Lo que hay, fundamentalmente, es una estrategia de suavizar los discursos, pensando no tanto en sus públicos originales o electores de base, sino para acercar, cautivar, a los votantes de los otros candidatos, buscando vencer resistencias y generar proximidades.
Pero hay que tener en cuenta que el giro es gramatical, no hay un cambio en términos de estructura de base del pensamiento o de la propuesta. Eso es muy propio en situaciones electorales, donde no es un debate académico donde hay que proveer el discurso de más músculo argumentativo. En momento electoral el objetivo es seducir, sobre todo a aquellos ubicados en una posición de centro como la que planteó el candidato (Sergio) Fajardo. De allí el giro de los dos candidatos que van a segunda vuelta, giro más estético que ético.
La lucha electoral manda que el candidato demuestre liderazgo con el contenido y la dirección de sus palabras, con el sentido de sus planteamientos. Por eso hay discursos para la galería, que también deben ser objeto de valoración.
Un político tiene la responsabilidad de reavivar la esperanza. Y si la reaviva a través del discurso no quiere decir necesariamente que esa vaya a ser su hoja de ruta gubernamental.