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Si quieres, puedes limpiarme

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19 de enero de 2012
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Al comienzo de su evangelio, Marcos habla de un leproso. La lepra es una enfermedad infecciosa crónica que cubre la piel de pústulas y escamas y lesiona el sistema nervioso, por lo cual el leproso vive aislado, proscrito de la sociedad.

La fantasía no encuentra más desdoro en la apreciación de una situación.

Por vivir aislado, el leproso tiene mucho tiempo para meditar, para hundirse en el pesimismo y la amargura o para alimentar la confianza en sí mismo, fruto de la confianza ciega en el que lo puede limpiar.

Se da cuenta de que Jesús pasa y que basta con ponerse de rodillas ante él con el corazón en los labios: "Si quieres, puedes limpiarme" (Mc 1, 40). Jesús, "compadecido de él, extendió la mano, lo tocó y le dijo: 'Quiero; queda limpio'. Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio" (1, 41-42). El leproso determinó la eficacia de la acción de Jesús.

Conmueve el encuentro de dos seres antagónicos, uno por sucio y otro por limpio. El sucio se desvive por volverse limpio, y el limpio por dejar limpio al sucio. Me admira ver cumplido el deseo de los dos.

Hay una lepra del cuerpo y una lepra del alma, una suciedad del cuerpo y una suciedad del alma. Cada uno conoce por instinto lo que le pasa. Los dos hombres que se encuentran, saben cómo están. La limpieza termina por triunfar.

La actual crisis económica mundial es la manifestación de una lepra, la suciedad de la codicia. El dios dinero se ha implantado en la vida de los hombres, con todos los estragos de la lepra, comenzando por el de no reconocer la suciedad, continua tentación del corazón.

La codicia hace al hombre esclavo de las cosas, volviéndolo cosa entre las cosas, lejos de su dignidad.

La Biblia dice que Dios hizo al hombre poco inferior a los ángeles, lo coronó de gloria y dignidad, le dio el mando sobre las obras de sus manos, todo lo sometió bajo sus pies (Salmo 8).

El leproso aprovecha su situación para afianzar la grandeza de su vocación, y así descubre la oportunidad de ser lo que está llamado a ser, un hombre limpio de corazón, es decir, un enamorado, pues la limpieza de corazón no se da por menos que amor.

Como el leproso del evangelio, cambio la suciedad de la codicia por la limpieza del amor.

Monticelo, Centro de Mística

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