Al final de la escena en que Percy Fawcett, el protagonista de esta historia, conoce a Henry Costin, quien será su acompañante en la difícil misión de definir las fronteras entre Bolivia y Brasil para evitar una guerra, a comienzos del siglo XX, un hilo de licor corre por una superficie y su movimiento se confunde con el de un tren en el plano siguiente. El tren como símbolo de viaje, comparado con un producto que genera adicción. Tal vez sea la forma de advertirnos que acompañaremos a un hombre que no será capaz de resistir la sed de aventuras y descubrimientos durante el resto de su vida.
Estamos en Z, la ciudad perdida ante un aventurero de verdad, el mayor Fawcett, que ha crecido con la obligación de reparar el apellido desprestigiado por su padre y ve en esta misión la posibilidad de lograrlo. Sólo cuando descubra que varias de las verdades universales de su época, como que los indígenas americanos eran ”inferiores” a los europeos, no son ciertas, y crea en la posibilidad de ser quien descubra la antiquísima ciudad que lo pruebe, hará de sus exploraciones por América el motivo principal de la mitad de su vida.
La otra mitad es su familia, conformada por tres hijos que casi no lo reconocen cada vez que regresa del otro lado del océano y una esposa decidida y voluntariosa que lo hace feliz. La imposibilidad de combinar la faceta de explorador con la del jefe de hogar será uno de los temas principales de esta espléndida incursión de James Gray en el cine de aventuras, un género desvalorizado ante la necesidad de las nuevas audiencias por hazañas cada vez más delirantes e inverosímiles. Gray consigue reivindicar el espíritu original del género, el del asombro ante lo desconocido y la superación de las pruebas que la naturaleza pone frente al héroe, contando una historia real. Tiene tanto pulso narrativo el director neoyorquino, que hazañas “simples” como superar la corriente de un río o pararse frente a las lanzas de una tribu de la selva recuperan su valor en esta película, con la ayuda de la cámara del maestro Darius Khondji, que hace de cada plano un deleite para los ojos, de la partitura delicada y efectiva que conforma la banda sonora de Christopher Spelman y de un elenco que encabeza con lujo de detalles Charlie Hunnam, quien compone a un héroe pensante, atrevido pero sin excesos de ego, raro en el cine contemporáneo. Junto a él Robert Pattinson y Sienna Miller también se lucen en sus personajes del amigo leal y la esposa firme, que sostendrá el hogar durante las ausencias del marido.
A pesar de la apuesta por la narración clásica que se atiene a hechos verosímiles, Gray se reserva unos pocos momentos para coquetear con lo mágico, como cuando los exploradores escuchan sonidos de violines en medio de la selva, o en el final, cuando precisa expresar de qué manera Nina Fawcett nunca se separó realmente de su esposo. Esos detalles aportan ese toque de locura que todo aventurero necesita, si quiere vivir experiencias que nadie antes de él experimentó.