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En febrero de 1995, en la asamblea de accionistas del entonces Banco Industrial Colombiano (BIC), hoy Bancolombia, el presidente de la entidad en ese momento, Javier Gómez Restrepo, anunció que para apalancar el crecimiento y modernización de ese establecimiento financiero se buscarían recursos por 100 millones de dólares, mediante una modalidad que estaba en estudio.
Según se dijo, esa capitalización era necesaria para fortalecer la estructura patrimonial del banco, y se explicó que entre las opciones que se analizaban estaba la posibilidad de emitir acciones para los mercados nacional, en la modalidad de preferenciales sin derecho a voto, e internacional en la forma de Recibos de Depósito Americanos o Recibos de Depósito Global (ADR o GDR por sus siglas en inglés), lo que finalmente definió la inscripción de la acción del BIC, la primera con éxito de una empresa colombiana en la bolsa de valores de Nueva York, el 26 de julio de ese año.
Para llegar a ese momento en pleno proceso de apertura económica y en el que la estigmatización colombiana y en particular de Medellín por el narcotráfico era global y aguda, no fue fácil. Así lo recuerda Jorge Londoño Saldarriaga, quien para la época era miembro de la junta directiva del BIC en representación de Suramericana.
¿En qué contexto se dio este proceso por parte del entonces BIC?
“La apertura económica en los años 90 trajo dos elementos puntuales, el primero que se permitió una mayor libertad en el movimiento de capitales, es decir que los inversionistas extranjeros podían llegar a invertir en la bolsa y comprar empresas en Colombia sin las limitaciones que antes tenían. Y en segundo lugar que la competencia era mucho más fácil de establecer, y aunque la banca siempre fue muy abierta, con la apertura se volvió más apetitoso para los bancos extranjeros llegar al país. En esa época llegaron, por ejemplo, los bancos Santander y BBVA. Entonces el BIC tuvo un impacto fuerte que lo obligó a revisar su estrategia y su guía. Otro problema del momento era la mafia y aunque ya había muerto Pablo Escobar seguíamos en el fuego de eso. Por otro lado, para ese momento se dio la detención de Santiago Medina, quien fue jefe de finanzas de la campaña presidencial de Ernesto Samper, así que la coyuntura era compleja”.
¿Cómo lo resolvieron y cuánto tiempo tardó estructurar el proceso?
“El banco y las directivas decidieron trabajar en buscar el capital internacional. Participé mucho con eso, porque el puesto de bolsa de Suvalor fue el primero en hacerles transacciones a los inversionistas extranjeros después de que las normas lo permitieron. El BIC era de una reputación extraordinaria, pero era un banco pequeño que representaba menos del 4 % del mercado financiero colombiano. Pero con la idea de atraer capital nos contactamos con JP Morgan, entidad que trabajaba con mucha expectativa en el país y querían posicionarse y consolidarse acá. La iniciativa era un poco loca por la mala imagen de la ciudad, pero desde el punto de vista económico la coyuntura era interesante aunque el entorno nacional fuera complejo. En todo caso, esto se empezó a estructurar desde finales de 1994”.
Sin internet y en los inicios de la telefonía móvil, ¿cómo se sorteó la distancia?
“Que un celular funcionara internacionalmente en ese momento todavía era un sueño y había que mandar la papelería en transportadoras especializadas. Todo era presencial y quienes nos ayudaban venían a Colombia y nosotros teníamos que ir a Nueva York y hacer allá o aquí todas las tareas. En aquel entonces era maletiando (ver Dicen de)”.
Listar al BIC en Nueva York fue un paso previo para comprar al Banco de Colombia...
“Para eso parte de la tarea fue realizar un recorrido que empezó en Europa y pasó en Estados Unidos por San Francisco, Los Ángeles, Colorado, Boston y Nueva York, y era algo que no siempre resultaba, pues diría que el 50 % de los que hacían ese procedimiento terminaban con éxito. Terminada esa etapa, entendimos que hay una comunidad internacional de inversionistas profesionales y yo que viví mi juventud en los 60 y hablaba del imperialismo y del poder desproporcionado que tenían los grandes capitales, me encontré con los hombres que manejaban el billete de verdad y habían vivido la transformación de Asia y de Europa oriental y otras partes del mundo. Así que supimos que lo más importante fue estructurar una estrategia y un plan de negocios para el BIC. Empezamos a conversar con esas personas y nos ayudaron a entender al banco de una manera diferente. El BIC se concentraba en empresas e individuos de altos ingresos, muy especializado y concentrado en Medellín con algo en Cali y la Costa. Y de repente empezamos a ver lo que estos inversionistas profesionales estaban viendo y tras la colocación de la emisión en Nueva York y pese al deterioro económico que hubo a mediados de 1995 buscamos vías de crecimiento y qué comprar”.
¿Qué opciones analizaron?
“Hablamos con decenas de bancos, algunos no nos los quisieron ni ofrecer y otros, a lo mejor por ventura, no los quisimos comprar. Y JP Morgan nos propuso al Banco de Colombia que era mucho más grande que el BIC. Después de muchos tropiezos lo compramos y nos volvimos el más grande del país”.