La Unión Europea, desde su sede en Bruselas, está preocupada por el apoyo que muestra un frente amplio de países latinoamericanos a Putin y su decisión de invadir Ucrania. Y es tal la preocupación que Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, ha aprovechado su gira de seis días por América Latina para tocar este tema y dejar claro quién es el agresor en esta guerra.
El llamado bloque prorruso se ampara en tesis antiimperialistas totalmente sesgadas, porque las aplican para Estados Unidos y la Unión Europea, pero no para Rusia o China. En general, son gobiernos que evitan en muchos casos responder de qué lado están, haciendo malabares para defender la territorialidad de las naciones democráticas, pero sin herir la sensibilidad del “amigo” ruso. Entre este grupo de neutrales y equidistantes se encuentran Brasil, Argentina, México y El Salvador, cuyos gobiernos han dado respuestas ambiguas cuando se les plantea el tema.
Los viajes a Moscú de Bolsonaro y Alberto Fernández antes de que estallara el conflicto —en el caso del primero, para demostrar que no está aislado, y en el del segundo, con la intención de ampliar mercados comerciales con Rusia— los dejaron en posiciones bastante comprometedoras. Mientras tanto, Andrés Manuel López Obrador, coherente con su estilo, se ha dicho y desdicho en numerosas ocasiones hasta llegar por fin a clamar por la paz y pedir la resolución pacífica del conflicto. Y Nayib Bukele, inmerso en conflictos de violencia con las infames maras y a la deriva en muchos asuntos internos, también ha optado por una supuesta postura neutral que la realidad de la guerra ha demostrado insostenible.
Por otro lado, está el eje revolucionario que conforman Cuba y Nicaragua, al que se ha sumado Bolivia, que han manifestado su apoyo claro y directo al aliado ruso tanto en votaciones como en declaraciones de sus líderes. Su identificación con las tesis rusas y su dependencia en muchas áreas de la ayuda de ese país los convierte en aliados naturales. Habría que preguntarles por su reacción en un escenario hipotético en el que Estados Unidos asumiera una postura invasiva semejante.
Ahora bien, encabezando el apoyo rotundo al Kremlin desde este lado del mundo, destaca Venezuela. Nicolás Maduro se ha convertido en el altoparlante que repite argumentos que hablan de “desnazificar” a Ucrania, de que Occidente quiere desmembrar a Rusia o que el mundo necesita humanistas de la talla de Putin, gran defensor del derecho a la paz y la dignidad, según sus palabras. Es tal la publicidad que le hace que en uno de los barrios convertidos en bastión de los chavistas en Caracas ya hay un mural en el que el presidente ruso comparte protagonismo con Hugo Chávez.
Y ya como colofón, aunque de Maduro se puede esperar cualquier desvarío verbal, llegó a decir con total ironía que Venezuela podría replicar la operación rusa en Colombia. Un comentario entre burlón y amedrentador que no deja de ser inquietante.
Así las cosas, Borrell tendrá que empeñarse a fondo para explicar alto y claro durante su visita quién inició este ataque injustificado y por qué hay que dar todo el apoyo posible a un país independiente como Ucrania, que ha sido atacado debido a las veleidades de un exmiembro de la KGB que funge de líder de toda una nación.
Afortunadamente, la mayoría de los países de América Latina ha asumido una posición firme que condena la invasión a Ucrania y la violación de su soberanía. Empezando por Colombia, que ha sido clara y firme en su postura desde el inicio del conflicto, y siguiendo con Ecuador, Perú, Paraguay, Chile, Uruguay, Panamá, Costa Rica y República Dominicana. Es que el tema de una guerra no debería estar tamizado por ideologías de izquierda o derecha, sino por el uso del sentido común, y la aplicación de una defensa acérrima del ser humano por encima de cualquier otro interés
