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El mal negocio de las colombianas trabajadoras sexuales en Aruba

  • Este es el bar Latin Passions en la ciudad de San Nicolás, Aruba. FOTO Cortesía
    Este es el bar Latin Passions en la ciudad de San Nicolás, Aruba. FOTO Cortesía
  • En el interior del carro de la Policía de Aruba van Sandra y Catalina, antes de ser dejadas en libertad. FOTO Cortesía
    En el interior del carro de la Policía de Aruba van Sandra y Catalina, antes de ser dejadas en libertad. FOTO Cortesía
06 de julio de 2016
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A Catalina y a Sandra* les prometieron que se podían ganar hasta 100 millones de pesos en solo tres meses. Lo único que tenían que hacer era viajar a Aruba y trabajar ocho horas diarias como damas de compañía en un bar ubicado en San Nicolás, la única ciudad de la isla donde es legal ejercer la prostitución y que está ubicada en el extremo opuesto a las playas de catálogo y a los hoteles de lujo.

A Sandra, la oferta se la hizo una amiga de una amiga con la que a veces salía a “hacer las vueltecitas”, que supuestamente ya había estado en Aruba y había traído un buen botín. Le sonó el negocio. Aunque es enfermera de profesión y tiene tres hijos, llevaba cuatro meses sin trabajo cuando le hicieron la propuesta. Pensó que con esos 100 millones podía ajustar para comprarse una casa y dejar de pagar arriendo.

“Y obvio las mujeres somos ambiciosas. Yo era la primera vez que hacía eso y será la última, porque resulta que me pintaron pajaritos en el aire”, dice la mujer.

Los trámites para conseguir el permiso de trabajo fueron relativamente sencillos. En dos meses y medio Catalina y Sandra sacaron pasaporte, visitaron la embajada de Holanda en Bogotá -porque Aruba es una de las seis antillas holandesas en el Caribe-, se hicieron los exámenes médicos y firmaron un contrato laboral con un hombre llamado Michel Maduro, quien además les prestó la plata para comprar los pasajes de ida y regreso.

Ellas recibieron un permiso para trabajar en la isla durante tres meses, pero solo como damas de compañía en el bar de Michel Maduro, Latin Passions. La única exigencia era ir todos los jueves a un control médico cercano a su lugar de trabajo y no ejercer la prostitución fuera de San Nicolás (desde 1950 las trabajadoras sexuales están concentradas en este poblado al sur de Aruba).

Con permiso en mano, Sandra y Catalina llegaron a la isla el 8 de mayo de este año, junto con otras cuatro chicas colombianas que iban a trabajar en el mismo bar. En el aeropuerto las recogió Michel Maduro, las montó en una van y las llevó hasta su negocio. “Nos mostró las habitaciones y nosotras con la ilusión de que íbamos a estar bien. Y pues el bar sí es bonito, las habitaciones bonitas -cada una con su baño-, estaba pintado y todo eso, pero con los días el tipo empezó a cambiar. O como decimos los colombianos, empezó a pelar el cobre”, asegura Catalina.

Apenas se bajaron del avión cada una de las seis mujeres ya le debía a Maduro 2.200 florines de los tiquetes de avión y el permiso de trabajo, además de otros 400 florines de impuestos que cobran las autoridades de la isla. La primera semana tuvieron que pagar otros 300 florines en exámenes médicos que exigen a las mujeres que ejercen la prostitución en Aruba.

En total, Sandra y Catalina le debían cada una a su jefe 2.900 florines, que al día de hoy en Colombia son alrededor de 4’730.000 pesos, sin contar los 100 florines diarios (160.000 pesos) que le cobraba Maduro a cada una de sus damas de compañía por el alquiler de la habitación, que les servía como dormitorio y lugar de trabajo al mismo tiempo. “Eso sí me parecía mucha falta de higiene. Que donde uno duerme -para Sandra su cama es sagrada- tenga que servir también para estar con los hombres”.

En un mes, que fue el plazo que Maduro les dio para pagar la deuda, Sandra y Catalina ya se habían gastado 3.000 florines en el alquiler de la habitación y otros cien en las revisiones médicas de los jueves. Además, tenían que comer y mandar plata para sostener a sus hijos en Colombia. Bajita la mano, en el primer mes debían 7.000 florines, pero a cada cliente le cobraban solo 50 por media hora de servicio. Así, para que su negocio dejara algún peso de ganancia, las colombianas tenían que satisfacer a 140 hombres en un mes, más o menos a cinco cada día.

El problema era que, según Catalina, al bar de Michel Maduro “no entraban ni las moscas. Queda en una calle sola, una calle muerta donde no pasan carros ni pasa nada”. En un día bueno cada mujer se “cuadraba” con tres clientes, o sea 150 florines de los cuales 100 eran para el dueño de la casa.

Y no es que a las mujeres les faltara compromiso. Michel Maduro asegura que él tiene en su casa a ocho damas de compañía que trabajan ocho horas diarias, como en cualquier profesión, y que sólo le tienen que pagar los 100 florines diarios del alquiler de la habitación. “De resto, cada mujer trabaja y hace con su plata lo que quiera, porque aquí no son presas”.

Sandra y Catalina, en cambio, afirman que las mujeres del bar Latin Passions trabajan más de 12 horas diarias.

