Desde los tiempos de Simón Bolívar están buscando que, para el bien de las comunidades ribereñas y de la economía nacional, el río Magdalena sea navegable. Por eso, el retraso de seis meses para el inicio de la licitación del proyecto, que dirige Cormagdalena y con el que va tras un milagro, generó una nueva incertidumbre que se acabó esta semana cuando quedó en firme el inicio de la licitación, que se adjudicará en julio.
Un siglo después, entonces, la Corporación será la responsable de que en 2019 puedan transitar convoyes de 7.200 toneladas cada uno, equivalentes a 250 tractomulas una detrás de otra, con los que se espera movilizar al año 500 millones de toneladas. Mientras eso sucede, hoy se movilizan por el río un millón y medio de toneladas y solo pasa un convoy por día.
Como lo explicará a su llegada a Mompox, Augusto García, director de Cormagdalena, el retraso de seis meses para el inicio de la licitación obedeció a requerimientos adicionales del Ministerio de Hacienda debido a que es la primera vez que se utiliza la figura contractual de Asociación Público Privada, APP, para obras en río, por lo que se buscó, entre otras cosas, que hubiese consenso en los pliegos de licitación.
Horas antes de que el director explicara esto y entrara en detalle de cómo se realizarán las obras y el impacto que tendrán, se montó en una lancha en Magangué, para acompañar a la ministra de Transporte, Cecilia Álvarez, en un recorrido hasta Mompox para inspeccionar el estado del cauce y conversar con la comunidad. Ahí aparece el río grande de la Magdalena con toda su imponencia. Abrumador.
La lancha serpentea en una danza que marea. A veces avanza en línea recta por todo el centro y el trayecto se hace infinito. A veces, como si los 200 metros de ancho del río no fueran suficientes, se recuesta en la ribera en una caricia que asusta. La única explicación para este zigzagueo es la poca profundidad. Los lancheros, con la habilidad que les da el instinto y la vida entera de amoríos con estas aguas, le huyen a las zonas menos profundas para navegar sin riesgo.
Y la caricia asusta porque se ven de cerca la erosión del cauce, el olvido estatal de más de 50 años con unos pueblitos que apenas se asoman, los niños que juegan a los clavados, las señoras que lavan en el lecho, y la soledad y la monotonía de este pedazo de Bolívar y Cesar. Pueblos como Hatillo de Loba, La Gloria, el Banco y Tamalameque llevan décadas esperado que el río, el mayor afluente del país, les haga el milagro, al menos, de tener agua potable, que les lleve el desarrollo.
En cinco años, todo esto cambiará, esa es la promesa. En total, las obras de encauzamiento y dragado impactarán la vida de 57 pueblos ribereños de ocho departamentos ya que se espera que se potencien actividades como la pesca artesanal y el turismo. Es el caso, de Gamarra, en un rincón del Cesar, con 14.000 habitantes de los cuales el 80 por ciento viven de la pesca.
El diagnóstico que hace el alcalde Gabriel Giraldo de su municipio lo resume en una sola palabra: "pobreza". Recuerda que durante ocho años el 80 por ciento del pueblo estuvo inundado y que apenas comienzan a aprobarse proyectos de acueducto y de alcantarillado. La conexión con el centro del país también es una promesa que amaga en convertirse en realidad con el proyecto de carretera Río de Oro-Gamarra que los unirá con la Ruta del Sol.
"La navegabilidad del río nos traerá muchas cosas buenas para el municipio. Aquí hay muchas expectativas, sabemos que nos traerá desarrollo. Por ejemplo, en la actualidad tenemos cinco proyectos para la construcción de puertos en los que están algunas de las empresas más importantes del país, lo que nos garantiza como mínimo la generación de empleo", explica el mandatario.
