Del 19 al 23 de mayo, en Río Branco (Brasil), se celebró la 15ª reunión anual de la Governors’ Climate and Forests Task Force (GCF), la red gubernamental subnacional más grande del mundo enfocada en clima y bosques, y con la participación de representantes de 11 países y más de 40 estados y provincias, el encuentro marcó una nueva etapa hacia la consolidación de la llamada Nueva Economía Forestal, un enfoque que articula bioeconomía, restauración, cadenas productivas sostenibles y protagonismo territorial.
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La cita fue también un momento clave de preparación hacia la COP30 de Belém, y permitió reforzar alianzas entre gobiernos subnacionales, pueblos indígenas, comunidades locales y organismos multilaterales. Colombia estuvo representada por los gobernadores de Caquetá y Valle del Cauca, así como por delegaciones técnicas de otros departamentos amazónicos.
Desde Acre, el gobernador de Caquetá, Luis Francisco Ruiz Aguilar, habló con EL COLOMBIANO sobre el papel de Colombia en la red, los desafíos de la acción climática territorial y la urgencia de transformar la economía del bosque con soluciones nacidas en el territorio. “Aquí no venimos a pedir, venimos a proponer”, dijo, en una entrevista que plantea los retos políticos y estructurales que aún enfrenta la Amazonia colombiana.
¿Como gobernador de Caquetá y representante de Colombia en esta cumbre, qué significa para usted estar en una red como el GCF, donde las decisiones climáticas no se toman desde el centro del país, sino desde los territorios?
“Estar en el GCF Task Force representa, para nosotros, un reconocimiento a algo que los territorios amazónicos venimos diciendo hace años: las decisiones climáticas deben nacer donde se vive el bosque, no solo donde se legisla sobre él. Esta red permite que departamentos como Caquetá, que históricamente hemos sido vistos como zonas de frontera o de conflicto, hoy seamos reconocidos como actores clave de la solución climática global.
Aquí no venimos solo a pedir, venimos a proponer, a mostrar resultados y a construir alianzas. Estar en esta red es una oportunidad para romper la lógica centralista y demostrar que la Amazonía tiene voz, capacidad técnica y visión de futuro”.
Colombia tiene un marco legal e institucional ambicioso en materia ambiental, pero sigue enfrentando altos índices de deforestación. ¿Qué tanto espacio real tienen los departamentos para incidir en esa agenda desde lo subnacional?
“Tenemos la voluntad, el conocimiento del territorio y, en muchos casos, la legitimidad social para incidir. Pero aún no contamos con las herramientas ni los recursos necesarios para hacerlo de manera estructural.
Hoy los departamentos enfrentamos enormes limitaciones: los recursos que llegan del gobierno nacional son insuficientes, llegan tarde o con demasiada burocracia, y muchas veces las políticas se diseñan sin escuchar a las autoridades locales ni a las comunidades.
Necesitamos una descentralización real de la acción climática: que los fondos lleguen directamente a los territorios, que los instrumentos de planificación sean vinculantes, y que se nos reconozca como gobiernos subnacionales con capacidad de ejecución ambiental, no como simples ejecutores de decisiones tomadas en Bogotá“.
En este encuentro del GCF se habla de una “nueva economía forestal”. ¿Cómo traduce usted ese concepto en un contexto como el colombiano, atravesado por economías ilegales, presión sobre la tierra y conflictos sociales históricos?
“En Caquetá, hablar de una nueva economía forestal no es un eslogan, es una necesidad de supervivencia. Significa ofrecer alternativas reales a las comunidades que hoy viven entre la deforestación, el conflicto armado y la economía ilegal. Significa transformar un territorio marcado por la extracción y el abandono en un territorio que genere valor con el bosque en pie.
Esa nueva economía tiene que ser inclusiva, comunitaria, rentable y culturalmente pertinente. Implica bioeconomía con identidad, agroforestería, turismo de naturaleza, transformación local de productos amazónicos, pero también seguridad, educación y conectividad.
No se trata solo de proteger árboles, se trata de cambiar la lógica económica de los territorios, para que conservar sea más rentable —y más digno— que deforestar”.
¿Qué vacíos o ausencias ve hoy en la articulación entre el gobierno nacional y los departamentos amazónicos en la implementación de políticas climáticas? ¿Qué tendría que cambiar para que la acción climática sea verdaderamente territorial?
“El primer gran vacío es la falta de confianza institucional y de mecanismos eficaces de articulación intergubernamental. Muchas veces las políticas se diseñan desde los ministerios sin diálogo con las realidades del territorio, y los recursos se concentran en proyectos que no responden a nuestras prioridades locales.
Además, hay una dispersión de esfuerzos y una falta de coordinación entre entidades nacionales, que hace que la implementación se vuelva fragmentada y poco efectiva.
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Lo que tiene que cambiar es el enfoque: el gobierno nacional debe dejar de ver a los departamentos amazónicos como receptores y empezar a vernos como co-creadores de la política climática. Eso significa mesas permanentes de concertación, presupuestos descentralizados, fortalecimiento institucional en el nivel subnacional y, sobre todo, escuchar a las comunidades que ya están cuidando el bosque sin recibir lo justo a cambio”.
¿Qué puede aprender América Latina de Colombia, y qué debería aprender Colombia de otras regiones forestales presentes en esta cumbre del GCF?
“América Latina puede aprender de Colombia que es posible tener un marco jurídico y político avanzado en materia ambiental, con instrumentos como los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), los Pagos por Servicios Ambientales y la Política Nacional de Bioeconomía. También puede aprender del liderazgo de nuestras comunidades indígenas, afro y campesinas en la defensa del territorio.
Pero Colombia también tiene mucho por aprender. De países como Brasil y Perú podemos aprender cómo fortalecer la gobernanza territorial indígena, cómo implementar sistemas regionales de financiamiento climático, o cómo usar datos y tecnología para monitorear la deforestación de forma más efectiva.
En esencia, Colombia necesita pasar del discurso a la implementación, y para eso debemos mirar más allá de nuestras fronteras, reconocer lo que funciona en otras regiones, y construir una Amazonía latinoamericana unida, desde el sur y para el mundo”.