves son compartidas por los países que cruzan, y si nos preocupamos por ellas y queremos protegerlas, debemos trabajar juntos a través de las fronteras para proteger los lugares que necesitan”.
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