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El fotógrafo Óscar Botero y su viaje de medio siglo por la historia del teatro local

Desde 1971 Óscar Botero captó con su lente el florecimiento del teatro en Medellín. Sus fotos se cuentan por miles.

  • El fotógrafo Óscar Botero Giraldo comenzó a retratar el teatro de Medellín desde 1971. Con su cámara recreó los mejores momentos del arte escénico de la ciudad en los principales teatros. FOTOS CORTESÍA ÓSCAR BOTERO

    El fotógrafo Óscar Botero Giraldo comenzó a retratar el teatro de Medellín desde 1971. Con su cámara recreó los mejores momentos del arte escénico de la ciudad en los principales teatros.

    FOTOS CORTESÍA ÓSCAR BOTERO

  • Brígida Tobón y Carlos Mario Aguirre durante la presentación de la obra El pupilo que quiso ser tutor, en el teatro al aire libre de la Universidad de Antioquia, en 1983.
    Brígida Tobón y Carlos Mario Aguirre durante la presentación de la obra El pupilo que quiso ser tutor, en el teatro al aire libre de la Universidad de Antioquia, en 1983.
29 de junio de 2025
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El lugar es el teatro al aire libre de la Universidad de Antioquia. Los protagonistas, Carlos Mario Aguirre y Brígida Tobón, quienes presentan El pupilo que quiso ser tutor. Transcurre el año de 1983 y Medellín se está convirtiendo en el escenario de una intrépida generación de jóvenes que están revolucionando la cultura a través del teatro.

Aún faltan tres años para que el Águila Descalza salte a la fama y sea el centro de un fenómeno sin precedentes con el estreno de País Paisa. No por ello la obra deja de rebosar energía. En un montaje en el que apenas logra verse una mesa de madera, una butaca y un tablero, rodeados de toda suerte de objetos como botas, manzanas, un fogón con una chocolatera y un sombrero, los actores forcejean, gritan, se agachan y arman un alboroto que intriga a espectadores y transeúntes curiosos de los alrededores de los bloques 2, 3 y 4 de esa universidad.

De no ser por Oscar Botero, un biólogo de profesión que nunca ejerció tras dejarse seducir por la fotografía, aquella secuencia en la que se observa a un Carlos Mario Aguirre joven y aún estudiante universitario dando sus primeros pasos en el mundo del teatro no sería más que una anécdota y no habría sobrevivido intacta más de 42 años después.

Las fotos de El pupilo que quiso ser tutor son apenas un abrebocas del profuso archivo que Botero terminó construyendo desde 1971 y que hoy es uno de los tesoros más importantes para navegar por la historia del teatro en Medellín.

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Obras presentadas por grupos como el Teatro Libre de Medellín, el Matacandelas, el Pequeño Teatro, El Tinglado, La Fanfarria, Exfanfarria, El Fisgón, Oficina Central de los Sueños, entre muchos otros, hacen parte de un universo que se mantiene vivo en las miles de fotos que conserva Botero y que recientemente fueron escogidas y compiladas en el libro El Teatro que Fotografíe, que además recoge decenas de testimonios de sus protagonistas.

El germen de la idea

Oscar apunta que su llegada al teatro fue más cuestión de azar que otra cosa.

“Entre mis 12 y 13 años empecé a interesarme por la fotografía. Yo era un muchachito recién llegado a Medellín y me recibió mi hermana, que ya era adulta y trabajaba como profesora en la Universidad de Antioquia”, narra Botero, apuntando que, junto con su hermana, Ligia Botero, fue en varios clubes fotográficos de la universidad en los que empezó a tomar sus primeras fotos.

“Por esa misma época, Ligia era amiga de Gilberto Martínez, de Fernando Velázquez y de la gente que hizo el Teatro Libre, que fue el primero que tuvo sala independiente. Ellos le comentaron que necesitaban fotografías para sus obras para poner las carteleras que ponían en la entrada del teatro”, recuerda, señalando que así fue como el grupo le preguntó si se le medía a la tarea. Él dijo que sí y desde entonces se quedó encarretado.

Brígida Tobón y Carlos Mario Aguirre durante la presentación de la obra El pupilo que quiso ser tutor, en el teatro al aire libre de la Universidad de Antioquia, en 1983.
Brígida Tobón y Carlos Mario Aguirre durante la presentación de la obra El pupilo que quiso ser tutor, en el teatro al aire libre de la Universidad de Antioquia, en 1983.

En el grupo quedaron tan contentos con su trabajo, que incluso cuando el Teatro Libre se disolvió a su vez en otros tres grupos, Oscar siguió tomándoles las fotos a todos y así se fue regando su fama por todo el mundo teatrero de Medellín.

A punta de ensayo y error, Botero empezó a cogerle el tiro a captar las obras, todo un desafío técnico si se tiene en cuenta que la mayoría se presentaban en condiciones de oscuridad que exigían forzar el rollo al máximo y apoyarse con flash en la medida de lo posible.

Con el paso de los años y una técnica cada vez más depurada, Botero se terminó volviendo el fotógrafo por excelencia del teatro en Medellín, tal como por ejemplo lo destacó en un perfil publicado en 1995 la periodista cultural de El Colombiano Ofelia Luz de Villa, señalando que sus fotografías eran las más esperadas en la redacción cuando de dramaturgia se trataba.

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Para facilitar su trabajo, los grupos de teatro incluso le presentaban a Oscar sus obras en privado y en exclusiva, para que él pudiera meterse libremente en el escenario a captar los momentos más intensos y forzar al máximo sus aparatos para capturar la atmósfera y los colores de la escenografía.

Una de las fotografías por ejemplo que pasaron a la posteridad, y que Botero recuerda con especial cariño, fue la de la obra Oh Marinheiro de Fernando Pessoa, que montó el Matacandelas y se estrenó por primera vez el 22 de noviembre de 1990.

En una de las funciones exclusivas realizadas para Botero, fue que este captó una imagen que se convertiría en una de las más representativas de la historia del teatro en Medellín y que además fue escogida para el afiche de la obra, del que se imprimieron más de 1.000 copias y que se vendieron como pan caliente entre los espectadores.

En la imagen se observa un primer plano de la actriz María Isabel García en medio de una atmósfera oscura y enigmática, que captura una obra difícil, silenciosa, estática y existencial, que 35 años después continúa siendo un referente.

A lo largo de más de 50 años de trabajo, Óscar apunta que son esas experiencias las que le han dado el combustible para su labor, sin importar que muchas veces el pago de los grupos era a manera de canje, como por ejemplo con boletas para ir a ver las obras.

Con la vista puesta en el pasado, Botero confiesa ya haber perdido la cuenta de la cantidad exacta de obras que fotografió desde 1971, muchas de ellas con más de 140 y 150 fotos, en las que por fortuna siempre apuntó el año y el contexto, hoy claves para navegar por ellas. “Realmente todas las guardo con mucho cariño y mucho cuidado”, añade, al ser interrogado sobre su favorita o la que más recuerda.

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