Ojalá esta formalización del diálogo con el Eln permita al Gobierno no cometer los mismos errores que los ocurridos con las Farc, que menguaron la credibilidad de la opinión pública en el proceso de Cuba.
Habilitar cinco países para el diálogo le abre al Eln excesiva visibilidad y propaganda política. Además, hay una agenda muy genérica, que no deberá prestarse para tratar temas tan amplios que no se concreten nunca. Esperamos que la agenda acordada no la amplíe después el Eln, unilateralmente, como pasó en La Habana. Ni el Eln ni las Farc tienen la legitimidad política para negociar con ellos la agenda nacional.
Para iniciar conversaciones, el Gobierno debería exigir al Eln, de manera perentoria, suspender los secuestros y liberar a todos los secuestrados, así como a los menores que tiene en sus filas.
También se debe convenir pronto una zona de concentración, en uno o dos sitios del país, para que el Eln reúna a sus hombres y armas, con el fin de que haya un cese el fuego unilateral, verificable, para dialogar sin el asesinato de soldados y policías, contrario a lo ocurrido durante los dos primeros años con las Farc. Así se podría ganar respaldo de la ciudadanía y evitar el desprestigio y las dudas que rodean el diálogo con las Farc .