La inesperada derrota electoral en noviembre de 2016, para la Liberal-Demócrata Hillary Clinton, alineó a los principales medios de la prensa liberal norteamericana; El New York Times, NBC News, ABC, CBS y CNN, en una guerra mediática por descubrir situaciones delictivas que pudieran haber favorecido el triunfo del presidente Donald J. Trump, en la búsqueda de su renuncia o de una acusación formal en su contra, para lograr su destitución.
Las noticias que se han venido publicando por parte de los medios liberales en este contexto, no hacen otra cosa que sustentarse en la primera enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, adoptada desde 1791, la cual garantiza la “libertad de expresión”. Pero para el presidente Trump cualquier publicación en contra de su gobierno o a término personal es respondida de una manera muy particular. Por un lado, genera más ruido mediático, el cual favorece su posición de poder local e internacional a través de los medios de comunicación y por el otro, divide y desprestigia a sus adversarios políticos, con el fin de promover en las elecciones legislativas del próximo mes de noviembre un bloque mayoritario de Conservadores-Republicanos en el Congreso.