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Tal vez seducidos por los números redondos o por la innata tendencia a ajustar cuentas, se ha hecho usual en la política evaluar a los gobiernos a sus primeros 100 días. Si fuera por tiempo, este apenas representa el 6 % de un período de cuatro años. En realidad es, como también es la política, un acto simbólico. Una primera fotografía del ambiente que rodea a un presidente. Y si ese es el caso, la de Guillermo Lasso en Ecuador revela un cielo azul con nubarrones negros al horizonte.
El presidente se regodeó en las últimas horas de su mayor logro, en el que concuerdan detractores y amigos. “En 100 días le dimos la vuelta a un ambiente de escasez de vacunas, vacunas VIP, de vacunas preferentes, a un ambiente de abundancia de vacunas”, dijo en un acto en la casa presidencial. En 100 días, Lasso puede decir que su administración ha logrado vacunar a casi diez millones de ecuatorianos (de una población de 17 millones) con una dosis, y más de ocho millones ya tienen su esquema completo de protección.
“Frente a lo que tuvimos con Lenín Moreno, cualquier cosa podía haber sido un éxito, pero esto realmente ha funcionado bien”, detalla Arturo Ruiz, abogado y analista político ecuatoriano, “siempre hay dificultades, pero la línea general de percepción ciudadana es positiva. Ese tema y su política medioambiental han sido sus mayores aciertos”.
El pasado 5 de junio Lasso anunció una batería de más de 60 medidas que, según dijo, convierte la transición ecológica en una política de estado. Se trata de una propuesta económica que se propone reducir la deforestación e impulsar procesos de desarrollo verdes. “Somos idealistas, pero no ingenuos: ser ético con el planeta es buena política, pero también buen negocio”, dijo entonces, “este es el modelo que impera en el mundo, en los nuevos acuerdos comerciales y en la diplomacia mundial”.
Esa ha sido, además, su propuesta más estructural hasta ahora. “No aprovechó su pico de popularidad natural. A la fecha no ha presentado ninguna propuesta de reforma estructural”, señala Ruiz, “y mientras más avanza el tiempo y más frentes se le abran, será más difícil que lo haga”.
Sus primeros 100 días, de hecho, ya también muestran rupturas. En el primer día de votaciones de la Asamblea Nacional, la alianza legislativa que tenía Lasso se rompió con el Partido Social Cristiano (PSC) del país, el movimiento con el que el líder ganó las elecciones del pasado abril.
“Se alineó entonces con segmentos independientes e indígenas que no son sus socios naturales. Lo que va a terminar pasando es que, al no tener la misma visión de país, eso va a romperse. Ya hemos visto ciertos impases”, explica Ruiz. Impases como el del pasado 12 de agosto, cuando Lasso vivió sus primeras protestas nacionales, lideradas en su mayor bloque por la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas del país.
“Lasso ha decidido transitar, sostener y defender las políticas de su antecesor, bajo la vigilancia del FMI”, reclamaron los indígenas, que exigen el congelamiento del precio de los combustibles. “Respetamos y valoramos a todas las organizaciones políticas y sociales, pero este Gobierno ha inaugurado una nueva forma de hacer política”, respondió entonces Lasso, “(..), siempre promoveremos el diálogo con todos pero este debe ser propositivo y jamás impositivo”.
Ha sido eso, su ánimo de diálogo, lo que no parece estar claro. “Al inicio fue una constante el uso de la narrativa `gobierno del encuentro´. Hoy se usa con menos énfasis”, explica Andrés Seminario, comunicador y estratega político ecuatoriano, “la expectativa en el tema salud fue cumplida y era una visión de todos. Ahora esa unión no está clara del todo y no hay consensos”.
Lo más seguro, concuerdan ambos analistas, es que las costuras del gobierno se tensionen cada vez más en nuevos frentes. Los indígenas y sindicatos han anunciado que no abandonarán las calles y Lasso no parece estar dispuesto a dar el brazo a torcer. A sus primeros 100 días, el presidente mantiene una credibilidad en su palabra del 63%, dice la última encuesta (agosto) de Cedatos. Superado el primer “pare” simbólico, a Lasso le espera el corte de cuentas, ya más duro y ácido, de su primer año liderando Ecuador