Su llegada no fue un trámite más del mercado, fue una celebración adelantada. Desde que el club español anunció su acuerdo con el Manchester United para firmarlo hasta 2030, los aficionados se volcaron en las calles.
Primero, al verlo arribar en coche la noche del lunes. Después, durante su presentación este martes, cuando acompañaron su caminar hasta la sede del club como si se tratara de un héroe que vuelve de la batalla.
El fichaje rondó los 25 millones de euros, una cifra que se entiende más como inversión emocional que financiera. Y es que, en apenas unos meses como cedido entre febrero y junio, Antony ya había dejado claro que su lugar estaba allí: nueve goles, seis asistencias y una conexión inmediata con la grada. “Aquí me acuesto y me despierto sonriendo”, confesó el brasileño, y esa sonrisa la recuerdan bien los hinchas españoles.
¿Por qué Antony es tan importante para el Betis?
Antony no es solo un fichaje, es un símbolo. El brasileño, que llegó a Europa desde el Sao Paulo para brillar en el Ajax, parecía haber perdido el rumbo en Old Trafford. Manchester lo devoró, entre críticas, dudas y silencios pesados. Pero en Sevilla encontró la calma y el fútbol que lo define.
Su resurrección en el Betis no solo lo devolvió a la selección de Brasil tras dos años de ausencia, sino que también lo convirtió en el motor de un equipo que alcanzó la final de la UEFA Conference League. Para Manuel Pellegrini era prioridad absoluta. Para la dirección deportiva, una apuesta irrenunciable. Para la afición, un deseo hecho realidad.
La historia de Antony es la de alguien que nunca se rindió. Creció en una favela de Brasil, entre violencia y privaciones, y encontró en el balón un refugio y una salvación. “Les hacía un elástico a los narcotraficantes, les tiraba un caño a los ladrones. Con un balón en los pies, no tenía miedo”, recordó alguna vez en The Players’ Tribune. Ese niño atrevido, que soñaba con escapar de la rutina dura de su barrio, es hoy el futbolista que el Betis abrazó como suyo.
Por eso, cuando volvió a pisar las calles de Sevilla, la gente no lo vio solo como un jugador, lo vio como un hijo que regresa. Un hijo que alguna vez los hizo creer y que ahora promete quedarse para siempre.