El teatro más lindo del mundo está en Brisas, Carmen del Darién, Chocó. Cuatro horas en carro desde Medellín por la vía al mar hasta llegar a Caucheras, en Mutatá. Se gira a la izquierda para ir a Belén de Bajirá y después de 15 minutos de camino hacia Riosucio, se gira otra vez a la izquierda y allí, entre la selva y al lado del río Curvaradó, tras siete horas en total, está el teatro hecho en guadua.
El teatro Selva Adentro, como se llama, se construyó hace siete años, y para que siga siendo tan bonito como ellos lo han visto desde el principio necesita dinero, que están recogiendo en una vaca solidaria.
La construcción empezó en 2017 en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Silver Vidal Mora (Carmen del Darién, Chocó). Fue un trabajo conjunto entre los firmantes de paz, los voluntarios de la Red de Colectivos de Estudios en Pensamientos en Latinoamérica (Red Cepela) –organizador del Festival con la Escuela de Bailes Afroantillanos– y los artistas del Teatro Matacandelas que se sumaron a un proyecto que se hacía por primera vez: el Festival de Artes Escénicas Selva Adentro.
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El lema de entonces fue Cuerpos poéticos para construir utopías. El tiempo para construir lo dividieron en dos turnos: en uno terminaban de hacer sus casas —debían estar listas cuando llegaron al lugar en febrero, pero solo encontraron un terreno vacío— y en el otro, el teatro.
La propuesta de los de la Red y de la arquitecta Carolina Saldarriaga, cuenta Esteban García, el coordinador logístico, era construir en guadua para evitar usar otras maderas de la selva que están en vía de extinción y a su vez, proponer una actividad económica en la región a través de un nuevo material, que además de ser más barato, requiere menos maquinaria.
Fue un proceso: debieron convencerlos de que era una buena idea, de que no se iba a caer y de que además iban a aprender a construir con él. El trabajo duró 57 días, una coincidencia: los firmantes de paz habían pertenecido al frente 57 de las Farc.
Quienes pasaban por ahí, navegando por el río, paraban a preguntar qué era esa estructura nueva. Así que también fue, explica el coordinador logístico, un ejercicio de construcción de tejido social en la región, contarles que era un espacio que se estaba creando alrededor del Acuerdo de Paz para conversar colectivamente.
Todo mientras escuchaban las historias de la comunidad, sus expectativas y aprendían los unos de los otros. No es una zona tan alejada geográficamente, pero sí socialmente, dice Esteban, así que el arte y la cultura podrían ayudar a integrarla.
Conversaciones difíciles
Selva Adentro es justamente un ejercicio de las artes escénicas para reflexionar el territorio desde sus múltiples posibilidades, explica Joan Camilo Durango Espinal, director del Festival, especialmente ese tan azotado por la violencia.
El primero era una iniciativa para llevar a la escena lo que parece inabordable, así como crear un puente con la ciudad y otras regiones. La intención incluso era ayudarles a entender cómo los veían afuera, y viceversa: no como una organización revolucionaria, como ellos se concebían a sí mismos, y a su vez, que la ciudad y otras comunidades entendieran muchas de sus historias y sus procesos.
Explica Joan Camilo: querían presentar obras de teatro que narraran distintas visiones del conflicto en el país, como La Casa Grande, el montaje del Matacandelas basado en la novela de Álvaro Cepeda Samudio y que es justamente una mirada sobre el conflicto y la masacre de las bananeras en Colombia en 1928.
Una primera idea fue instalar una carpa de circo para presentarla, pero al final no les sonó porque hacía referencia a esa frase manida de pan y circo para el pueblo, así que mejor crear un espacio cultural de más largo aliento para congregar y generar procesos culturales. Ahí nacieron el teatro y el Festival, y también se consolidó una de las propuestas más importantes para ellos, las Escuelas de Arte y Paz, concebidas como espacios de reflexión y sensibilización a través del arte. La intención es aprender, crear procesos. En el Festival hay teatro, danza, literatura, música, arte, cine, e igual espacios de enseñanza, conversaciones, talleres y procesos colectivos.
Selva Adentro se instaló en la comunidad y los sorprendió: en ese territorio se convirtió casi en una fiesta patronal donde lo importante no es la fiesta ni el licor, sino ese lugar para ver teatro y otras expresiones culturales que, precisa el director, generan rupturas con los pensamientos preestablecidos.
Cada año la reflexión va creciendo con nuevos retos y diálogos alrededor de la consolidación de procesos de paz, la educación, la relación del arte y la cultura con lo social, la sostenibilidad, la reconstrucción del tejido social y la memoria. La edición de este año se realizará del 30 de septiembre al 14 de octubre y el tema es De los bosques a la selva, movimientos del monte.
