Los cargos de gobernador y alcalde son de suma responsabilidad. Deben ser ejercidos por personas idóneas, carismáticas y, en especial muy humildes, para aceptar sugerencias, recibir asesorías y aceptar con objetividad, sin cálculos políticos personales en busca de réditos a futuro, las propuestas y soluciones que en verdad les convengan, a mediano y largo plazo, a sus gobernados.
Los seres humanos tienen calidades y aspectos que deben mejorar, nunca son perfectos; algunos se dejan llevar por la vanidad y consideran que son los únicos que pueden cambiar las costumbres políticas; la soberbia en las acciones como candidatos se traduce en ceguera cuando gobiernan.
Quienes ya probaron las mieles del poder, conocen el sabor adictivo del mismo y, como adictos, quieren mantener satisfecha esa ansia; hacen las jugadas necesarias para conseguir reconocimiento.
Las alianzas, la sacada de la ropa sucia y, en fin, toda esa clase de triquiñuelas, son válidas para alcanzar el objetivo. No se detienen ante nada, puesto que para ellos cualquier herramienta es útil, y si es necesario usarla la usan sin meditar cuánto daño hacen y qué consecuencias tendrán para la vida futura de sus oponentes.
Así como se comportan en campaña gobernarán. Sus órdenes se cumplen y a nadie se le permite disentir o sugerir cosas diversas.
La unión lograda por Uribe en su mandato alrededor de sus tesis de la Seguridad Democrática mostró cuál es la mayor necesidad del pueblo colombiano, agobiado durante muchos años por la violencia.
Ninguna generación ha vivido en paz desde que nos independizamos, por eso es que no podemos desperdiciar esa experiencia en ocho años de gobierno efectivo y productivo.
Los candidatos que apoya el Presidente Uribe tienen las calidades humanas, el intelecto y la preparación suficientes para desempeñar con mucho éxito esos cargos de Gobernación y Alcaldía de Medellín.
Tienen humildad, cualidad básica para un dirigente, ya que les da la capacidad de escuchar, analizar y decidir sin cálculos personales sobre su futuro político.
El humilde alcanza logros reales, sensatos, ciertos efectivos y progresistas, atiende y se comporta como igual sin dejarse llevar por el orgullo y tiene la serenidad que le permite valorar las diversas opciones que se pueden presentar para tomar una decisión.
El soberbio, por el contrario, es ciego ante las sugerencias, se deja llevar por sus propias ideas sin escuchar y mucho menos reconocer sus equivocaciones.
Postre: Al paso que vamos, muy pronto veremos en el Senado, dando lecciones de moral y buenas costumbres, a los alias Cano, Timoleón, Granda y sus compinches.
Para estos hay perdón y olvido y quienes nos defienden están encarcelados.
¡Qué desatino!
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