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Carrozas que cuentan la historia: el arte que mueve la independencia de Cartagena

Como si Cartagena hubiera despertado su memoria más íntima, así se vivió frente al mar el Gran Desfile del Bando 2025, donde las carrozas festivas —esculturas vivas que mezclan oficios antiguos, símbolos de resistencia y un pulso cultural recuperado— avanzaron esta semana para recordar por qué esta ciudad, alguna vez fracturada, vuelve a unirse cuando la tradición reclama su sitio.

  • Carroza niño rodeado de cinco cangrejos, Fiestas de Independencia de Cartagena de Indias del 2025. Foto: Cristina Rodriguez.
    Carroza niño rodeado de cinco cangrejos, Fiestas de Independencia de Cartagena de Indias del 2025. Foto: Cristina Rodriguez.
  • Fiestas de Independencia de Cartagena de Indias del 2025
    Fiestas de Independencia de Cartagena de Indias del 2025
  •  Carroza del grito de la independencia. Foto: Cristina Rodriguez.
    Carroza del grito de la independencia. Foto: Cristina Rodriguez.
  •  Carroza Eliseo Herrera. Foto: Cristina Rodriguez.
    Carroza Eliseo Herrera. Foto: Cristina Rodriguez.
  • Carroza Los Diablos. Foto: Cristina Rodriguez.
    Carroza Los Diablos. Foto: Cristina Rodriguez.
  •  Bololo en el Gran Desfile del Bando 2025. Foto: Cristina Rodriguez.
    Bololo en el Gran Desfile del Bando 2025. Foto: Cristina Rodriguez.
  • Dumek Turbay en el Gran Desfile del Bando 2025. Foto: Cristina Rodriguez
    Dumek Turbay en el Gran Desfile del Bando 2025. Foto: Cristina Rodriguez
13 de noviembre de 2025
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Hay artes que nacen del silencio, de la paciencia y del pulso del tiempo. Así como los japoneses reconstruyen sus jarrones rotos con vetas de oro para honrar la herida —el kintsugi, esa técnica que convierte la fractura en belleza—, Cartagena decidió reparar su tradición festiva con las manos de quienes conocen el valor de una memoria reconstruida. Las carrozas del Gran Desfile del Bando en las Fiestas de Independencia de Cartagena de Indias del 2025 llevan ese mismo espíritu: resanar lo que se debilitó, rearmar lo que se perdió, devolverle brillo a lo que alguna vez fue esplendor. Y lo lograron.

Desde mayo, más de 250 artistas plásticos, carpinteros, herreros, escultores, diseñadores, artesanos y sabedores trabajaron jornadas enteras para dar vida a las 20 carrozas y 10 macrofiguras que recorrieron cinco kilómetros por la Avenida Santander, entre el mar inquieto y las murallas centenarias. Allí, donde la ciudad siempre ha mezclado su luz y su dolor, se levantó nuevamente el patrimonio vivo de noviembre.

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Un arte que regresa a casa

Durante décadas, las carrozas del 11 de noviembre—fecha en la que se conmemora uno de los hitos más importantes: la independencia de la ciudad del dominio de la monarquía española—fueron el símbolo mayor del desfile: estructuras monumentales que viajaban por la ciudad como retablos rodantes. A finales del siglo XIX ya se registraban desfiles con carrozas alegóricas impulsadas por cofradías, comparsas y cabildos que buscaban exaltar la libertad. En los años cincuenta y sesenta alcanzaron su época dorada; enormes figuras de madera, papel y hierro que representaban personajes históricos, seres míticos y escenas de resistencia afrodescendiente.

Pero los años pasaron, la técnica se dispersó y la tradición se debilitó. Cartagena casi pierde esa joya. Hasta ahora.

Fiestas de Independencia de Cartagena de Indias del 2025
Fiestas de Independencia de Cartagena de Indias del 2025

El talento cartagenero puede hacerlo, y ustedes lo están viendo materializado”, dijo Lucy Espinosa Díaz, directora del Instituto de Patrimonio y Cultura, quien además explicó por qué este año la ciudad decidió devolver las carrozas a manos de sus propios artistas, después de largos periodos en los que fueron delegadas a equipos externos.

El proceso nació de una petición de ellos mismos. Artistas que durante años se sintieron fuera de las fiestas, sin voz, sin espacio y sin reconocimiento hasta que con el gobierno actual los escuchó. Entonces, volvió la construcción local. Volvió la memoria.

El taller donde el pasado volvió a respirar para las carrozas del Bando

En un galpón del IPCC, donde el aire huele a papel húmedo y engrudo de yuca, Maritza Zúñiga (artista, escultora y maestra de saberes antiguos) lideró el renacer de la técnica. Tras un laboratorio académico con historiadores y gestores culturales, surgieron los diseños base. Luego, en Carroza al Taller, segunda fase donde se desarrolló todo el proceso técnico y construcción de las macrofiguras, se formaron los nuevos escultores.

