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Que no todo sea según las cabañuelas

13 de enero de 2010
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Siempre me ha inquietado la "prudencia" de algunas personas para empezar un buen año, especialmente en aquellos que bajo los parámetros de la superstición miden rigurosamente sus acciones los 12 primeros días de enero, así los otros 19 estén llenos de despropósitos, o simplemente pasen como si nada pudiera pasar. Es como si sus vidas tuviera un nuevo rumbo partiendo de la minucia aplicada a la docena de días, de resto? que se venga lo que bien le parezca al destino, aunque éste, casi siempre, tenga previsto cada cosa.

He oído que incluso muchas personas escriben con rigor lo que harán ese tiempo para que se multiplique el resto del año; por eso deciden viajar el primer mes, trabajar intensamente el segundo, perdonar el tercero, enamorarse el cuarto hasta que queda un boceto de lo que en definitiva sería un año perfecto.

La vieja tradición de las cabañuelas, que en un principio era utilizado por los campesinos para medir cómo se comportaría el clima el resto del año, ya más que aciertos lo que deja es una bella tradición que muy probablemente caerá en desuso dado que ni siquiera los modernos equipos atmosféricos pueden calcular con certeza un aguacero. El planeta está tan alterado que si los expertos dicen que hará calor lo mejor será llevar paraguas.

Pero bueno, volvamos a esos 12 días que la gente calcula y cuida para que le vaya bien el resto del año, para que todo sea prosperidad. Hace poco un amigo me contó que él creía mucho en eso y que por tal razón durante esos días no dejaba que le faltara plata en el bolsillo, trabajaba un poco, salía de paseo con la familia y con su novia, iba a cine, se cuidaba mucho de enfermarse, en fin, hacía todo lo posible para que cada cosa se replicara el resto de los meses.

El asunto es que justo ayer me llamó (la temporada de planeación había concluido) y bastante preocupado me dijo lo que le había ocurrido durante los primeros días del año. Para empezar me contó que se le había dañado el computador el primero de enero, le habían clonado la tarjeta débito el dos, lo partieron el tres porque olvidó el pase y le robaron el poco efectivo que le quedaba en el bolsillo el cuatro después de discutir con su novia en una calle obscura del barrio Laureles. No me contó más, sólo esperaba que esta vez las cabañuelas no se dieran.

La verdad me reí mucho a costa de mi desafortunado amigo, así en caso de que el destino también crea en las cabañuelas este año para él sea fatídico. Pero la verdad no creo que eso sea cierto, de lo contrario y en caso de darle credibilidad a esa tradición, este año para Colombia tampoco sería bueno porque probablemente nos iríamos a la guerra con Venezuela, la guerrilla seguiría tomándose las regiones, los bosques y las reservas se acabarían de una vez por todas por culpa de los incendios, etc. Lo mejor es creer que esos días pasados ya pasaron y que los otros 353 son para que un montón de cosas buenas también ocurran. El destino no siempre trae desgracias. Velas blancas, muchas velas blancas.

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