Un área por la cual atraviesan a diario más de 1 millón 300 mil visitantes y donde se congregan unas 20 mil empresas de todos los niveles y modalidades, además de generar riqueza es el sitio más vivo y palpitante de la ciudad. Se trata del Centro, la Comuna 10 La Candelaria, que enfrenta problemas de toda índole y que requiere un plan de intervención urgente.
Aunque los últimos 25 años, Medellín pasó de ser una ciudad monocéntrica a una policéntrica, con sectores clave de desarrollo residencial, comercial y de servicios en sus diferentes puntos cardinales (La Mota, La 65 Castilla, El Poblado Milla de Oro, La 45, Ayacucho Buenos Aires), no es menos cierto que su centro histórico sigue siendo esencial para la vida comunitaria.
Por muchos años aquella zona estuvo abandonada a su suerte. No han sido suficientes los 15 años de este milenio para aliviar un territorio que ha sido el predilecto de la delincuencia común y organizada. Fenómenos como la extorsión, el hurto, el fleteo, el microtráfico, la prostitución y la indigencia son algunos de sus lunares permanentes.
En torno al Centro se genera una gran presión delincuencial debido a la millonaria dinámica del comercio formal e informal. Allí se generan, según Fenalco, 250 mil empleos, pero a ello puede agregarse una extensa gama de subempleos y actividades ilegales.
El Centro no solo arrastra los problemas de seguridad descritos. Mientras que otras áreas de Medellín se convirtieron en el nicho de grandes obras de infraestructura y renovación del mobiliario urbano, algunos puntos de la Comuna 10 cayeron en una depresión lamentable, varios de ellos asociados incluso al patrimonio histórico, cultural y arquitectónico.
Se trata de fajas de terreno privilegiadas y con gran potencial para renovar y ampliar la oferta de vivienda y locales. El Centro de Lima, en Perú, por ejemplo, estuvo hasta hace 20 años en el abandono, pero su dirigencia, luego de entender los valores que acumulaba decidió recuperarlo y retornarle su dominancia en el mapa urbano.
Eso esperamos de Medellín ahora que el nuevo Gobierno Municipal anuncia un plan maestro de intervención, para que sea un espacio amigable, seguro y próspero. Hay que sanar ese nervio central de la cultura ciudadana que es el Centro, tan polifacético.
Los frentes problemáticos se amplían a la contaminación por gases y ruido, la más alta del Valle de Aburrá, de acuerdo con informes oficiales. Hay una movilidad caótica que requiere un rediseño a fondo de sus rutas vehiculares y peatonales, por supuesto con inversión en vías y aceras y la reubicación y orden de las ventas ambulantes, para que la solución no sea de corte policial-represivo sino mediante estrategias concertadas de instalación y formalidad paulatina.
Un capítulo especial es el de la prostitución, hoy con ribetes de un gran negocio de proxenetas (que explotan adultos y menores) asociados a las grandes ligas de la delincuencia en el Centro.
Podríamos enumerar una larga lista de otras discusiones en torno a la Comuna 10 (usos del suelo, estándares de calidad constructiva, restricciones al ingreso de vehículos, aumento del espacio público para la recreación y la cultura), pero por lo pronto el foco está en reconocer su significado mayúsculo y la prioridad que debe dársele dentro de los desarrollos urbanos prioritarios para estos cuatro años de gobierno que comienzan.