Tras el queso del desayuno, la carne del mediodía, la leche de la sobremesa y el yogurt de la tarde queda una estela de gases que nos está calentando.
Es lo que los expertos llaman la huella de carbono y se refiere a la cantidad de gases que se emiten en la producción de lácteos y carne, que cualquier ganadero puede disminuir con cambios en un asunto clave: la alimentación.
En su discurso la semana pasada en el Seminario Internacional sobre Cambio Climático Global y Ganadería, Arturo Enrique Vega Varón, director ejecutivo de Corpoica, argumentó que en el nivel mundial las emisiones totales de gases de efecto invernadero de la ganadería tienen un volumen superior al del sector de transportes.
En Colombia, informó, la actividad agropecuaria y los cambios en el uso del suelo son responsables de más del 50 por ciento de las emisiones netas anuales. Comparadas en términos de CO2 equivalente, esas emisiones son 7 por ciento mayores que las generadas por el sector de transportes.
El eje central para disminuir esa cantidad está en la alimentación del bovino. El experto en el tema y docente de la Universidad Nacional, Edgar Cárdenas, recomendó incluir las leguminosas en la dieta.
En el medio es frecuente la aplicación de fertilizantes nitrogenados. Las pasturas más exitosas alcanzan a transformar solo el 40 por ciento de ese material y el resto se convierte en óxido nitroso. Las leguminosas serían una opción para no aplicar esos fertilizantes.
La importancia de reducir ese óxido radica en que en términos de calentamiento es 296 veces más potente que el CO2.
Para Luis Alfonso Giraldo, experto y docente de la Unal en Medellín, ese es el punto negativo de la fertilización nitrogenada pero el positivo es que mejora la calidad del forraje para la rumia y disminuye la emisión de metano, 23 veces más potente que el CO2 en términos de calentamiento. El objetivo es realizar estudios científicos para determinar cuál es la mejor opción.
Otra clave está en los sistemas silvopastoriles. Luis Alfonso Giraldo aseguró que es una estrategia que sirve para mitigar y adaptarse al cambio climático.
Consiste en involucrar pastos, árboles y animales de manera integral. El pasto que crece bajo la sombra de un árbol tiene más proteína y es más digerible y por lo tanto aumenta la producción de carne y leche.
El sistema permite la adaptación porque la sombra disminuye entre 4 y 6 grados centígrados el calor que reciben los animales disminuyendo el estrés calórico. Mitiga porque los árboles capturan el CO2 y lo almacenan en su biomasa.
En Colombia no se conocen datos claros de la huella de carbono de la producción, pero se calcula que una vaca emite al día entre 25 y 28 litros de metano, que se generan por su proceso digestivo y evacua en mayor parte por la respiración.
La cifra se debe multiplicar por las cerca de 23 millones de cabezas de ganado que hay en el país, sin olvidar que el objetivo del Gobierno es duplicarlas. Por eso los expertos consideran que se deben implementar estrategias que mitiguen las emisiones para que no se convierta en un indicador contra las exportaciones: algunos países dejaron de importar carne de Brasil por la huella de gases.
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