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Los entierros prematuros

LOS PARAMILITARES ACABARON con los sueños de Jhonatan y su microempresa de arepas. Así es el drama de la desaparición forzada.

08 de mayo de 2010
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Cuando abrió de par en par el álbum de las exhumaciones -el álbum de las tristezas- un torrente de imágenes desembocó, de un solo envión, en la cabeza de María Edilma Holguín de Marín. Y, entonces, no aguantó, se desmayó.

Abierta se quedó la carpeta del despacho 45 de Justicia y Paz, con la única foto que le tomaran en vida a Jhonatan Marín Holguín -su hijo- y en la que aparecía con la misma camiseta que tenía puesta el 3 de abril de 2003, el día que tres hombres se lo llevaron de su casa.

El álbum, ese que parece un vademécum de la infamia y que hizo que los 68 kilos de María Edilma se desvanecieran en la silla, mostraba una camiseta manga sisa color morado, cuello rojo, estampada marca RAG . La prenda había sido exhumada, mediante acta "035/08A1FA", el 14 de febrero de 2008, en un potrero del corregimiento de San Cristóbal.

El rostro de María Edilma se decoloró como un papel. Un sudor frío remojó sus manos y un pulso lento y desganado le entrecortaron la respiración. Siete años y 27 días de espera terminaron en shock , en ambulancia y en una gritería de nerviosos que a esa hora del jueves 29 de abril, asistían a una Jornada de Atención a Víctimas en el Parque Biblioteca de San Javier.

Jhontan tenía 15 años de edad para esa fecha amarga en que tocaron a la puerta. Eran las 6:00 de la tarde y una ventisca fría rozaba los techos de las casas del barrio Eduardo Santos de la Comuna 13. Después de llegar del colegio, Jhonatan se quitó el uniforme y se lo cambió por la camisilla con la que aparece en la foto.

Subió al tercer piso, a una plancha, donde él mismo había acondicionado una ramada. Era la hora de calentar el carbón para asar las arepas de su microempresa, después de la molienda. Un proyecto que producía 50 paquetes diarios y que le daban, siendo tan joven, tan niño, para comprar el mercado de la casa.

Pasaron algunos minutos antes de que preguntaran por él. Los visitantes llegaron con la excusa de hablar de un torneo de microfútbol, que Jhonatan estaba organizando. Porque, ¿Qué era lo que no organizaba Jhonatan?

Gracias a su precoz iniciativa, la Alcaldía de Medellín había modernizado el parque infantil con "mataculines" y mesitas para jugar ajedrez. Quince días antes el Simpad le había hecho llegar a la casa un overol y un casco amarillo, que lo acreditaban como el "enfermero" de la cuadra.

"A un pelao una vez lo mordió un perro y entonces Jhonatan se fue para la quebrada, arrancó cuatro bejucos y montó una camilla. Así fue que bajaron al enfermo hasta la Unidad Intermedia de San Javier", se acuerda uno de sus familiares.

Por fin, el muchacho que decía que quería ser doctor para curar a la mamá de las arrugas, descendió las escalas con las manos tiznadas por el carbón. Jhonatan era alto para su edad, medía 1,62 metros y según sus amigos, dormía parado: calzaba 40.

Los tres muchachos que lo esperaban lo increparon y le insistieron que los acompañara. Jhonatan giró la cabeza y miró a su mamá por última vez, con esos ojos color chocolate. Una mirada de miedo, seguramente.

Finalmente lo embutieron a la brava a un taxi de placas PIQ-251, dice el expediente. "Él les puso repulsa y lo jalonaron de la camisa. Entonces, un vecino se agarró de la puerta del taxi, pero el carro arrancó y ya se tuvo que soltar", cuenta alguien cercano al hecho. Doña Edilma lanzó un grito seco hacia la calle, hasta que el taxi se hizo chiquito.


¿Dónde está la verdad?
"¿Qué le vamos a decir a la Unicef? ¿Qué les vamos a decir cuando nos pregunten por los niños que perecieron en esta guerra?", se pregunta, en un acto muy sincero, la coordinadora del grupo de Identificación de NN del CTI, María Mercedes Palacio.

Se cuestiona porque pese al colosal esfuerzo de la Alcaldía de Medellín, de la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía y del CTI, no ha sido fácil desenterrar todos los cuerpos que dicen están sepultados en los despeñaderos de Medellín.

En parte porque la información es dispersa y no se sabe, a ciencia cierta, el número de víctimas. Ese es el sabor que queda luego de hablar con Adriana Arboleda, abogada de la Corporación Jurídica Libertad.

"En Medellín, en los últimos 10 años, se puede hablar de más de más de 300 desaparecidos (108 en la Comuna 13). Pero aquí hay tumbas por todos lados. Lo que pasa es que yo no me atrevería a decir cuántas ni dónde", dice.

