Sus padres querían que fuera un pastor cristiano que predicara la palabra, pero el talento para el boxeo lo llevó a convertirse en “un guerrero de Dios”, como se define en la actualidad.
Yuberjén Martínez, medallista de plata en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro-2016, dice que no se arrepiente de haber tomado esa decisión, que al final contó con la aprobación de Neila María y Juan Eberjo por la estrategia que utilizó: “les hice énfasis en la historia de David y entendieron que era lo que yo quería”.
El púgil regresó a Colombia, pero permanece en Bogotá cumpliendo compromisos del Comité Olímpico. Le faltan el desfile con los demás medallistas y la reunión con el presidente Juan Manuel Santos. Solo miércoles o jueves podrá reunirse con su familia en Chigorodó, donde le tienen preparada una sorpresa. “Eso he oído, ya me tienen con intriga”, señala sonriente el subcampeón de la categoría minimosca (49 kilogramos) que hizo historia.
¿Qué piensa hoy, luego de varios días de haber conseguido otra medalla olímpica para el país, tras 28 años?
“La idea es coger las cosas con calma, tranquilizarme, gozarme la medalla, disfrutarla y seguir preparándome para Tokio-2020, a ver qué se nos presenta para el ciclo que viene, al que quiero llegar mejor preparado”.
¿A veces no cree que está soñando?
“Siempre he creído en mis condiciones y capacidades. Soñé con esto y al verlo hecho realidad me despierto y digo: uy, ¿será verdad? Meto la medalla debajo de la almohada y cuando me despierto la busco a ver si está ahí, si es realidad o no. La verdad, estoy muy emocionado. Es un logro que no se ve todos los días. Hice historia y estoy feliz”.
¿Qué se le vino a la cabeza cuando estaba en el podio?
“La verdad, estaba muy triste ya que no pude conseguir la medalla de oro, tenía nostalgia y ganas de llorar. Siempre he querido más y al sentir que no pude hacer sonar el Himno Nacional, quedé bajado. Estaba pensando en eso. Después empecé a tranquilizarme y a tomar las cosas con calma. Pensé que fui por una medalla y eso hice, gracias Dios”.
¿Quién le hizo caer en cuenta de lo valioso de la presea?
“A mí nunca me ha gustado ser conformista, constantemente pienso en grande y eso me llevó a ponerme nostálgico. Estuvo cerca el oro, pero lo importante fue que hice historia. Yo mismo lo entendí”.
¿Qué lo motiva para pedir por los chicos que vienen detrás de usted, siempre lo ha hecho?
“A mí me tocó muy difícil, formarme cuando se veía poco apoyo. No quiero que esto pase con los procesos que vienen atrás, que no les suceda lo mismo. Deseo que haya más respaldo, es bueno pensar en el futuro”.
¿Usted pensó algún día en dejar el boxeo?
“En varias ocasiones me retiré temporalmente por la situación tan difícil. Me tocaba entrenar, trabajar y estudiar a la vez. En una ocasión me tocó llevar las riendas de la casa, muy complicado. Y como no tenía apoyo, imagínate, me quedada duro”.
¿Quién permitió que no se perdiera para el boxeo?
“El profesor Wílber Blanco siempre estaba ahí conmigo, dándome moral, apoyándome. Él vio el talento que había en mí y estuvo a mi lado. Hubo momentos en los que no tenía zapatos y ropa para trotar. Y él se daba la pela, a pesar de que no tenía forma económica. Pero se las ingeniaba para conseguirme zapatos de segunda y buscaba apoyo que era escaso. Intentaba mantenerme contento y yo pensaba: si el profe se está dando la pela por mí, tampoco le puedo quedar mal”.
Seguro vienen muchas ofertas para que pase al profesionalismo. ¿Ya lo meditó?
“Mientras Colombia me tenga bien y el país me esté apoyando no tengo porqué saltar al boxeo profesional, no veo la necesidad. Estoy tranquilo por eso. Dependiendo de cómo avancen las cuestiones acá iré tomando decisiones. Como usted dice, hay Yuberjén para rato en el ciclo olímpico, vamos para adelante”.
El Tremendo disfruta ahora de su logro y aguarda a que le cumplan las promesas, como la casa para su mamá
