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A Patricia y Michel les llegó la buena suerte por una historia en Twitter

La vida de una madre y su hijo cambió luego que su historia saliera en el periódico y se hiciera viral.

  • Patricia y Michel son una de las 200.000 familias que en Medellín comen menos de tres veces al día. Su casa está llena de goteras. FOTO Esneyder Gutiérrez
    Patricia y Michel son una de las 200.000 familias que en Medellín comen menos de tres veces al día. Su casa está llena de goteras. FOTO Esneyder
    Gutiérrez
09 de marzo de 2023
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Patricia tiene 58 años y vive en el barrio Juan XXIII, en San Javier, con su hijo Michel. Es tímida, callada, de mirada baja y triste. Tiene mucho miedo, pero no dice de qué. Casi siempre anda de tapabocas y se lo pone o se lo quita dependiendo de qué tan cómoda se sienta en una conversación. Michel en realidad se llama Rodolfo Aicardo, pero prefiere que le digan así. Tiene 29 años y cuando tenía 5 se cayó de la terraza de su casa cuando intentaba volar una cometa. Su padre era quien lo cuidaba, Patricia no estaba.

Por los golpes de la caída desde ese tercer piso donde todavía vive, Michel perdió un ojo y varias habilidades motrices: ha-bla-muy-des-pa-cio y le cuesta caminar.

Su padre los abandonó después del accidente y desde entonces Patricia se ha dedicado a cuidar a su hijo. Juntos han sobrevivido al hambre y a la pobreza gracias a la caridad de algunos familiares y a lo que consiguen vendiendo confites viejos y pegajosos.

Patricia y Michel son una de las casi 200.000 familias que aguantan hambre en Medellín. Su testimonio hizo parte de un reportaje que publicamos el domingo en el que relatamos el drama de las familias paisas para conseguir comida en medio de una inflación que está alcanzando niveles que no se veían desde 1999: los precios de la canasta básica de los colombianos han subido 13,28% y los alimentos el 24,14% en los últimos doce meses.

El domingo, con el artículo ya al aire, publiqué en mi cuenta de Twitter un hilo con la historia de Patricia y de su hijo Michel. Conté, que además de la muerte, a Patricia la preocupaba la lluvia, pues el techo de su casa era más huecos que tejas. Y entonces, en esa red social, tantas veces (y con razón) criticada por ser espacio para insultos y peleas, llegó el milagro.

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Casi 800.000 personas vieron el tuit. Al cierre de esta edición, entre 302 personas consignaron $19.431.500 para tapar las goteras de la casa de Patricia. Además, una cooperativa de arquitectos llamada Coonvite se ofreció a apoyar con los diseños, el presupuesto y una parte de la mano de obra de la remodelación de la casa. Otra persona se ofreció a pagar lo que costaran los materiales. Dos oftalmólogos les han ofrecido consultas y gafas gratis. Otras personas han escrito ofreciendo mercados, neveras, lavadoras.

También, un par de comprometidos funcionarios —ninguno de alto nivel— se ofrecieron a dar asesoría legal e institucional para que ambos quedaran como beneficiarios de los programas sociales de la Alcaldía. Emisoras y canales han buscado entrevistas para replicar la historia.

El lunes, un día después de que el trino se volviera tendencia, llamé a Michel —que aunque hablar le cuesta tanto como caminar, es el vocero de su casa— y le conté. No me creyó. Me dijo que en el pasado alguien ya se había aprovechado de él. Patricia no quiso pasar al teléfono, me pidió que nos viéramos en persona. Nadie que lleve casi medio siglo de sufrimiento está preparado para recibir una buena noticia.

El encuentro fue en una cafetería en San Javier. Patricia llegó con el tapabocas puesto y se fue sin él. La ayuda ha sido tanta que los recursos alcanzan para tapar las goteras y algo más: además de reformar la casa, comprarán un vehículo eléctrico para Michel, un carro de comidas rápidas y donarán una parte a la mesa de seguridad alimentaria de su comuna. Se inscribirán a un programa de emprendedores de la Secretaría de Inclusión y cambiarán de gafas.. Twitter hizo su magia

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