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TIRAR LA PIEDRA

  • FRANCISCO SANTOS | FRANCISCO SANTOS
    FRANCISCO SANTOS | FRANCISCO SANTOS
23 de junio de 2012
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Otro sainete. Otra reculada. Otra deslealtad. El carácter del gobierno de Juan Manuel Santos queda perfectamente perfilado con el megadesastre político en que se convirtió la reforma a la justicia.

Empecemos por el sainete. Una reforma mala, pésima, que se convierte en un tema de honor para el Presidente y que contrariando su pragmatismo decide sacar adelante al costo que fuera. O como me dijo un analista el gobierno, se dejó meter cinco goles para poder meter uno. Se dejó, ayudó, facilitó y metió los goles para mantener gobernabilidad, para tener al Congreso engrasado (además de los puestos con los que los tiene en el bolsillo) y así facilitar su agenda legislativa el próximo año y consolidar el apoyo total de los políticos de la unidad nacional a su reelección. Un sainete en el que sacan al ministro del Congreso (¿alguien se cree ese cuento?), en el que el gobierno engaña a los magistrados del Consejo de Estado, en el que otros magistrados de la Corte Suprema hacen lobby para prolongar su período y otros más, los del Consejo Superior de la Judicatura, pelean por no desaparecer y se apuñalean entre ellos para salvar una sala u otra. Sainete que termina con un Presidente y sus medios como caja de resonancia, lavándose las manos de un desastre que es en gran parte culpa suya.

Del sainete pasemos a la reculada. Ya es tan característica que Juan Carlos Pastrana trinó al medio día antes del discurso del Presidente: "se inicia conteo regresivo para el reversazo de JMS". Desde el paro de los camioneros, pasando por la reforma de la educación o el aumento en la edad para pensionarse, Santos tiene ahora una bien ganada fama de dar marcha atrás cuando enfrenta dificultades. Otra vez lo hace, a destiempo además, y en contraste con la firmeza y a veces terquedad de su antecesor, el actual Presidente parece una gelatina. Diversos sectores, entre ellos la guerrilla, tienen claro cómo medirle el aceite al primer mandatario de los colombianos.

Y la deslealtad, que ha sido una característica del gobierno, que inauguró al nombrar como ministros a los enemigos de quien lo hizo Presidente, Álvaro Uribe Vélez. Ya la historia de Vargas Lleras, Restrepo y Pardo es ampliamente conocida. O los codazos políticos de Vargas Lleras en contra de su colega de gabinete Beatriz Uribe, que fueron premiados al nombrar ministro de Vivienda al primero y sacar por la puerta de atrás a la segunda. Pero escuchar a su vocero en la radio, Julio Sánchez Cristo, trapear con Simón Gaviria, el más leal de los santistas en el Congreso y cuyo pecado fue decir que el ministro de Justicia se estaba lavando las manos, muestra que para el jefe de Gobierno y sus áulicos solo la defensa incondicional basta. No importa que el presidente de la Cámara de Representantes sea hijo del Presidente que le dio su primer puesto ministerial, o que César Gaviria hasta haya sido el padre putativo político de Santos. No, se sacrifica al que sea con tal de salvar la cara del Presidente ante la opinión pública de un descalabro político que es suyo.

¿Quién embarcó a Santos en este desastre? ¿Quién lo aconsejó mantener la caña ante tanta evidencia del error que se estaba cometiendo? Tuvo muchas oportunidades de enterrar una reforma que arrancó mal y que se desfiguró a cada paso. Ahora, cuando había que mostrar la grandeza en el error, el Presidente Santos prefirió tirar la piedra y esconder la mano. Y el país enfrenta una incertidumbre institucional que no vivía hace décadas.

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