Mompox, por fuera
Tras dos horas de viaje, 40 grados centígrados de un calor pegajoso, la modorra de las 4:30 de la tarde, la brisa que no aparece y el bullicio de un día de fiesta, emerge Mompox con más ruido del habitual porque los niños salieron en comparsa a recibir a la delegación del Ministerio de Transporte. En este municipio, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, no hay agua potable y las obras para el alcantarillado y el acueducto apenas comienzan a verse. Más que eso, la nueva queja, la que se repite en cada esquina, es que quieren el dragado del río. No es más.
La petición se ve clara en un letrero que está pintado en una de las casas más antiguas del pueblo, justo en la calle principal, ahí se lee un letrero que tiene un tímido sarcasmo: "Señores Cormagdalena, gracias por no dragar el brazo de Mompox. Obligados y resignados a ser una región inútil". A esto se le suma la queja del alcalde y del vocero comunal y del líder cívico y de los vecinos: Mompox se quedó por fuera del proyecto de navegabilidad del Magdalena.
El alcalde José Orlando Rojas lo explica así: "El proyecto de navegabilidad es muy importante para la región, pero Mompox quedó por fuera, nosotros hemos insistido en que nos incluyan porque puede crecer la sedimentación y esto traería múltiples complicaciones para los pescadores".
¿Qué pasó? ¿Por qué un municipio ribereño de la importancia de Mompox, con todo el potencial turístico que tiene, no está incluido?
La respuesta la tiene el director Augusto, quien ya está en la sala de uno de los más tradicionales hoteles del municipio, con un ventilador de techo que cortaba el airea, bullicioso, y con el sofoco propio de la tarde se remonta al pasado para explicar que tras la construcción del puente Botón de Leyva que comunica a Mompox con El Banco, no consideraron la opción de que en algún momento el río podría ser navegable y lo construyeron muy bajito, "razón por la cual, aún cuando nosotros quisiéramos poner navegable el río Magdalena a la altura de Mompox tendríamos que tumbar el puente porque hoy en día no pasa un convoy por ahí. A esto se le suma que la navegación podría afectar la muralla".
Al quedar Mompox por fuera del proyecto más prometedor para recuperar la navegabilidad, Cormagdalena está tramitando unos estudios para revisar las condiciones de navegabilidad de lanchas en este sector del río.
El proyecto, su impacto
Según el cronograma y los mismos cálculos que hace Augusto García, las fechas claves para el Magdalena son tres: en julio de este año, cuando adjudiquen las obras; en el primer trimestre de 2015 cuando empiecen a verse los resultados, y en cinco años cuando los convoyes hagan parte de la rutina. El primer sector que se intervendrá será Barrancabermeja-Barranquilla.
Pero entonces, ¿por qué esta vez van a conseguir hacer el río navegable, si se ha intentado durante tanto tiempo?. García se refiere a que en Gobiernos pasados el proyecto se abordó como estrategia política y por eso no funcionó. "La clave nuestra fue que realizamos los estudios técnicos completos con ingeniería colombiana y estadounidense que identificaron lo que había que hacer".
Superado el tema económico y determinadas las obras que se realizarán, ha estado sobre la mesa el debate ambiental que para mucho no está resuelto, ya que los expertos aseguran que el río se convertirá en un canal.
García les responde: "¡El río no va a sufrir ningún cambio, es inmodificable… Lo que haremos es un canal más profundo en el centro del río, que ya existe".
En ese orden, precisa que debido a que esta es una obra de mejoramiento, "porque no vamos a construir un nuevo río", no se requiere de licencia ambiental. Sin embargo, la Corporación está realizando un plan de manejo ambiental que identificará cuál es la fauna y la flora de la región.
Mientras las obras y los ingenieros llegan a la región, la monotonía y la soledad siguen siendo el patrón en estos pueblos. Atrás quedan los pescadores y los lancheros. Los niños que ensayan a ser grandes clavadistas y las mujeres que lavan la ropa en un pedacito de río y los viajeros que se despiden de esa realidad gritando, desde la lancha, adióooos, adióssss.
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