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¡Oh corrupción, oh inmoralidad!

16 de octubre de 2009
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El fiscal Iguarán, en reciente homenaje con motivo de la entrega de su cargo, anotó que fueron los parlamentarios quienes acudieron a los jefes paramilitares en busca de respaldo económico y de votos para apoyar sus campañas. Y ahí empezó la corrupción del Congreso, cuando los mismos paramilitares en una de sus sesiones informaron ante el asombro del país, que su "influencia" ante esa corporación era del 30% de sus miembros. Con estupor se comprobó luego que en la Corte se investigan 57 parlamentarios y 45 en la Fiscalía, o sea 102, que con respecto al total de 268 de Senado y Cámara, equivalen al 38%. Se equivocaron por defecto.

Los precipitados acontecimientos que día a día se presentan en todos los campos, logran que la gravedad del anterior sea superado por la del presente, lo que nos lleva a olvidarlo o a disminuirlo, a pesar que vienen horadando las sanas costumbres de la sociedad.

Es así como observamos con estupor los falsos positivos, los escándalos injustos a los hijos del Presidente, las confusas interferencias telefónicas del DAS, el absurdo y mal intencionado ataque al referendo, el contagio de la crisis económica mundial, la incógnita de la aprobación del TLC, las tensas e incomprensibles relaciones con los países limítrofes de Venezuela y Ecuador, las exigencias inexplicables del narcotráfico etc. Y como si fuera poco, una Corte Suprema que cubre con politiquería sus obligaciones constitucionales que trata de eludir impunemente.

Los partidos políticos presentan, sin excepción, el rasero del desprestigio y ahí afloran por doquier los más condenables escándalos y cambian de juez en busca de gabelas o de prescripciones. Parece que ahí nació el germen diabólico de los cambios de filiación política sin honor y dignidad, que miden la profundidad y convicción de los principios que presumían defender. Es vox populi que en el Congreso se exigen o reciben coimas, puestos o contratos, por cumplir con su deber. Se viene presentando entonces una corrupción sin límites, sin respetar instituciones, sean del sector público o del privado.

En reciente congreso de un gremio económico se hizo una encuesta entre los asistentes y el 93% afirmó que ofrecían o aceptaban peticiones de dádivas a las oficinas o funcionarios públicos, para acelerar u obtener aprobación de sus gestiones. La reciente consulta electoral que se hizo para escoger candidatos de la oposición, merece y exige un análisis frío y profundo. Demostró que la gente no cree en los partidos, ni en sus ideas, que ya no existen, ni en sus jefes porque la opinión que dicen representar ha perdido el respaldo popular. Nadie puede negar que nos acercamos precipitadamente a una verdadera hecatombe.

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