Es lo que nunca un 31 de diciembre cuando suenan las doce sabemos. Siempre me ha invadido un interrogante: Cuando cumplimos años o despedimos uno; celebramos uno más de vida, ¿o uno menos?, de cualquier manera ese es el día del año que más reflexiono, es mi forma de vivir esas veinticuatro horas.
Pero también en comprender que si Dios nos deja partir de esta vida terrenal porque nuestras células naturalmente mueran, mas nunca por la violencia, intolerancia o una enfermedad terminal, solo debemos pensar o interesarnos en hacer lo que más nos gusta cada minuto.
Depende del punto de vista que lo miremos, el vivir bien y dignamente siempre dependerá del camino que libremente tomemos, y eso solo los sabemos cada uno de nosotros ya que nadie lo ve; es lo más íntimo que tenemos, y lo llevaremos en nuestro interior hasta la posteridad.
Si como reflexionamos en este último día, en todos los demás del año lo hiciéramos, seguramente el cambio de calendario no notaremos.
Solo la salud y deseos de un decoroso vivir ameritan el tener unos años más. El vivir bien o mal no solo se mide por tener la barriga llena y el bolsillo repleto. Sino por el trayecto recorrido para que nuestra barriga y nuestro bolsillo tan merecido premio tengan y también de valores permanezcan por siempre.
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