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Mabiland se prepara para soplar la primera vela del pastel. No del suyo, sino el de ese universo musical tan personal que plasmó en 1995, esa combinación de dígitos que marcó su llegada, esa sí, al mundo.
Ese, su primer álbum, la puso en el mapa sonoro del país y es a todas luces un debut soñado para un artista independiente, como ella lo confiesa.
Mabely Largacha es su nombre de pila, con el que creció en Quibdó junto a su mamá, su abuela y las voces de músicos potentes de toda clase de géneros. Por el lado del jazz estaban Ella Fitzgerald y Louis Armstrong; el Gran Combo de Puerto Rico y Celia Cruz le brindaban una cuota salsera. Fue su mamá quien la puso en contacto con el hip hop y las rimas de Tupac, luego con la voz sedosa de D’Angelo y con la calma del reggae de Bob Marley y The Wailers.
Pero puertas afuera los sonidos que recibía eran otros. “Me crié en Quibdó y en la calle escuchabas chirimía, que es la música tradicional del Chocó y del Pacífico, salsa, vallenato y reguetón, que en mi niñez y adolescencia empezó a tener un fuerte reconocimiento a nivel latino”, recuerda Mabiland.
Nunca ha sentido que tenga que esforzarse demasiado por conectarse con la música, eso se ha dado de manera natural. Verla en el escenario rapeando y cantando es algo similar a presenciar una fuerza superior y es una de las cosas que mejor sabe hacer.
Llegó a vivir a Medellín en 2013 para estudiar Comunicación Audiovisual en la Universidad de Medellín. Completó ocho semestres y aunque no sabe exactamente cuándo acabará la carrera, tiene claro que lo hará eventualmente. Además quiere profundizar sus conocimientos en música, porque mucho de su aprendizaje ha sido autodidacta y quisiera volverse productora en algún momento.
La travesía de 1995
Mabiland lleva seis años haciendo música, así todavía la encasillen como emergente. Cuando empezó a trabajar en su primer trabajo, después de lanzar el EP Ciclos (2015), supo que a eso quería dedicarse.
“1995 es una pieza completa porque fue pensada como tal. Nada está ubicado en el orden en el que está porque sí, todo va conectado”, repasa.
Sus canciones y la forma de interpretarlas son el hilo conductor para narrar muchos sucesos. Después de una introducción el disco arranca con Instinto Fugaz, en el que se plantea el escenario de una relación que nace, pero que se ubica en esa área sombreada entre la amistad y el amor en pareja.
“Los temas que le siguen describen ese amor que va en detrimento”, como Cuánto Más y ¿Qué tu Quieres? Luego usa la música como vehículo para hablar de experiencias hondas de su vida porque para ella explican lo que derramó con su voz anteriormente. Después se confiesa ante su audiencia para contarle cómo ve el mundo que la rodea y cómo ella en Club de la Pelea, está dispuesta a enfrentar más de una realidad.
A su mamá y su abuela, las mujeres que la criaron, Mabiland les dedicó un espacio en Diciembre del 95, una de las últimas canciones del disco. “Mi lazo con ellas ha sido totalmente matriarcal, amoroso. De respeto y admiración porque la han luchado muy fuerte”.
Las dos matronas viven en Quibdó, “son chocoanas de habitar su tierra”, aunque Mabiland intentó que se trasladaran a Antioquia. A pesar de tenerlas lejos, está feliz porque ambas han aceptado sus decisiones. “Mi mamá es superfan, así que siento que todo salió como debía ser”.
Su éxito llegó como un huracán y este año la llevará a escenarios importantes como el Festival Estéreo Picnic, el Vive Latino en México y el SXSW en EE. UU. Planes hay muchos, pero tiene claro que más que premios y menciones su sueño más grande es “nunca dejar de entender el paso a paso y entenderme en cada momento del proceso, tomar buenas decisiones”.
“Solo puedo agradecerle a la gente por haber entendido lo que quise expresar”, dice. “Por haber aceptado, respetado y sobre todo por darle valor al trabajo porque realmente antes de sentarme a escribir sobre mí, el contexto que me rodeaba, lo que me dolía y lo que sentía en general de la vida, tuve que investigar sobre mí”.
Dejar a Mami, Dejar la U, Crecer, Madurar mi vida y la voz en tarima Empíricamente, a veces era comer o ir a grabar, a veces era dormir o seguir soñando, me propuse cambios en mis habitos, dejé amistades, relaciones y miedos atrás, Todo ha valido la pena, #ThanksGOD ????
— Mabiland (@Mabiland) 26 de enero de 2019