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Dos presidentes en América. Uno que se fue del poder y otro que se mantiene activo. Uno en el norte y el otro en el sur. Coincidentes en su discurso y en sus tendencias de extrema derecha. Hermanados los dos por su altanería, su xenofobia, su homofobia, su aporofobia, su oposición a la ciencia y sus abrazos a las teorías conspirativas. Ambos, ahora, unidos por denuncias de corrupción que adelantan los entes de control de sus respectivos países contra sus círculos cercanos. Donald John Trump y Jair Messias Bolsonaro.
Las noticias sobre sus presuntos manejos sucios se amontonan unas con otras. No dan respiro. En Estados Unidos, donde el mismo Trump se ufanó en su momento de movidas para evitar el pago de impuestos, la justicia no le pierde el paso a la gigante organización del expresidente por supuesta evasión fiscal. La clave en toda la pesquisa será Allen Weisselberg, director financiero de la entidad, quien ya se presentó a la justicia y podría testificar contra su antiguo jefe. Por ahora Trump no será imputado, pero toda la historia promete ser una bomba política durante el segundo semestre de este 2021.
En Brasil, las acusaciones de corrupción van por un lado más grotesco. Una investigación del Senado brasileño recibió denuncias que implicarían al gobierno de Bolsonaro en el desvío de fondos públicos que debían ser utilizados para la compra de vacunas contra el covid-19 e incluso la petición de coimas por parte de funcionarios de la presidencia a las farmacéuticas para realizar los contratos. El soborno consistiría en un dólar por cada dosis adquirida.
El expresidente estadounidense se muestra ajeno a las indagaciones que involucran a su organización y el brasileño, con el peso del ejercicio ejecutivo y la popularidad a la baja, habla del tema, pero intenta restarle fuerza. La muy conocida estrategia de desacreditar a los acusadores o cuestionar los medios de comunicación que se atreven a divulgar los avances de las investigaciones.
Es muy probable que, en el caso del republicano, los escudriñamientos lo golpeen justo cuando planea su regreso como líder conservador. Más grave aún en Brasil donde las revelaciones podrían llevar a Bolsonaro a un impeachment. Para ambos, fraternos en la derecha más odiosa, los cercos se van cerrando y sus risas de prepotencia se transforman en muecas de desprecio. En gestos de angustia