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Lecturas en Medellín

¿Qué tal nos va en temas de lecturas en la ciudad? Los expertos dicen que va bien. No hay mediciones.

  • ilustración Elena ospina
    ilustración Elena ospina
14 de septiembre de 2016
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La cifra la repiten como un casete rayado: que en Colombia apenas se leen 1.9 libros al año. No más. Un número nacional, que no mira las individualidades de cada región o ciudad. ¿Cuánto se lee en Medellín, por ejemplo?

En la encuesta de percepción Ciudadana de Medellín Cómo Vamos, el resultado fue que en 2015 el promedio de libros leídos por personas mayores de 18 años fue de 0.65 y en 2014 de 0.9. Disminuyó.

Esto lo acompaña una pregunta: “¿En cuál o cuáles de las actividades descritas en esta tarjeta participó usted en el último año en Medellín?”. La respuesta de leer libros es de 15.10 % en 2015 y 16.47 % en 2014.

Esa actividad está discriminada con leer periódicos y revistas, que se lleva el 15.50 % para el año pasado y 17.64 % para hace dos años. Están entre las actividades más altas que son cine y ferias. En la primera se entrevistaron a 1.521 personas, en la segunda a 1.503, todas mayores de edad, de estratos del 1 al 6.

La cifra sería más alarmante que la nacional: ni siquiera un libro al año para 2014, solo un poco más de la mitad para 2015. No se ha hecho 2016.

Aunque sobre la Nacional, el mismo presidente de la Cámara Colombiana del Libro, Enrique González, ha señalado en otras ocasiones que la medición colombiana castiga, porque se le pregunta a la población en general, mientras en otros países se mide con la población lectora.

La de Medellín, y es importante precisarlo, es una encuesta de percepción, y los expertos en lectura no la tienen muy en cuenta. Muchos coinciden en que no hay una medición más precisa (con otros factores) que pueda decir qué tal va Medellín en lectura.

Herman Montoya, coordinador del Plan Municipal de Lectura, precisa que no hay un instrumento para determinar cuáles son los niveles de lectura en la ciudad, porque es muy costoso (el año pasado conversaron con el Dane y valía mucho, explica) y “no es tan fácil ponerse de acuerdo con las preguntas que uno debería introducir, por ejemplo pensar en una encuesta sobre hábitos lectores”.

El coordinador explica que es importante ir más allá de cuántos libros lee habitualmente una persona, en tanto ese es un indicador subjetivo, que pasa incluso por el número de libros que se compran. “No podríamos decir cuántos lee una persona sin introducir el número de préstamos que se hacen en todo el sistema bibliotecario de la ciudad. Son instrumentos mucho más complejos”.

Y aunque faltan muchas cifras, hay unos números importantes, como los del Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín: en agosto se hicieron 90.348 préstamos y consultas y sumando los días que ya han pasado de 2016 se llega a los 713.223.

Amalia Londoño, secretaria de Cultura, precisa que a la secretaría le falta una medición de todo en general, desde la entrada a museos hasta los índices de lectura, si bien con la consciencia de que es muy difícil medir en el tema cultural, que es más cualitativo. “Las encuestas deben ir más hacia qué lee la gente”.

Las lecturas

Del tema entonces se desprende que la lectura no hay que limitarla solo a los libros. Amalia comenta que es importante poner sobre la mesa nuevas narrativas y tener en cuenta a esos otros lectores que no leen libros, pero sí otros formatos y narrativas que les ayudan a formarse según sus intereses de vida.

Es más, ser un buen lector no es simplemente leer literatura. Herman añade que ese es otro malentendido. “La lectura se ha venido asociando con ilustración, el que más lea es el más ilustrado. Creo que hoy los temas de la lectura hay que asociarlos con inclusión social, cerrar la brecha de la inequidad”. ¿Qué tal pensar en el trabajo de divulgación científica?

Esas múltiples lecturas también deberían medirse, y por eso decir que se lee menos de un libro puede llevar a imprecisiones. Por supuesto, esa medición no es para olvidarla o echarla a la basura, porque el trabajo en cultura no se termina y debe ser constante. Los nuevos lectores siempre son bienvenidos para crecer los números y, sobre todo, las realidades.

Sin cifras

Sin mediciones y sin números, la idea sobre lectura en Medellín es que la ciudad está bien y mejorando, y que eventos como la Fiesta del Libro y la Cultura ayudan a acercar a la gente al hecho lector.

Juan Diego Mejía, director de la Fiesta, cuenta que cuando la gente pasa por una librería puede sentir curiosidad de entrar, pero le da miedo, porque de pronto le preguntan algo del libro o del autor, y que lo van a corchar. La Fiesta logra que el tema de la lectura sea popular y masivo.

Él percibe que la gente sí está leyendo. “Según nuestras propias encuestas –dice, refiriéndose a las que adelantan en el certamen que él dirige– el 60 % de los asistentes a la Fiesta son jóvenes, menores de 26 años, y uno los ve en las tiendas del Jardín Botánico buscando libros sin afanes”.

El director cree que eso es una tendencia y no un hecho aislado. Si lo fuera, no creería que estuviera aumentando el interés por la lectura en nuestro medio.

Otro ejemplo es que en la Fiesta lo primero que se encuentra es gente leyendo en el pasto. Ahí, con su libro, mientras pasa el sol encima.

La sensación no es solitaria. Carolina Lema, promotora de lectura de Comfenalco, señala que han notado que la lectura hace parte de la vida cotidiana de muchas familias y que eso crece. “Hace algunos años era muy difícil que las personas pensaran en lectura para bebés, ahora no nos dicen que estamos locos. Cuando se incrementa la lectura en el hogar, ahí necesariamente se cambia la forma en que las personas ven la lectura”.

Para ella es importante que se haya superado el imperativo de que hay que leer porque es sinónimo de inteligencia o de ser cultos. Es más importante verla como parte de la vida, que si bien desarrolla muchas cosas intelectuales, también es emocional, social, ayuda a tener vos y argumentos.

Herman tiene otro ejemplo de por qué cree que el camino lector va bien: el número de usuarios que participan en el Plan Municipal de Lectura. “Tenemos casi 25 clubes de lectura infantil, que están al margen del sistema educativo, y sí amarrados a las bibliotecas. Eso sin contar los de las cajas de compensación y las organizaciones que trabajan por la lectura”.

Por supuesto, no todas las miradas son iguales. Doris Henao, bibliotecóloga de la U. de A., tiene una visión contraria: “No leemos lo suficiente”. Para ella es importante seguir trabajando en el tema de la imposición, porque ese modelo nefasto ha conseguido que la mayoría de las personas piense que leer es tedioso, afirma ella.

Lo otro es el precio de los libros. Doris cree que eso influye en esa poca lectura. Cree que son caros y lejos de convertirse en elementos de la canasta familiar. Piensa, no obstante, que la Fiesta del Libro ayuda, y que hay esfuerzos importantes como los de instituciones como Ratón de Biblioteca, Taller de Letras, las cajas de compensación.

Juan Diego lo resume: si bien Medellín y el Valle de Aburrá tienen una población que supera los tres millones de habitantes, las cifras de lectura todavía no son las deseables, pero se trabaja para alcanzarlas. Así que está bien que el Dane diga que se lee poco, pero, sigue él, es verdad que la gente empieza a leer más. Si no fuera así, argumenta, las librerías y las editoriales no pedirían cada vez más espacio en la Fiesta.

La percepción general, sin números, es que el camino de leer en Medellín, teniendo en cuenta esas otras lecturas más allá de los libros, es interesante. Caminarlo, y trabajarlo, por supuesto, es de todos.

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