El escritor argentino Eduardo Sacheri inmortalizó esta frase en uno de sus cuentos de fútbol: “el tren solo pasa una vez”. En pocas palabras quiso decir que, cuando todo confabula en favor de una persona y llega la oportunidad que esperó durante mucho tiempo, hay que aprovecharla.
Y eso fue lo que hizo el fallecido futbolista italiano Salvatore “Toto” Schillacci (murió este 18 de septiembre por un cáncer de colon) en 1990, cuando con 25 años vivió el mejor momento de su carrera como jugador profesional. Aquella situación que lo inmortalizó en la historia del balompié mundial: fue el goleador de la Copa del Mundo que se disputó en su país natal.
Con sus 1,75 metros de estatura, su cuerpo delgado, su gran habilidad y la velocidad descomunal que tenía para moverse en el área del rival, el futbolista italiano llegó al Mundial de Italia, siendo uno de los referentes en ataque de la Juventus de Italia.
Aunque todos los focos estaban en lo que hicieran en ataque jugadores como Diego Armando Maradona, entonces considerado como uno de los mejores futbolistas del mundo, y su compatriota Claudio Canigia, que eran los candidatos a ser goledores del Mundial, Schilacci se metió en medio y se quedó con el trofeo.
Sin tener tantos reflectores encima, el futbolista italiano, con el número 19 en su espalda, celebró seis veces en una Copa en la que el cuadro local llegó hasta las semifinales, instancia en la que perdió contra Argentina, a la postre subcampeona del mundo.
Schillaci le marcó un gol a Austria en el primer partido del grupo A; otro tanto a Checoslovaquia en el tercer duelo de la primera ronda; uno más a Uruguay en el triunfo de su equipo 2-0 en los octavos de final; uno en la victoria 1-0 ante Irlanda que le dio a su país el paso a la semifinal; otro a Argentina en la semifinal, en la que perdieron 3-4 por penaltis después de igualar a un tanto en el tiempo reglamentario; y uno a Inglaterra en el juego por el tercer lugar.
Salvatore es uno de los 29 futbolistas que se han quedado con la bota de oro de la historia de los mundiales de mayores. En 1990, él aprovechó su oportunidad y se metió en ese grupo de nombres cuyo recuerdo quedará en la eternidad. Después de eso, solo logró celebrar una diana más con su seleccionado nacional. Ahora, después de batallar unos años contra el cáncer, descansa en paz.