No pueden desconocerse los avances logrados en la defensa de los derechos de la mujer. Los alcances son notorios en materia legislativa, política, cultural, académica, deportiva y en pro de su protagonismo en la vida del país.
No obstante, ni más leyes ni más secretarías especializadas ni más inversión pública ni más programas parecen suficientes para frenar la violencia contra las mujeres. Este flagelo es estructural y deriva en consecuencias espantosas sobre su vida, hasta llegar, incluso, a la muerte de numerosas mujeres en Medellín y el país, por una larga cadena de sinrazones.
Así lo demuestra el último estudio sobre Violación de derechos humanos de las mujeres en Medellín, realizado por las corporaciones Vamos Mujer y Mujeres que Crean, instituciones que llevan más de 13 años haciendo este tipo de investigaciones en pro de la defensa de la mujer.
El informe trae pocas cosas para celebrar y muchas para pensar y corregir, no solo con acciones cortoplacistas que llevan a protagonismos relámpago a la mujer y consuelos tontos a la sociedad, sino con proyectos de fondo que rompan una estructura patriarcal, en la que impera la autoridad masculina, (padre o marido) sobre la subordinación de las mujeres y la dependencia de los hijos e hijas.
Las cifras del informe, aunque no faltará autoridad que se vanaglorie porque descendieron los feminicidios o algunas violaciones con respecto a otros años, son aterradoras. Más si se tiene en cuenta que fue en sus propios hogares donde las mujeres recibieron los peores atropellos.
Los protagonistas de la violencia en su contra vuelven a ser los mismos: padres, padrastros, tíos, hermanos, vecinos y “amigos”, quienes son señalados como homicidas, violadores, maltratadores, secuestradores, intimidadores...
Los datos son solo subregistros, toda vez que la mayoría de los casos, que se presentan en todos los estratos sociales, ni siquiera se denuncia.
Según el informe, en 2014 1692 mujeres fueron objeto de delitos sexuales, la mayoría dentro de sus residencias, 99 casos más que en 2013. En ese mismo lapso hubo 3843 casos de violencia intrafamiliar contra mujeres, los cuales superaron a los revelados por los hombres que fueron 750.
El acoso sexual fue el delito más denunciado por las mujeres, hecho que se volvió en la ciudad una suerte de “práctica normal”.
En escenarios de conflictos como los que enfrentan algunas comunas, el cuerpo de la mujer fue blanco de humillaciones, secuestros, intimidaciones, botín de guerra, sevicia y retaliaciones. La violencia generada desde las redes sociales impacta sobre todo a adolescentes, trata de personas y la explotación sexual.
El desafío frente a la problemática pasa por construir estrategias que rompan esa subordinación y opresión de las mujeres, por lo general, consecuencia de las distintas representaciones sociales y culturales que hay sobre la mujer en el país, las cuales son alimentadas y masificadas, en buena medida, desde los medios de comunicación.
Hay que romper visiones que hacen ver a la mujer como propiedad del hombre y de su familia; como un símbolo sexual, un muestrario para exhibir todo tipo de mercancías y otras funciones vanales, lo que la aleja de tener un sitio propio en la vida, y, de paso, “autoriza” al hombre y la sociedad en su conjunto a maltratarla, golpearla, humillarla y hasta matarla.