No conozco ningún criterio para decir que en algún momento hay un quiebre sobre la calidad institucional, pero sí hay mecanismos para medir los resultados de las políticas. Es lo que muestran las encuestas y los efectos reales sobre la situación política del país: unas fuerzas militares prácticamente en desbandada, o una huelga de fiscales que lleva cerca de dos meses y parece que no existiera, en fin.
Los liberales ingleses decían ya desde el siglo XVII que la corrupción es un ambiente, un espíritu que está ahí, y es el gobernante el que tiene que enfrentarlo con decisión. Si no lo hace, toda la sociedad tiende hacia la corrupción.
Vamos hacia lo que México está viviendo. Allá se acoplaron durante décadas a la corrupción, conviviendo felices con ella. Pero llega un momento en que las cosas estallan, y eso lo estamos empezando a ver aquí: un país que se relaja, que pierde la fuerza de la opinión, donde todos dejamos que todo pase con tal de alcanzar un sueño, que es la paz, y de eso vivimos. Padecemos un Congreso sin fuerza, un Ejecutivo perdido, hablando de paz pero de nada más.
Para revertir esta situación de modorra moral y de desconfianza tiene que haber liderazgo. Solo así se puede enderezar el rumbo, con un llamado a la unidad nacional.