¿En qué bifurcación de la ruta perdimos al amor de nuestra vida? ¿Qué paso que pudimos no haber dado, fue la causa primera de nuestra desgracia o nuestra buena fortuna? ¿Cuándo decidió el destino que seríamos economistas y no mariachis? Miente quien diga que no se ha hecho esas preguntas, porque parte de lo que nos hace humanos es justamente nuestra capacidad de fantasear con otras vidas posibles.
En “Caminos no elegidos”, disponible hace poco en Prime Video, la directora inglesa Sally Potter trabaja sobre esta idea en un relato que, apartándose de los esquemas comerciales, no intenta ser digerible para el público desde su inicio e intencionalmente lo confunde, buscando que se haga algunas preguntas y por consiguiente, que cada quien llegue a sus propias respuestas. Esas tres versiones que veremos de Leo, personaje que encarna con la bárbara y casi primitiva fuerza emocional y arrojo físico que es usual en sus trabajos, Javier Bardem, amplían nuestro horizonte a las posibles vidas de una misma alma, que habita un cuerpo no del todo bajo su control, debido a lo que parece ser una prematura demencia.
Lo sabemos por la forma en que cuidan a Leo, primero su empleada doméstica y luego Molly, su hija, quien siente un profundo amor por su padre. Un amor que la lleva a molestarse a lo largo del día de visitas médicas y diligencias al que lo acompañará, pues todos con los que se cruzan hablan de él como si ya no estuviera en la habitación. Los otros Leos pueden ser lo que usted, estimada lectora, crea. Proyecciones, ilusiones, mundos paralelos. La debilidad de la película no está en su existencia (hubo toda otra vida descartada en la sala de edición, en la que Leo tenía una orientación sexual distinta) sino más bien en cierto regodeo en las facultades interpretativas de Bardem, lo que hace que algunas secuencias se extiendan más allá de lo deseable.
Es admirable lo que logran la fotografía del cada vez más destacado Robbie Ryan (el mismo de “Historia de un matrimonio”) y la edición, conectando las vidas de Leo a través de movimientos que comienzan en una vida y parecen continuar en otra. Llama la atención que la música, también compuesta por Sally Potter, introduce dimensiones adicionales a ciertas escenas, como un toque de humor en lo que de otro modo habría sido una tragedia, transmitiendo una idea que le viene bien a la película: esta vida es muchas vidas al mismo tiempo, dependiendo del cristal con que se mire.
Sin embargo, más que el trabajo admirable de Bardem, es la interpretación de Elle Fanning como Molly la que llena de humanidad a “Caminos no elegidos” y se convierte en la verdadera conexión emocional del público con la película. Es fácil entender que está ante un dilema: cuidar al papá que ama y que la necesita, o salir a honrar su memoria a un mundo que de otro modo podría descartarla. Por eso en la secuencia final entendemos que su decisión implica otra bifurcación, ya no en la vida de su padre, sino en la suya.