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El título del Tolima ante Nacional interrumpió el dominio de los últimos años en el fútbol colombiano de los equipos poderosos.
El festejo en la capital tolimense, con carro de bomberos y miles de personas agolpadas en las calles, tras una sequía de casi 15 años, fue un bonito marco en medio de las repetidas celebraciones de conjuntos como Independiente Santa Fe y Nacional.
La hazaña, porque eso fue lo que hicieron los jugadores de Alberto Gamero en Medellín, dejó un par de curiosas casualidades y algunas enseñanzas para la posteridad de cómo asumir una final, cómo gestionarla desde el liderazgo del entrenador y la disposición de los jugadores. A continuación algunas de estas.
En 2003, Tolima llegó a la final tras un luchado semestre para disputar el título ante el otro equipo verde de Colombia: el Deportivo Cali, que había cabalgado con solvencia la fase todos contra todos y los cuadrangulares.
En la reclasificación los “azucareros” le llevaban 9 puntos de ventaja a los “pijaos”, pero estos llegaron fuertes a la definición tras imponerse en su cuadrangular ante Nacional y Medellín.
En el juego de vuelta, con un Pascual Guerrero a reventar de hinchas azucareros, Tolima alzó su primer título.
Esta vez también enfrentó al líder de la reclasificación, con una diferencia negativa de 10 puntos en la reclasificación antes del juego definitivo.
Tras caer en Ibagué, Alberto Gamero se enfocó en trabajar emocionalmente a sus dirigidos. “En el transcurso de la semana los muchachos se me acercaban y me decían: profe, crea en mí, crea en nosotros que podemos hacerlo mejor. Dígame en qué mejorar en la vuelta”, contó el samario.
La preparación táctica del partido fue intensa y grupal. Pero, a parte de eso, dispuso tiempo para cada jugador, y ese gesto, más humano que estratégico, se reflejó en el comportamiento de sus dirigidos en la final.
Una evidencia de que, sin caer en paternalismos, el enfoque humano en el fútbol sigue siendo necesario y vigente.
Nueve penales cobrados, nueve convertidos para Tolima ante DIM y Nacional en semifinales y final. ¿Lotería? No, trabajo durante todo un semestre. “Yo siempre he dicho que todos los aspectos que influyan en el desarrollo de una campaña deben trabajarse habitualmente. Los penaltis los hemos practicado desde comienzo del semestre”, aseguró Gamero.
Casualmente, las dos estrellas del “Pijao” las obtuvo desde los doce pasos, en estadio ajeno y por el mismo marcador en la definición: 4-2.
El estilo de trabajo que ha caracterizado a Gamero a lo largo de sus 12 años como técnico profesional, contrastan con la imagen descomplicada con su melena y manos adornadas de manillas.
El samario salió licenciado del Atlético Junior, según él mismo lo contó en ese tiempo, porque su estilo de trabajo no encajaba con la idiosincracia de los jugadores del equipo barranquillero. Gamero es un convencido del exigente trabajo físico y hasta de las dobles jornadas, algo que lo llevó a salir por la puerta de atrás del Junior.
Sus pilares fundamentales de trabajo siempre han sido los mismos, una lección para los entrenadores nacionales, que mutan sus filosofías de juego y métodos de trabajo conforme al club al que llegan o a las necesidades laborales que tengan.