Científicos e ingenieros esperan que la creciente montaña de datos satelitales ayude a luchar contra los incendios devastadores como el que acaba de sufrir Los Ángeles, donde al menos 27 personas han muerto y miles de casas quedaron destruidas por las llamas.
Por esto, empresas del sector tecnológico quieren multiplicar el lanzamiento de satélites gracias al abaratamiento de los costos. Y, al mismo tiempo, la inteligencia artificial podría tener un papel decisivo a la hora de filtrar y evaluar el torrente de información proveniente de estas antenas.
En prevención contra los incendios forestales, los satélites “pueden detectar desde el espacio áreas secas, propensas a brotes de incendios, así como emisiones de humo y rastros de emisiones de gases. Podemos aprender de todos estos tipos de elementos”, explicó Clement Albergel, jefe de información climática de la Agencia Espacial Europea, una de las organizaciones que le quiere apostar a esta estrategia.
Los satélites tienen diferentes roles en función de su órbita y de los sensores con los que está equipado.
Los satélites geoestacionarios orbitan a una altura alrededor de 36.000 kilómetros del suelo, y son capaces de mantenerse sobre la misma área en la superficie de la Tierra, lo que permite una observación continua, pero generalmente a una resolución mucho más baja. Esto podría ayudar a analizar la expansión de los incendios.
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Con esta tecnología sería posible detectar más rápidamente el fuego, inclusive aquellos incendios que son muy pequeños. Por ejemplo, en el próximo mes, la organización Earth Fire Alliance, la cual busca entregar información en tiempo real sobre los incendios forestales, va a lanzar el primero de cuatro satélites para monitorear este fenómeno en la Tierra.
Según esta organización, se necesitaría una red de 55 satélites para alcanzar su objetivo principal, que es fotografiar cada punto del planeta al menos una vez cada 20 minutos.
A pesar de que esta alternativa podría ayudar a mitigar los incendios forestales, los científicos se mantienen firme en la idea que la mejor actividad de prevención es el trabajo colectivo, especialmente en aquellas zonas donde este tipo de fenómenos son cada vez más comunes.