William Chiquito comenzó su formación en el violín a los 11 años. Aunque para muchos esta es una edad tardía, la pasión por el instrumento lo ha convertido en uno de los intérpretes paisas con mayor proyección internacional. “Comencé en la Red de Escuelas de Música de Medellín, y allí descubrí mi amor por el violín y la música en general”, cuenta el músico que se presenta junto a Filarmed el sábado 24 de agosto, a las seis de la tarde, en el Teatro Metropolitano.
El primer gran impacto en su vida musical llegó cuando escuchó un CD del violinista italiano Salvatore Accardo, interpretando los 24 Caprichos de Paganini. “Quedé hipnotizado por la calidad del sonido y la técnica que lograba. Desde ese momento, supe que quería dedicarme al violín”, dice Chiquito. Este descubrimiento lo llevó a imitar a Accardo empíricamente antes de comenzar un estudio formal más riguroso.
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Chiquito también comparte cómo su carrera despegó gracias a su participación en la Orquesta Infantil y Juvenil de Medellín. Este fue un paso crucial que lo llevó a recibir una beca del maestro Fernando Botero, un ícono de la cultura antioqueña. Botero, conocido por su generosidad, donó instrumentos a los estudiantes de la red y, a través de su fundación, facilitó los estudios de Chiquito en Europa. “La beca de Fernando Botero fue un hito en mi vida. A pesar de las dificultades que enfrenté, como las noches sin dormir mientras tocaba en mariachis para ganarme la vida, este apoyo cambió mi destino”, recuerda Chiquito.
El violinista destaca la importancia de las experiencias formativas en Medellín y en Europa. La formación en Medellín, con su rica tradición y alegría, aportó un fondo musical que complementó su educación europea, donde perfeccionó técnicas y estilos. “Cada lugar tiene su influencia. En Medellín, aprendí la musicalidad y el ritmo que son esenciales para el violín. En Europa, perfeccioné la técnica y el enfoque académico”, dice.
El contraste entre la formación en Colombia y en Europa también se refleja en la manera en que los músicos interpretan la música clásica. Según Chiquito, los músicos latinoamericanos aportan una perspectiva única a las obras europeas, integrando elementos de la música tradicional y una calidez emocional que enriquece las interpretaciones. “Cuando tocamos, traemos un pedazo de nuestra cultura. Eso se refleja en la manera en que abordamos las piezas clásicas”, dice.
Sobre su rutina diaria, Chiquito revela que dedica al menos cinco horas al día a su práctica. “Estudio escalas, ejercicios y repaso piezas nuevas o difíciles. La preparación es clave para mantener la calidad de la interpretación y la técnica”, aclara. Esta disciplina le ha permitido destacar en escenarios internacionales, incluyendo su colaboración con la Filarmónica de Medellín y su regreso a su ciudad natal para conciertos significativos.
Chiquito destaca el valor emocional de presentarse en Medellín, su ciudad natal, y la responsabilidad que siente al actuar frente a amigos y familiares. “Cada vez que vuelvo a Medellín, siento una gran responsabilidad. No solo por la expectativa de mi audiencia, sino porque quiero ser un referente para los jóvenes músicos de la Red de Escuelas”, confiesa. Esta conexión emocional también impulsa su motivación y compromiso con la música.
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Finalmente, Chiquito comparte sus futuros proyectos. Después de una temporada en Estados Unidos con la Orquesta Nacional de Santa Cecilia, regresa a Roma para retomar su participación en el cuarteto de cuerdas que dejó en pausa. “Este año ha sido emocionante, y mis planes incluyen seguir trabajando con mi orquesta en Roma y mi cuarteto. Cada experiencia me brinda nuevas oportunidades para crecer como músico”, concluye.
El concierto
El concierto tendrá dos momentos. Primero, un instante de conexión con los médicos coristas. Luego, bajo la dirección de Manuel López-Gómez, la Filarmed y la Orquesta de Estudiantes de Música de la Universidad de Antioquia interpretarán la Obertura de Rienzi de Wagner, Francesca da Rimini de Tchaikovsky, el Concierto para violín n.º 1 de Bruch con William Chiquito como solista, y la Suite Sinfónica “Santa Cruz de Pacairigua” del compositor venezolano Evencio Castellanos.
