Si algunas veces siente que no está solo, es así. Los microbios están en todas partes: en el teléfono, en el teclado, en la botella de agua, en este periódico que está leyendo, en sus manos antes y después de lavarlas.
El cuerpo es un depósito ambulante de microorganismos que superan 10 a 1 a las células humanas. En la piel hay una mezcla heterogénea invisible de bacterias, y la boca es el país de las maravillas microbianas.
Nadie es inmune. En ocasiones causan enfermedades, pero, en la mayoría de las veces, estos huéspedes viven en armonía con el organismo, proporcionando funciones para su supervivencia.
Según Aracelly Villegas, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, hace miles de millones de años hicimos un pacto, les dimos alimento y refugio y, en cambio, algunos microbios trabajan para nosotros, en su mayoría, bacterias.
Formar una comunidad sana de microbios puede tardar hasta dos años. Cada ser humano tiene su microbioma (ver glosario), compuesto de bacterias, virus, hongos, parásitos y otros organismos.
Los fetos nacen estériles. Cuando atraviesan el útero, miles de millones de microorganismos de la madre cubren cada centímetro de su piel.
Investigaciones publicadas por la Academia de Pediatría Americana han encontrado que los niños que nacen por cesárea tienen más probabilidades de padecer asma, inmunodeficiencias e incluso leucemia. Así que este primer momento es esencial para la salud futura.
La leche materna, por ejemplo, contiene azúcares esenciales para alimentar a cierto grupo de microbios que cumplirán la tarea de señuelo para otros, y luego ayudarán al fortalecimiento del sistema inmunológico, precisa Villegas.
Es cierto que varias de las bacterias que residen en el intestino podrían matarnos fácilmente, pero, ¿quién las alimentaría?
Los microbiólogos y expertos en este campo han encontrado que los oscuros y húmedos pliegues del tracto gastrointestinal son donde más diversidad de microorganismos se alojan.
Allí, las bacterias beneficiosas pasan sus días destruyendo a sus primos dañinos, recogiendo las sobras sin digerir y administrando las calorías. Cuando hay estrés o una dieta deficiente, entre otros factores, las bacterias patógenas, esas que originan enfermedades, proliferan. Si estas prevalecen, los males atacan.
Un desequilibrio a corto plazo puede provocar diarrea, distensión y gases. Durante la vida de una persona, el tracto gastrointestinal maneja aproximadamente 60 toneladas de alimentos. Si bien la comida es el combustible que nos mueve, también puede ser mensajera de enfermedad.
Las buenas bacterias actúan como obreras microscópicas en los intestinos, señalando los nutrientes deseables y cerrando la puerta a virus peligrosos e insectos asesinos. Lo hacen con la ayuda de la barrera de la mucosa, que cubre cerca de 92 metros cuadrados del intestino para formar una capa protectora resbaladiza.
Cien billones de bacterias se amontonan en promedio y, sin ellas, no se podría digerir ningún alimento. La digestión es solo una parte de lo que logran. Gracias a su residencia en los intestinos, ayudan a alimentar el 60 % del sistema inmune del cuerpo.
Gregor Reid, doctor en microbiología, inmunología y cirugía en la Universidad de Western Ontario en Canadá, asegura que estaríamos muertos sin ellas.
Además hay fuerzas externas que influencian la ecología de los intestinos. Los antibióticos, por ejemplo, pueden afectar el equilibrio microbiano, ya que destruyen bacterias indiscriminadamente.
Por esto es clave usarlos adecuadamente, pues una vez que las bacterias beneficiosas se dejen de lado, hay una oportunidad para que las dañinas entren y comiencen a colonizar (ver Test).
Las últimas investigaciones confirman que, de hecho, las bacterias pueden ser reclutadas para ayudar a resolver una de las epidemias más graves del mundo: la obesidad.
Un estudio de 2016 en la Universidad de Washington, en la Escuela de Medicina de St. Louis, encontró grandes diferencias entre las colecciones de bacterias intestinales en personas con sobrepeso y sus compañeros delgados.
A pesar de los roles de la herencia, la dieta y el ejercicio, los investigadores sospechan que las bacterias de algunos individuos son simplemente mejores para ayudarlos a guardar las calorías.
Ahora sabemos que mantener el intestino saludable tiene grandes implicaciones benéficas para la salud humana.
de la masa corporal es lo que constituye la microbioma humana: Proyecto Microbiota Humana.