Para bien o para mal, los líderes políticos y los de otros ámbitos –mediáticos, artísticos, sociales– son los referentes de amplios sectores de población para formarse una visión de la realidad. Y ya no lo hacen con amplios discursos, ni con sesudos escritos, sino en cápsulas de 280 caracteres –cuando más– en las que abundan epítetos, adjetivos y superlativos. Muchos de ellos consideran que mientras más carga de insultos contra el contrario lancen, contra el que piensa de otra forma, más efectivo el mensaje. Pero solo logran enquistar el odio y enturbiar la razón
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