En el Colegio Alemán de Medellín se prendieron las alarmas frente a una amenaza literaria. Cada año, la institución celebra una feria del libro y la idea es ofrecerles a los estudiantes múltiples opciones de títulos infantiles para que puedan invertir tiempo de sus vacaciones en la lectura.
En junio, unas diez librerías llegaron al colegio y exhibieron los textos a los alumnos y sus padres. Uno de esos fue Gravity Falls: Diario 3, que venía bajo el sello de Disney y el aval de la editorial Planeta en su división junior.
Gravity Falls es también una serie animada de televisión que cuenta las aventuras de unos gemelos en un pueblo en el que ocurren eventos sobrenaturales. Con el enganche adicional de haber visto la serie, el libro fue uno de los más vendidos en la feria escolar. Poco después de un mes, unos padres encontraron mensajes en ciertas páginas que apelaban al deseo de uno de los personajes de lastimarse y atentar contra su vida, por lo que se lo hicieron saber a la institución.
“En absoluto hace parte del plan lector del colegio ni de las listas de libros que recomienda. Tampoco está incluido en los acervos de la biblioteca infantil”, comentó Sonia Garcés, coordinadora de la biblioteca.
Aunque se suele hacer un filtro previo a la feria, en el que se les pide a las librerías omitir textos que traten temas como la violencia o el sexo explícito, el texto llegó.
Por eso el colegio envió un comunicado en el que les pedía a los padres acompañar a sus hijos en la lectura del título o devolverlo a ellos en un acto de rechazo ante su contenido. Su solución, además, es desarrollar un análisis multidisciplinar para entender el libro y trabajarlo en un taller con algunos alumnos más adelante.
Límites literarios
¿Qué contenidos deben manejar entonces los libros infantiles? ¿Debería haber algún tipo de restricción en los temas que se alojan en sus páginas o se trata de un proceso de lectura que involucre a los niños, los padres y las instituciones?
“La literatura infantil cumple una función social que es contarles a los chicos cómo funciona el mundo y cómo conectarse con él. Debe comenzar a acercarlos a la literatura como arte, pero lo más importante es que debe tener una función ética y una formación moral. De manera que a ellos les quede claro qué es lo que la sociedad espera de un ser humano y cómo se comporta ante las adversidades”, comentó Garcés.
Para Diana Londoño, directora de la biblioteca Casita Rural, la cuestión no es esconder la realidades, sino tener un balance y buena curaduría para que los menores accedan a contenido de calidad. “En nuestra biblioteca nos gusta que las personas tengan la posibilidad de cuestionarse a sí mismos y a la sociedad; de comprender que hay muchas maneras de vivir y de pensar y que tanto la belleza como el horror son inherentes a la humanidad. Si a la biblioteca llega una Biblia, trataremos de que llegue también el Corán. A los niños hay que protegerlos de los pervertidos o de los corruptos que les roban el futuro, no de un libro”.
Para Yamili Ocampo, directora de proyectos de la Fundación Ratón de Biblioteca, la literatura no debería tener sesgos, en tanto es universal. “Es muy difícil encasillarla y lo que se lee debe determinarse de acuerdo a los sujetos, sus circunstancias y las problemáticas de ese momento”.
“Hay niños que a los 10 años se están preguntando por la homosexualidad, por sus procesos de vida, y hay textos que manejan esos temas de manera ética, estética y que dan orientaciones en momentos determinados”, comentó. “No hay ningún tema que tenga que ser censurado. Eso depende de cómo se trate el contenido”.
Acompañamiento constante
Ocampo advierte que la existencia de mercados editoriales hace que no siempre se manejen bien ciertos temas con el público infantil y ahí es donde los padres e instituciones deben estar pendientes para no permitir que contenido inapropiado llegue a las manos de los infantes.
“Hay que tener cuidado con las editoriales y las industrias televisivas. Los educadores, que somos los que filtramos los contenidos, debemos leer mucho y tener mucho bagaje literario para saber cuál es un buen texto que aporte a la vida de los lectores”, dijo.
También señaló que hay carencias en los procesos formativos de los padres. En el caso de Ratón de Biblioteca se realizan talleres constantemente para que los adultos tengan herramientas que los ayuden a elegir correctamente los textos para sus hijos y así, posteriormente, acompañar de manera acertada e incentivar conversaciones necesarias.
Pilar Gutiérrez, directora editorial de Tragaluz editores, considera que “es una cuestión de acompañamiento más que pensar en límites. La literatura, si es buena literatura, tiene la libertad de tratar todos los temas. Claro que cuando se piensa en el público infantil, sí hay maneras de tratarlos”.
“Quizá la prohibición sea la mejor manera de promover la lectura. Por eso pienso en acompañamiento de los padres y los profesores más que en la censura a escritores o a lectores”, cuenta ella, que además es mamá de una niña de 10 años y ya tiene entre sus planes leer junto a su hija el polémico libro.
Porque la lectura es un trabajo conjunto. No se trata de dejar a los niños solos, sino de estar con ellos. De leer con ellos. Todo un plan.