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¿Qué hay detrás de la muerte de las abejas?

Son varios los culpables de la mortandad de esta especie. En el país, sus principales enemigos son los agroquímicos. Un problema lejos de tener solución.

  • ¿Qué hay detrás de la muerte de las abejas?
21 de diciembre de 2020
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Hace un par de meses, Alejandro Parra tuvo que asistir a un apicidio.

Un tapete de abejas muertas inundaba su apiario. Ninguna de sus 22 colmenas ubicadas en una finca de la vereda el Pinal, municipio de Concordia, sobrevivió al inclemente uso de un pesticida para broca en un cultivo de café de una propiedad vecina. Aproximadamente, 1.320.000 de estos polinizadores cayeron envenenados.

Esta misma escena se registró en varios municipios del Suroeste antioqueño, totalizando 800 colmenas afectadas. Y aunque Parra asegura que la situación se repite cada año en esta zona cafetera, la vivida en 2020 fue la más mortífera.

Así como este caso en la región se producen cientos en el país de los cuales no se tiene registro sistemático. No obstante, un estudio de la Universidad Nacional señala que 10.500 colmenas desaparecen al año en Colombia debido al mal uso de los agroquímicos. Un fenómeno que pone en riesgo la sostenibilidad de la especie.

Aunque hormigas, avispas, murciélagos, escarabajos y colibríes, entre otros, también intervienen en el proceso de polinización, las abejas acostumbran visitar muchas más variedades de plantas. Alrededor de 25.000 especies dependen de este insecto que transporta el polen para su fecundación, por lo que la producción de alimentos soporta su cadena en la acción que estas realizan.

Según la ONU, el 75% de los cultivos alimentarios del mundo necesitan, en cierta medida, de la polinización.

Por eso, la muerte masiva de abejas es considerada una amenaza para el equilibrio de los ecosistemas, pues aunque se estima que en el planeta hay 4.000 géneros y 22.077 especies conocidas de este insecto, Helena Jaramillo, apicultora y directora de la fundación Miel de Colombia, cada día están desapareciendo 200 de ellas, especialmente las solitarias, y “muy poco se hace para frenar su extinción”.

Según el ministerio del Medio Ambiente, en el país se registran al menos unas 550 especies de abejas, aunque la cifra se considera subestimada, pues se calcula que el número podría ascender a 1445. Por su producción de miel, la más conocida es la Tetragonisca angustula Latreille o “abeja Angelita”, una especie de amplia distribución en Colombia pues su miel es apetecida por su uso medicinal.

Detrás de su desaparición

Quienes investigan las causas apuntan como culpables a las sustancias químicas. De acuerdo al informe de la Nacional, insecticidas como la imidacloprid, clotianidina y tiametoxam, de la familia de los neonicotinoides, contienen componentes que hacen que las abejas mueran al consumirlo. Así mismo, según la especie, el químico puede hacer que coman menos, altera los ciclos de reproducción, el vuelo y la navegación.

Héctor Valencia, apicultor y rescatista del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, Amva, explica lo que le ocurre a las abejas cuando consumen este tipo de sustancias: “La primera y más importante consecuencia es que se desorientan, estos insectos tienen una ruta de vuelo y la pierden a causa de esto. También se vuelven más propensas a adquirir enfermedades lo que las hacen muy débiles y esto no permite que realicen el proceso de polinización”.

Hasta 2014 en Colombia se habían prohibido 195 tipos de pesticidas, pero siguen siendo usados indiscriminadamente.

Otros factores

Pero además de los insecticidas, a las causas de la desaparición de las abejas en el mundo se suman otros factores como el calentamiento global, la deforestación, la introducción de especies no nativas, la urbanización y los cultivos a gran escala.

“Esto es una cadena porque si hay deforestación, cambio climático, se disminuye la oferta alimenticia para las abejas y sus sitios de nidificación. Y se alteran los ciclos de floración de las plantas, lo que afecta a los polinizadores en su búsqueda de recursos alimenticios”, comentó, en días pasados a este diario, Guiomar Nates, investigadora y líder del Laboratorio de Abejas de la Universidad Nacional.

La también docente asegura que el mito sobre la extinción de la raza humana por la desaparición de las abejas no es cierto, pero enfatiza en que una tercera parte de los alimentos esenciales para el consumo de la humanidad es posible gracias a su papel polinizador, y que sin ellas algunos granos, frutas, hortalizas y verduras, prácticamente desaparecerían.

Aunque no hay una manera radical de evitar que los agroquímicos afecten a las abejas, pues otros cultivos los necesitan para evitar plagas, existen algunas prácticas que apicultores han implementado para no sufrir apicidios.

Diana Arboleda, apicultura rescatista de DulceApis e integrante del colectivo Abejas Vivas, cuenta que los cuatro apiarios que tiene en el corregimiento San Sebastián de Palmitas los ha ubicado estratégicamente para que no tengan contacto cercano con cultivos.

“No tenemos ningún cultivo en un radio de cinco kilómetros porque sé que si tengo un cultivo cerca un día voy a llegar y encontrar un tapete de abejas muertas. Esto implica otro tipo de esfuerzos porque el acceso a muchos de ellos es complicado; sin embargo, estoy segura que mis abejas están bien”, comenta.

Valencia, por su parte, sostiene que en cambiar los métodos de fumigación está la clave para evitar la muerte masiva de los polinizadores.

Explica que lo ideal sería que los agricultores no realicen este procedimiento en épocas de floración de la especie, que por lo general son en temporadas de verano. No obstante, si la fumigación debe hacerse en un cultivo aledaño a un apiario, el experto recomienda que se haga después de las 4:00 p.m. cuando las abejas ya han terminado de polinizar y regresan a sus colmenas, de este modo el apicultor puede protegerlas.

1,6
millones de toneladas de miel producen las especies de abejas mielíferas cada año.
7.000
flores al día visita una abeja. Con 4 millones de visitas se producir un kilo de miel.
3
de cada 4 cultivos que producen frutos dependen de polinizadores, según la FAO.
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