Será un circuito cultural para la integración y la generación de procesos de reconciliación de comunidades que fueron golpeadas por la guerra, así como visibilizar procesos de creación que se gestan en estas zonas, explica Joan Camilo.
Por eso es tan importante el planteamiento que hicieron desde la primera edición: allí se presentan grupos de la región, algunos que nunca se han montado a un teatro, y también de afuera, incluyendo internacionales, para crear esa confluencia de pensamientos y miradas. Es un encuentro, precisa él, para reflexionar desde la cultura en un espacio heterogéneo.
Muchos aprendizajes
El festival llega este año a su séptima edición, incluyendo ese tiempo tan difícil de la pandemia, y se hace posible por aliados como el Matacandelas, que ha estado desde el inicio, la Corporación Colombiana de Teatro, Nuestra Gente, la cooperativa Confiar y el grupo de amigos de Selva Adentro que se han sumado con el tiempo.
También por el trabajo de los voluntarios –ninguno de los organizadores de la Red Cepela recibe un sueldo– y durante estos años los grupos han presentado sus obras por solidaridad, lo que ha generado un tejido poderoso.
Sin embargo, lo sabe el director y el equipo, un festival no puede hacerse siempre así, hay que pagarles a los artistas y a quienes trabajan en él para que sea sostenible en el futuro. Y en eso trabajan.
El componente artístico de esta edición es posible porque se ganaron la convocatoria de Iberescena y el programa de Estímulos del Ministerio de Cultura, y con ayuda de los aliados se ampliaron a un circuito cultural que llegará a Santa Elena, Sonsón, Carmen del Viboral y Apartadó, en Antioquia; el parque arqueológico Santa María la Antigua del Darién, en Unguía, y la zona humanitaria de Camelias, San Francisco, Belén de Bajirá, en Chocó.
El cierre será en Brisas, en el teatro más lindo del mundo. En esta edición participan como invitados internacionales Residui Teatro, con su obra Penélope y la residencia Danza Desconocida, y la compañía Montacargas, con su proyecto Isadora, los dos de España. De Argentina estará la cantautora Paula Neder, y de Colombia habrá intervenciones artísticas de colectivos como Cununafro, de Bogotá, y los teatros Matacandelas, de Medellín; Elemental, de Santa Elena; Tespys, del Carmen del Viboral; Múcura, de Chigorodó, y Diente de León, de Bucaramanga.
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También hay una visita especial: un grupo de danza de niños y jóvenes de Agua Bonita, Caquetá. Son de otro ETCR y consiguieron los recursos para participar y compartir procesos. Porque si hay algo que le interesa a Selva Adentro es dejar semillas para que el Festival crezca, que los niños sean los futuros organizadores y crean en las posibilidades del arte y la cultura como generadores de cambios sociales. Violeta Agudelo, coordinadora de Comunicaciones, cuenta que entre las muchas historias que se pueden contar del Festival y sus logros es que los niños que han nacido en este tiempo o que eran bebés cuando empezó el Festival, están acostumbrados a que el arte y el teatro estén con ellos.
Hace parte de su cultura, lo piden y participan, y cada vez llegan más personas de la región: en una edición anterior una comunidad indígena caminó cinco horas para no perderse ninguna actividad. El teatro además ya es parte de la cotidianidad. En el tiempo que no es el Festival se celebran allí matrimonios, reuniones, misas y, por supuesto, eventos culturales.
En esa zona en la que están, que parece de todos y de nadie, les han dicho que los pueden mover, como ha pasado con otros ETCR en el país, y ellos lo tienen claro: si se van, se llevan su teatro, o como es más caro moverlo, lo vuelven a construir. Porque el teatro más lindo del mundo es suyo, es parte de lo que son.
Aunque a esta historia todavía le falta: como el teatro tiene siete años, ya necesita arreglos. Por eso Selva Adentro está haciendo una vaca de 30 millones de pesos para cambiar guaduas, pintarlo, reparar las bases y el sistema eléctrico, cambiar las tejas, el escenario y hacer unos amarres contra el viento.
Eso como urgencia, pero también le hace falta un camerino y baños y cambiar el piso del escenario para que los niños y los jóvenes puedan ensayar sus obras. El Festival se ha hecho con austeridad desde el inicio, de ahí la importancia de quienes se suman al proyecto y a la vaca. Hay también otra manera de ayudar: una de las formas de financiación es a través de los paquetes de turismo cultural, que incluyen transporte, hospedaje, alimentación, seguro de viaje, ingreso a obras y teatros. No solo para que la gente de la ciudad disfrute del arte, sino también para que confluyan las conversaciones diversas.
¿Cómo ayudar?
Una de las maneras de ayudar a Selva Adentro es hacer una donación a la vaca o comprar uno de los planes para ir al Festival. La información completa se encuentra en las redes de Instagram y Facebook, @SelvaAdentro, o en su página oficial www.selvaadentro.com