Un piano de cola gigante que comparte espacio con la montaña aparece de pronto cuando se voltea en el retorno seis de la vía Las Palmas. Tiene la tapa abierta y unas patas negras largas. Brilla de día y alumbra de noche. La música se hace adentro, en Musicreando, la academia de artes.
La historia se devuelve varios años, a cuando los 11 hijos de Piedad Rivera y Antonio Zuluaga llegaban a casa del trabajo y ella tocaba el piano y él cantaba. Todos entonaban “la felicidad, jajaja, de sentir amor jojojo...”. El piano, comenta Lina, una de las siete hijas, era el personaje principal.
Musicreando es un proyecto familiar que empezó hace más de tres décadas. La hermana mayor, Piedad, no quería que los mellizos, los más pequeños, fueran al preescolar.
Doña Piedad dijo entonces que hicieran una guardería, los Buhítos, en la que usaban el arte para enseñar, y que luego se convirtió en Musicreando, donde enseñan música, danza, arte e incluso lectura.
En esas llevaban 34 años, vagando en casas ajenas. La última era una muy vieja, perfecta, que les pidieron para tumbarla. Se dieron cuenta por ahí derecho de que era hora de tener un lugar propio. A Juan José, el hermano mellizo menor, se le ocurrió que debía ser igual a un piano de cola. Y así fue.
“Empezamos a rayar sacando las proporciones del piano que él tenía en casa –cuenta Mario Quiceno, el arquitecto–, y dándoselas a este diseño. No fue difícil. La obra titánica es la ingeniería. El diseño estructural es maravilloso”.
Musicreando es un piano de cola desde afuera, que adentro se convierte en salones de danza y música, y que tiene a los lados un pequeño castillo, casas para talleres, un restaurante, una sala para que las bandas ensayen y muchas escaleras. Detrás de las teclas del piano y debajo de la tapa, un auditorio que es a su vez una terraza.
Adentro del instrumento-edificio, un sueño que se entona en canción: “...Musicreando, un sueño alcanzado,/ un do, re, mi, fa, sol, y el sol brillando”.