La música empieza como un sueño, pero se hace realidad de forma casi siempre muy precaria. Se sueña el éxito, el reconocimiento, el dinero, pero muchos encuentran ansiedad, depresión, inseguridad económica, presión y estrés por las redes sociales y el escrutinio del público.
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De ahí, la tasa excepcionalmente alta de músicos que se quitan la vida, en comparación con otras profesiones.
Según el estudio Músicos, industria musical y suicidio: epidemiología, factores de riesgo y enfoques de prevención sugeridos, publicado por el Dr. George Musgrave y Dr. Dorian Lamis en la revista Frontiers of Public Health, en Inglaterra los músicos presentan la cuarta tasa de suicidio más alta de cualquier grupo ocupacional en el país, y son los primeros dentro de las profesiones en el ámbito de cultura. La tasa de suicidio en hombres es un 20% más alta que el promedio masculino general, y en mujeres un 69% por encima de la media. En Estados Unidos encontraron con un patrón similar.
“Si bien la tasa de mortalidad por suicidio ajustada por edad en 2022 fue de 14,2 por 100.000 en la población general, los músicos, cantantes y trabajadores afines masculinos mostraron la tercera tasa de suicidio ocupacional más alta con 138,7 por 100.000, precedidos sólo por los trabajadores madereros (161,1 por 100.000) y los científicos agrícolas y alimentarios (173,1 por 100.000). Entre las mujeres, la categoría ocupacional “Arte, Diseño, Entretenimiento, Deportes y Medios”, que incluye a los músicos, registró la tasa de mortalidad por suicidio más alta en todos los grupos ocupacionales en 2012, 2015 y 2021”, dice el estudio.
Entre los casos más sonados están el de Kurt Cobain de Nirvana, Chester Bennington de Linkin Park, Ian Curtis de Joy Division, la cantante de música country Mindy McCready, Keith Flint de The Prodigy, el DJ Avicii de música electrónica de baile (EDM). Pero la lista es más larga y está llena de músicos mucho menos conocidos.
“El discurso histórico en torno al suicidio de los músicos a menudo ha perpetuado narrativas problemáticas: ya sea normalizando estas muertes como inevitables o mitificándolas dentro de un marco romántico de sufrimiento artístico (...) Sin embargo, la investigación contemporánea sobre los factores de riesgo de suicidio revela una etiología más matizada. Los múltiples factores ocupacionales y psicosociales característicos de las carreras musicales merecen un examen, incluidas las prácticas industriales explotadoras, los trastornos prevalentes por uso de sustancias, la inestabilidad financiera, la mayor exposición a las redes sociales, la ansiedad relacionada con el desempeño, la presión interna por el logro y los patrones de sueño irregulares”, dicen los autores en el estudio.
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La industria de la música resulta cada vez más atractivas. El informe más reciente de Spotify reveló que sólo en 2024, la plataforma pagó $10.000 millones de dólares en derechos de autor, el mayor pago a la industria de la música en un solo año y que casi 1.500 artistas ganaron más de $1 millón de dólares en regalías de la plataforma en ese mismo periodo.
Cifras como estas, que se publican año tras año, hacen parecer el camino al éxito está trazado, que triunfar es una realidad, que solo hace falta seguir el camino correcto que ya tantos han recorrido. Pero la realidad es otra.
“La evidencia empírica sugiere que, más allá de la predisposición individual, estos factores ambientales y culturales impactan significativamente el bienestar psicológico de los músicos. Dada nuestra comprensión de los factores de riesgo de suicidio, todos los que amamos y nos preocupamos por la música deberíamos enfrentarnos a preguntas desafiantes sobre cómo podemos cambiar la cultura de las profesiones culturales. Esto requiere ir más allá de las narrativas reduccionistas del sufrimiento artístico hacia intervenciones basadas en evidencia que aborden los factores estresantes ocupacionales sistémicos”, dicen los autores del estudio.