Los comentarios de las víctimas están mediados más por el dolor. "Le dicen a uno, vea, yo soñé que estaba enterrado en tal parte y resulta que uno va y es un sitio que el desaparecido visitaba cuando era niño. No tenemos un material probatorio con mucha contundencia", cuenta Jaime Carrión, uno de los funcionarios de la Personería de Medellín que más ha estudiado el tema.

Hace dos semanas, llegó información sobre el paradero de supuestas fosas en el barrio Santo Domingo. Se hizo el operativo y participaron criminalistas, antropólogos y todo un equipo especializado. Efectivamente encontraron los restos, pero el laboratorio determinó lo inesperado: que eran protuberantes piezas óseas, pero de un perro y una vaca.

El mismo día y a la misma hora que María Edilma caía inconsciente en la camilla, un equipo de excavaciones del CTI se devolvía con las manos vacías de La Escombrera, aquel emblemático cañón en el que los paramilitares del Bloque Cacique Nutibara ajusticiaban a sus víctimas.

Además, las pesquisas han develado que no todas las desapariciones son forzadas. De 413 expedientes que el año pasado revisó la Personería, sólo 24 revestían dicha característica. Sin contar lo que, por miedo, aún no se ha denunciado. Se trata de un río de hechos ciertos, pero que desembocan en un mar de informaciones desvaídas, como lo confesó un funcionario consultado.

Ahora, no quiere decir que no se haya hecho nada. Albeiro Chavarro, fiscal de Justicia y Paz, una unidad que en Antioquia ha exhumado más de 600 cuerpos, saca a colación que sólo en la Comuna 13 y del año 2006 para acá, se han extraído 35 cadáveres. De ese número se han identificado 15.

Y, ¿los responsables?
María Edilma amaneció sentada en un mirador cavilando y preguntándose dónde podría estar Jhonatan. Miraba para el morro a ver si oía gritos o un disparo. Pero no, toda la noche fue así, en silencio. A la madrugada no se aguantó más, tomó un taxi y arrancó rumbo a la loma.

Lo primero que dijeron los "muchachos", era que a Jhonatan se lo habían arrastrado los de la guerrilla, asunto improbable por aquellos días. Al día siguiente, María Edilma regresó. "Se arrodilló y se le prendió de las manos a uno de los paramilitares. - Yo no tengo plata pero dígame cuánto cobra para que me entreguen el niño - imploraba María Edilma", dice un testimonio.

Fue tanta la insistencia, que la familia de Jhonatan llegó hasta la casa del comandante de la zona, alias "King Kong". Pero el hombre pidió que regresaran más tarde porque, según él, andaba muy ocupado.

"Los invitamos a fresco y nosotros bregando a sacarles información. Pero desde ese día nos dieron a entender que Jhonatan no estaba vivo, que porque había mucha gente envidiosa que no podía ver que alguien estuviera prosperando".

La prosperidad de Jhonatan era una bicicleta. Un caballito de poca estirpe pintado de gris y acondicionado con una caja de madera. Antes de la empresa de arepas, en la bodeguita cargaba 300 bolsas de jugos que repartía en San Javier. No le iba mal pedaleando por las cumbres convulsas del Eduardo Santos.

En una de las versiones libres que rindió desde Estados Unidos, Diego Fernando Murillo, alias "Berna", mencionó a "King Kong". Existe, además, una decena de testimonios que lo relacionan con ajusticiamientos en La Escombrera. Pero ese es otro tema.

Basta decir que se trata de un inmenso paraje que alberga 4 millones de metros cúbicos de material, desde donde se contempla San Javier La Loma, La Quiebra, La Divisa y San Cristóbal. Los aledaños aún se acuerdan de haber visto subir por las escalinatas hombres condenados a muerte.

"Escuchaba uno la bulla de la gente, ve, que por allá llevan a fulano, pa' donde sabemos. Luego íbamos y veíamos la horma de los huecos, porque usted sabe que un hueco se abre y se vuelve y se tapa, pero con el agua va bajando", dice un vecino del lugar.

Pero de "King Kong", quien en una investigación del Instituto Popular de Capacitación (IPC) es identificado como Wílmar, no se volvió a saber. Para Fernando Quijano, director de la ONG Corpades, el hombre fue asesinado. Eso dicen los indicios.

Pero para Adriana Arboleda, está por verse que el "King Kong" que apareció abaleado cierto día en Castilla sea el "King Kong" de la Comuna 13. Comenta que del Bloque Cacique Nutibara pocos pasaron a Justicia y Paz. "Berna" y otras personas. Nada más. Después han aparecido otros. "Pero después te darás cuenta que casi todos se desmovilizaron con la Ley 782, mejor dicho, eso fue perdón y olvido", dice.

Lo que no se olvida es la estampa de Jhonatan galopando sobre el lomo de la bicicleta, en medio de las balaceras. "Lo recuerdo como si fuera ayer. Era un Día de la Madre y él había comprado unos girasoles. Pero a la casa llegó sin nada. Lo único que dijo fue: ay mamá, del susto los boté".

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