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Acuerdo de París: el pacto climático que los gobiernos siguen incumpliendo

Así lo advierte The Production Gap Report 2025, que revela que los gobiernos más contaminantes del mundo planean producir, para 2030, un 120 % más de combustibles fósiles de lo que sería compatible con el objetivo climático de limitar el calentamiento global a 1,5 °C.

  • El planeta ya se acerca peligrosamente al umbral de 1,5 °C, mientras las olas de calor extremo se vuelven más frecuentes e intensas. FOTO cortesía Organización Meteorológica Mundial
    El planeta ya se acerca peligrosamente al umbral de 1,5 °C, mientras las olas de calor extremo se vuelven más frecuentes e intensas. FOTO cortesía Organización Meteorológica Mundial
hace 3 horas
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Hace exactamente una década, los gobiernos de la Tierra firmaron en Francia el Acuerdo de París, una voluntad y una promesa compartida: limitar el calentamiento global después, mientras los termómetros baten récords y las sequías carcomen cosechas, no solo han incumplido su palabra, la han sepultado bajo toneladas adicionales de carbón, petróleo y gas.

Lea también: EE. UU. abandona el Acuerdo de París: ¿qué significa para la lucha contra el cambio climático?

Un nuevo informe coordinado por el Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo (SEI), Climate Analytics y el Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible, pone cifras al desencuentro e identifica que lejos de desacelerar, las veinte economías responsables del 80 % de la producción fósil mundial planean para 2030 extraer un 120 % más de combustibles de lo que sería compatible con el objetivo climático más ambicioso: mantener el aumento de temperatura por debajo del umbral de los 1,5 °C. Si la meta fuera 2 °C —ya de por sí peligrosa—, el desfase sigue siendo escandaloso, es decir, 77 % por encima de lo tolerable.

El estudio, titulado The Production Gap Report 2025, documenta cómo la distancia entre el discurso y la acción no ha hecho sino ampliarse. En 2023, se estimaba un volumen crítico de producción futura. Ahora, apenas dos años después, los mismos gobiernos proyectan incluso mayores niveles de extracción. Así que la producción conjunta de carbón prevista para 2035 es hoy un 7 % más alta, y la de gas para 2050 ha crecido un 5 % respecto a los escenarios previos.

Más allá de las cifras globales, el mapa geopolítico de la negación climática revela su propia crudeza. Diecisiete de los veinte países analizados —entre ellos potencias como Estados Unidos, Rusia, India, China, Brasil, Canadá, México y Colombia— planean aumentar la producción de al menos un combustible fósil para 2030. Y once de ellos proyectan incrementos mayores a los que tenían contemplados hace apenas dos años. Es decir, ni la evidencia científica, ni los eventos climáticos extremos, ni las advertencias reiteradas de la Onu han sido suficientes para frenar el impulso extractivista.

Mientras tanto, la retórica verde sigue ocupando titulares. Se habla de transición justa, de energías limpias, de compromisos internacionales. Pero, como señala el informe, “la expansión continua de la producción de combustibles fósiles socava directamente los objetivos climáticos acordados globalmente”. Y la frase no es un juicio moral, es una constatación física, ya que no hay espacio térmico ni ecológico para sostener ambos mundos a la vez.

Emily Ghosh, investigadora del SEI y una de las coordinadoras del reporte, lo resume con claridad: “Para mantener el objetivo de 1,5 grados al alcance, el mundo necesita reducciones rápidas en carbón, petróleo y gas, redirigiendo esos recursos a una transición energética que priorice la igualdad y la justicia”.

Lo preocupante es que los recursos, por ahora, siguen fluyendo en dirección opuesta. De hecho, a pesar de que existe un compromiso global para eliminar gradualmente los subsidios a los combustibles fósiles, el estudio demuestra que muchos países —entre ellos Canadá, Brasil, China, India, México, Kazajistán, Rusia, Estados Unidos y Noruega— continúan brindando apoyo financiero “sustancial, directo e indirecto” a la industria más contaminante del planeta. Y ese respaldo no solo perpetúa un modelo insostenible, también bloquea activamente los avances hacia alternativas renovables, más equitativas y resilientes.

Entérese de más: Las metas de Colombia para cumplirle al Acuerdo de París

Ahora bien, la situación es aún más paradójica si se tiene en cuenta que seis países sí han alineado sus planes de producción con metas de cero emisiones —dos más que en años anteriores—. Sin embargo, siguen siendo minoría frente a la inercia global. En palabras del informe, “la brecha entre las políticas climáticas declaradas y la expansión de la producción fósil pone en riesgo los derechos humanos, la estabilidad económica y la habitabilidad de vastas regiones del planeta”.

Y es que, como insisten los investigadores, no se trata de una transición inmediata ni radical, se trata de una hoja de ruta concreta, escalonada y justa que permita redistribuir los recursos y acompañar a las comunidades más vulnerables. Para ello, el informe recomienda a los estados comprometerse —de cara a la próxima cumbre climática— a “expandir las renovables, eliminar gradualmente los combustibles fósiles, gestionar las demandas de energía e implementar transiciones centradas en las personas”.

Mientras tanto, el reloj sigue avanzando. Y cada nuevo proyecto de extracción aprobado, cada subsidio extendido, cada plan nacional que prioriza el corto plazo sobre la supervivencia compartida, estrecha más el margen de acción.

¿Cuáles son los principales hallazgos del Informe sobre la Brecha de Producción 2025?

• Desde el análisis de 2023, los gobiernos ahora planean niveles aún más altos de producción de carbón hasta 2035 y de gas hasta 2050. La producción de petróleo continua aumentando hasta 2050.

• Para cumplir los objetivos del Acuerdo de París —mantener el calentamiento muy por debajo de 2 °C y continuar los esfuerzos para limitarlo a 1,5 °C—, el mundo debe emprender reducciones más pronunciadas y rápidas en la producción de combustibles fósiles para compensar la falta de avances hasta ahora. Mientras tanto, los gobiernos que amplían la infraestructura fósil malgastan fondos públicos en desarrollos destinados a convertirse en activos varados.

• Lograr estas reducciones requerirá políticas deliberadas y coordinadas que garanticen una transición justa lejos de los combustibles fósiles. Aunque algunos de los principales países productores de combustibles fósiles han empezado a alinear sus planes de producción con los objetivos climáticos nacionales e internacionales, la mayoría aún no lo ha hecho.

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