El Valle de Aburrá se llenó de amor y romanticismo con el inefable atardecer, que estuvo cargado de colores rojizos y naranjas. Fueron tan solo unos segundos cuando la estrella más grande del sistema solar nos mostró con orgullo su lado más hermoso, como si estuviera invitando a la luna a bailar un vals en la noche.
Son momentos que se viven pocas veces en la “ciudad de la eterna primavera”, pero que vale la pena captarlo para recordar el encanto que hay en el exterior.
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El ocaso de hoy nos recuerda a un hermoso poema Gabriela Mistral
El ocaso tiñe de oro el horizonte infinito, y la noche, lentamente, despierta sus estrellas.
El viento susurra al oído la magia del crepúsculo, mientras en las sombras se ocultan los sueños y deseos.