Allí, cada pieza se hizo a la manera ancestral. Volvieron a las estructuras de hierro que sostienen figuras monumentales. Al icopor en láminas, ahuecado como la cerámica precolombina. Usaron papel maché hecho con bolsas de cemento, harina y azúcar, y engrudo natural de yuca o fécula de maíz para no dañar la piel de quienes trabajaron 12 horas con las manos húmedas. A los acabados brillantes que dan la técnica tintilla con pinturas y barnices, que permite brindar un aspecto similar a los vitrales medievales, además de una mezcla de la técnica de tumbaga; símbolos dolorosos y figuras antropomorfas que evocan a los pueblos Zenú. Un tejido de pasado y presente. Una escuela viva.

Hoy tenemos artistas jóvenes, mayores, personas en condición de discapacidad, artesanos que se habían marchado y ahora regresan. Todos trabajando con orgullo por la recuperación de nuestra memoria visual”, explica Maritza.

Carroza del grito de la independencia. Foto: Cristina Rodriguez.
Carroza del grito de la independencia. Foto: Cristina Rodriguez.
Carroza Eliseo Herrera. Foto: Cristina Rodriguez.
Carroza Eliseo Herrera. Foto: Cristina Rodriguez.
Carroza Los Diablos. Foto: Cristina Rodriguez.
Carroza Los Diablos. Foto: Cristina Rodriguez.

Carrozas que cuentan lo que somos

Las carrozas de este año no son simples vehículos decorados. Son escenas. Son relatos en movimiento.

Una de ellas presenta a Belmir Caraballo, príncipe del cabildo de Bocachica, convertido en cuadro vivo, símbolo de una tradición que casi se extingue en la zona insular y hoy revive dentro del desfile. Otra recrea el momento justo antes del grito de independencia, con un niño rodeado de cinco cangrejos que representan la fuerza y el estallido del pueblo. Una más muestra a El Temible, conde mítico de gestos exagerados y colores neón que evocan la teatralidad costeña. Hay sombreros volteados, flores, fauna marina, montañas danzantes y seres fantásticos del Caribe profundo.

Y están los Diablos, esa danza nacida en el Corpus Cristi que se celebra en Bolívar, Magdalena y el Cesar que serpentea entre el público como un eco de resistencia africana.

Cada carroza intenta lo mismo: conectar al espectador con su pasado para recordarle, como decía el escritor Édouard Glissant, que la memoria también es un territorio que se baila.

Bololo en el Gran Desfile del Bando 2025. Foto: Cristina Rodriguez.
Bololo en el Gran Desfile del Bando 2025. Foto: Cristina Rodriguez.

El jueves 13 de noviembre, cuando por fin llegó el día del desfile, Cartagena se convirtió en un solo cuerpo.

Miles de cartageneros y visitantes se tomaron las calles formando un tumulto hermoso, una marea de gente sin fronteras. En la ciudad amurallada ocurrió el verdadero latido. Niños sobre los hombros de sus padres, tambores improvisados, gritos, alegría, el verdadero Bololó. De un lado el mar, del otro la piedra colonial. Y entre medio, el pueblo celebrando su historia.

Rayaban los tambores. Brillaban las carrozas. El viento cargaba olor a fritos de arepas de huevo, carimañolas, innovaciones dulces y saladas, mientras la Escuela Festiva mostraba su fruto: niños, adolescentes y jóvenes danzando, entendiendo que esta tradición también es suya, que heredaron un legado.

Un esfuerzo sin precedentes

Este renacimiento no fue espontáneo. Detrás de cada carroza hubo inversión, formación y una decisión de recuperar la fiesta como patrimonio vivo.

La ciudad destinó una inversión histórica para que la tradición volviera a respirar. Más de $1.620 millones hicieron posible la creación de carrozas y macrofiguras, mientras que $1.976 millones respaldaron las convocatorias dirigidas a agrupaciones y artistas de toda la ciudad.

En la Escuela Festiva, 479 personas fueron formadas en oficios que van desde la imaginería hasta la escultura monumental. Ese semillero sostuvo a los más de 10.000 artistas que este año dieron vida al desfile entre comparsas, danzas, candidatas y sabedores. Acompañó la llegada de más de 109.000 visitantes, moviendo la economía local y reafirmando a la ciudad como escenario cultural del Caribe.

“Estamos enviando un mensaje al país: Cartagena no solo es belleza arquitectónica, es talento, es tradición viva”, dijo el alcalde Dumek Turbay.

Dumek Turbay en el Gran Desfile del Bando 2025. Foto: Cristina Rodriguez
Dumek Turbay en el Gran Desfile del Bando 2025. Foto: Cristina Rodriguez

Cuando la última carroza cruzó el final del recorrido, la ciudad vibró como si hubiera recuperado algo que le pertenecía desde siempre.

Cartagena nos enseñó que el patrimonio no solo se preserva: se vive, se construye, se baila. Y en estas fiestas de la Heroica, entre la técnica ancestral y la luz de los vitrales caribeños, entre el pueblo que no paga por mirar y el arte que se eleva sobre las ruedas, la ciudad se reconoció nuevamente.

Porque al final, como dice el eslogan, que este año se volvió verdad ‘‘La fiesta nos une’’.

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