Luego de que, para el periodo enero-diciembre, desde 2014 las exportaciones totales del país presentaran variaciones negativas, en 2017 se registró, con respecto al año inmediatamente anterior, un incremento del 19,0 por ciento.
Así las cosas, el valor del total de exportaciones pasó de 31.756,8 millones de dólares en 2016 a 37.800,1 millones el año pasado.
Este resultado constituye una buena noticia, pues al reducirse el déficit de la balanza comercial, se favorece la recuperación económica y se facilita el manejo de la política macroeconómica.
En 2017, los cuatro grupos que conforman el sector externo presentaron crecimientos positivos.
El mayor aumento (32,4 por ciento) se presentó en el grupo de combustibles y productos de la minería. A este le siguió el de otros sectores con un incremento del 15,7 por ciento. Por su parte, las exportaciones agropecuarias aumentaron 7,2 por ciento y las industriales lo hicieron en 2,4 por ciento.
Dado que las exportaciones de oro constituyen el 99 por ciento de las ventas externas del grupo de otros sectores, se tiene que son las actividades minero-energéticas las que mayor aumento presentaron y, dado su alto peso en las exportaciones totales, las que más contribuyeron a su crecimiento.
El mayor incremento en este grupo respondió, esencialmente, al alza en el precio de las materias primas y, muy especialmente, de las cotizaciones externas del carbón y el petróleo, pues en 2017 la producción doméstica de ambos bienes cayó.
Con este resultado, la participación de los productos minero-energéticos en el total de exportaciones pasó del 54,7 por ciento en 2016 al 60,1 por ciento el año pasado. Con esto se aumenta la dependencia del sector externo colombiano del ciclo de precio de las materias primas.
Esta situación hace que la recomposición de la canasta exportadora que se venía presentando en los últimos años a favor de las exportaciones agropecuarias e industriales sufra un revés, ya que la participación de estas cayó del 45,3 por ciento en 2016 al 39,9 por ciento en 2017.
Desafortunadamente, y a pesar de la devaluación del peso, de la mejora en el entorno externo y de las políticas gubernamentales (que han sido tímidas y poco contundentes), durante los últimos años el avance de las exportaciones no tradicionales ha sido limitado.
En 2017, que representa el mejor desempeño desde 2011, el crecimiento de este grupo de exportaciones fue del 6,6 por ciento.
De esta forma, la canasta exportadora del país no sólo tiene una alta participación de las materias primas minero-energéticas, sino que esta se concentra en bienes tradicionales y con un bajo nivel de transformación y sofisticación.
En el caso, por ejemplo, de las exportaciones agropecuarias, el grueso de las mismas corresponden al café, el banano, el azúcar y las flores. Algo parecido ocurre con las industriales.
Como se ha señalado en estas páginas editoriales, Colombia no puede repetir la historia reciente de afectar seriamente el aparato productivo nacional a cuenta del auge de los precios de las materias primas.
Dados los potenciales de crecimiento que el país tiene en sus sectores productivos y de servicio, se debe asegurar un desarrollo equilibrado entre las diversas actividades, incluidas las minero-energéticas.
Para ello, la política gubernamental debe darle mayor prioridad al sector exportador (indiscutible fuente de crecimiento y bienestar) y más ahora que la economía global y el comercio internacional presentan una inusitada aceleración.