Igual que ocurre con el tío que se pone pesado en las fiestas y por eso uno prefiere no asistir a aquellas donde él estará, hay que superar el temor inicial que produce la presencia de Adam Sandler en el reparto de “Los Meyerowitz” para disfrutar a través de Netflix, el estudio-productora-plataforma que la estrenó en el Festival de Cannes de este año con gran polémica, de una de las mejores comedias sobre familias disfuncionales (¿qué familia normal no lo es?) del cine estadounidense y una muestra fehaciente de la evolución y madurez como guionista y director de Noah Baumbach, quien ya había dado avances de su talento en películas que se estrenaron en Colombia como “Historias de familia” o “Mientras somos jóvenes”. Adam Sandler, en este caso, por increíble que suene, es una de las mayores cualidades que tiene la cinta.
La habilidad como guionista de Baumbach queda clara al mirar el momento en la vida de sus personajes que escoge para enmarcar la historia y en la forma que encuentra para contarnos el pasado de los mismos, sin apelar a las obviedades que películas más convencionales habrían utilizado. Harold Meyerowitz, el patriarca del clan, encarnado con enorme gracia por Dustin Hoffman, no ha aceptado nunca que el poco éxito que ha tenido en su vida como artista plástico se deba a algo distinto que a la ignorancia del resto del planeta, y esa actitud en la que todo es culpa de los demás, ha influido también en las relaciones que ha construido con sus hijos, Danny, Matthew y Jean, que son, ahí parados, como quien no quiere la cosa, tres dimensiones de la tristeza: la de la angustia existencial profunda, que necesita gritar para soportar la vida; la de la intensidad en el trabajo que se usa como distractor del desespero, y la del mutismo que funciona como coraza.
Aparte de Adam Sandler, tanto Ben Stiller como Elizabeth Marvel le sacan el jugo a los personajes que Baumbach escribe para ellos, dándoles dimensiones profundas a momentos tan cotidianos como el cuidado de un familiar enfermo en una clínica o una pelea entre hermanos que termina a los puños. Todo podría ser intenso y doloroso, pero el balance se alcanza con la inclusión de Eliza, la hija de Danny, (interpretada por Grace Van Patten, una indudable estrella en ascenso) que es de alguna manera el factor capaz de poner de acuerdo a esa tropa de casos clínicos que son su papá, sus tíos y su abuelo.
Como ocurre con las buenas comedias, por exageradas que parezcan las situaciones, remiten a momentos que el espectador ha vivido, y que le permiten identificarse con este o aquel personaje. Los Meyerowitz somos ustedes y yo. El hermano que nunca nos había confesado una tragedia que vivió. La hija de la que estás orgulloso y desafía lo que tenías pensado que sería su futuro. El hijo que se rebela demasiado tarde. Las oportunidades perdidas. La ausencia y la ironía.
Quienes se opusieron a que “Los Meyerowitz” se estrenara en Cannes también tenían algo en común: no la habían visto.