“En el bar nos acostábamos a las 5:30 de la mañana y nos levantábamos tipo 11. Nos hacíamos abajo en la salita a “rejiar”, como dicen acá, pendientes de que pasaran los carros para conquistarlos. A veces entraban extranjeros, pero la mayoría eran arubeños. Casi todo el día estábamos bajo el sol, porque la carpa no tapaba mucho. Estamos todas negritas. Cuando salía algún “cuadre” lo llevaba uno para la habitación donde uno duerme, porque no había otras habitaciones disponibles. Sino, nos quedábamos abajo “rejiando” hasta las 5 de la tarde. Descansaba una horita, a las 6 me organizaba y a las 7 de la noche salía al bar, donde estaba hasta las 5:30 de la mañana. Y así transcurrían todos los días durante mes y medio. La misma cosa, la misma cosa”, cuenta Sandra.

“Todo lo que nos comíamos nos hacía daño. Mucho dolor de cabeza. Bajamos de peso. Un estrés impresionante. Nos daba por llorar. ¿Qué más maltrato sicológico quieren, por Dios? -se pregunta Sandra-, porque uno veía que pasaban las horas y no pasaba la gente, no pasaban los hombres, uno no se “cuadraba”. Prácticamente yo trabajé solo para él, para pagarle la deuda y para pagarle la casa, y para medio comer. Hubo días en que aguantamos hambre”.

Así, después de 45 días, Catalina todavía le debía plata a Maduro. “En la madrugada del lunes 27 de junio me volé. Él me dijo ese día que no me podía tener más en el bar, que mirara cómo conseguía la plata para cambiar el tiquete. Le dije que yo no tenía un peso para ir a Colombia, que no tenía dinero para comer. Que salía a trabajar en el día y salía a trabajar en la noche”.

Sandra acompañó a su amiga, porque para ella tampoco era rentable y no se quería quedar sola. No tenían plata y en la aerolínea no quisieron cambiar la fecha del vuelo de regreso porque los aviones estaban llenos. Unos conocidos les dieron posada, pero entonces Michel Maduro las denunció, pasó sus fotos a los periódicos de la isla y la policía empezó a buscarlas.

El viernes pasado Catalina y Sandra se entregaron voluntariamente a la policía con la esperanza de que las deportaran a Colombia, pero les dijeron que ellas tenían que poner la plata para el pasaje de regreso y les dieron plazo para salir de la isla hasta el lunes 4 de julio. Eso sí: “nos advirtieron que no nos querían ver en la calle en una esquina, porque ahí sí nos metían al calabozo”.

En el interior del carro de la Policía de Aruba van Sandra y Catalina, antes de ser dejadas en libertad. FOTO Cortesía
En el interior del carro de la Policía de Aruba van Sandra y Catalina, antes de ser dejadas en libertad. FOTO Cortesía

El lunes, sin embargo, las colombianas no tenían plata para el pasaje. Según ellas, Michel Maduro volvió a denunciarlas y les pidió a las autoridades que las llevaran al bar mientras él conseguía cambiar el tiquete de avión, porque él era el responsable de ellas dos mientras estuvieran en la isla. “Les dijimos que preferíamos estar en un calabozo que ir a trabajar ahí”, dice Sandra.

Por ahora, las mujeres están a la espera de que la aerolínea cambie el tiquete y puedan regresar a Colombia, donde tendrán que empezar de cero. No quieren que sus familias sepan qué estaban haciendo ni que sus hijos se avergüencen de ellas. Catalina y Sandra contaron su historia para que otras mujeres aprendan de su ejemplo y no vivan “ese infierno”, ni caigan en las manos “de ese tipo”.

Colombia es el mayor exportador de prostitutas a Aruba

Según el estudio “Los fundamentos de la prostitución colombiana en Aruba”, publicado en la revista Principia Iuris en el primer semestre de 2010, la mayoría de trabajadoras sexuales de San Nicolás son de nacionalidad colombiana.

En 2008, de un promedio de 112 prostitutas legales que ejercían en esa zona de la isla, 67 eran colombianas: 17 de Cundinamarca, 14 de Antioquia, 14 del Valle del Cauca y el resto de otros departamentos como Santander, Risaralda, Meta, Huila, Bolívar, Caldas y Atlántico. No hay datos más recientes pero, de acuerdo con Sandra, la tendencia se mantiene. Además, el estudio confirma la historia que contaron Sandra y Catalina.

Vea aquí el estudio

“La tarifa es de 50 a 75 florines la media hora. Con base en un precio de 75 florines se puede deducir que para haber generado 20.000 florines (lo que se gastan en estadía, pasajes, médicos y comida) la mujer tuvo que haber tenido sexo con 267 hombres durante su período de estadía de 90 días, siendo tres hombres al día. En este cálculo no ha sido considerado el dinero que la mujer necesita para cubrir la manutención de sus hijos en Colombia, o el dinero que necesita para pagar sus gastos y/o deudas en Colombia. Se estima que para cubrir todos los gastos en Aruba y en Colombia la mujer debe tener sexo con seis hombres al día. Todo lo que haga por encima se puede considerar ganancia.

“Es muy tentadora la conclusión que teniendo sexo con seis o siete hombres cada día la mujer habrá resuelto sus problemas financieros e incluso quizás haya quedado con una ganancia. La realidad, sin embargo, es distinta. San Nicolás tiene 28 bares. Cada uno puede albergar a cuatro mujeres. Esto quiere decir que, funcionando los bares a capacidad completa, hay en un determinado momento 112 mujeres en San Nicolás. Significa que, para que todas las mujeres puedan servir y cobrar un mínimo de seis hombres al día, debe haber cada día 672 hombres que las visiten. Es una probabilidad diabólica”.

*Los nombres fueron cambiados para proteger a las fuentes

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