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Colombia escuchará a su primera filarmónica indígena

Ha sido un trabajo entre la comunidad y dos fundaciones, un proceso de formación que apunta hacia un sueño orquestal.

  • FOTO cortesía sebastián bucarey
    FOTO cortesía sebastián bucarey
  • El proceso arrancó hace más de cinco años. Juan José Vélez (izquierda) viajó a México por su buen desempeño en el violín. FOTOS cortesía Música para la paz, José Maxiaz y Sebastián Bucarey
    El proceso arrancó hace más de cinco años. Juan José Vélez (izquierda) viajó a México por su buen desempeño en el violín. FOTOS cortesía Música para la paz, José Maxiaz y Sebastián Bucarey
28 de noviembre de 2020
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Antes las tardes eran “maluquitas”, recuerda Juan José. Podía jugar o estudiar un rato, pero esas horas se hacían tediosas sin la música. Vive en el resguardo indígena Emberá Chamí en Valparaíso, Antioquia. Tiene 14 años y es uno de los pocos niños de su comunidad que tiene su propio instrumento, un violín. Con él ensaya en las tardes, a veces con un amigo que llega a su casa. Juntos tratan de no perder la práctica, de seguir aprendiendo, para que cuando los profesores puedan regresar al resguardo, luego de la pandemia, “decirles que hemos avanzado un poco”.

Antes de llegar al violín, en sus clases, conoció la guitarra, la batería, las congas, pero fue ese el que más le llamó la atención, así en un principio fuera extraño tener que leer partituras y le costara desarrollar la digitación con los dedos.

Durante ocho meses, las clases que antes se dictaban cada ocho días con profesores que pertenecen, en su mayoría, a la Orquesta Filarmónica Metropolitana del Valle de Aburrá, han pasado a ser virtuales. El proceso no es el mismo, dice Juan José, pero sigue acumulando preguntas sobre las partituras y puliendo con las indicaciones que le hacen a la distancia sus maestros.

También se ha vuelto como un pequeño profesor para su hermana Isabella, que apenas tiene 6 años. “Le estoy enseñando lo que es convivir con la música, tenerle ese cariño como se le tiene a un papá o una mamá, ponerle ese amor”, cuenta desde el resguardo. “En la casa le estoy enseñando cómo usar el arco y cómo tener la posición correcta del violín”.

Aprendizajes mutuos

Juan José Vélez es uno de los jóvenes que hacen parte de la Filarmónica Emberá Chamí, que conforman 47 niños de la comunidad, entre los 4 y 20 años y, por lo tanto, se encuentran en distintos niveles de formación musical. Es una iniciativa liderada por las fundaciones Música para la Paz y la Pasión & Corazón, que ha aportado las clases y ha conseguido instrumentos para que los niños aprendan. La gran mayoría no tiene uno propio.

El trabajo con la comunidad, cuenta Rakel Cadavid, cantante, compositora y fundadora de Música para la Paz, se viene desarrollando desde hace 5 años con Música para la Paz, aunque ella ha tenido contacto con ese resguardo desde hace casi una década. Se desarrolló la confianza suficiente para que el resguardo les permitiera realizar programas de iniciación y formación musical para niños y jóvenes.

Se han abierto varias puertas en ese camino. Juan José Vélez y uno de sus compañeros, Yobani Tascón, quien toca el chelo, pudieron viajar a México como invitados a una gira que la Filarmónica Metropolitana tuvo en ese país el año pasado. Las fundaciones los llevaron para premiar su entrega con el estudio de sus instrumentos.

De acuerdo con los estudios previos que han hecho las fundaciones, esta sería la primera orquesta filarmónica indígena en el país. El maestro Alejandro Velásquez, director de la Filarmónica y creador de la Fundación Pasión & Corazón, explica que se sabe de bandas sinfónicas en municipios del país, pero no hay otras orquestas con estas características, es decir, con “instrumentos de cuerda frotada (violín, viola, contrabajo), que son las que le dan su denominación a una sinfónica” más los vientos o maderas, metales y percusión.

Ese cuidado

Pero esta iniciativa no se trata de llegar e imponer una cultura musical a los niños, de hecho uno de los propósitos ha sido “la conservación de las herencias culturales que son tan únicas, autóctonas y auténticas que hacen parte del legado que tenemos como colombianos”, señala Cadavid, quien ha sido maestra de composición musical para los niños de la comunidad.

Juntos han compuesto piezas como La Voz del Jaibaná, una de las favoritas de Juan José, que se creó entre los estudiantes y trata sobre un par de niños que descubren, al verse en el reflejo del agua en un lago, que su alma tiene alas.

“Es importante hacer un trabajo por proteger no solo la herencia musical y los instrumentos sino el idioma y el lenguaje como en la comunidad Emberá Chamí”, añade.

Los niños han hecho parte de procesos de formación más tradicionales y se han acercado a las partituras y a obras “clásicas” europeas, tanto como a otras que hacen parte del folclor tradicional colombiano, pero se ha hecho un proceso por cuidar la tradición musical y cultural Emberá Chamí desde ese encuentro.

Cuenta Cadavid que al dialogar con la comunidad se percataron de que gran parte de esa herencia musical se ha albergado en la tradición oral, “no hay nada registrado, ni melodías en partituras ni letras de canciones escritas ni que estén grabadas”. Desde las fundaciones han querido aportar a que eso no se pierda, buscan maneras para traducirlas a un material físico para que se preserve en el tiempo.

La posibilidad se hizo aún más amplia cuando apareció en el panorama la Fundación Pasión & Corazón. A la cabeza de su director Alejandro Vásquez esta entidad ha tenido la misión de crear orquestas filarmónicas. Se acercaron hace un poco más de dos años con la idea de que la comunidad pudiera tener su propia orquesta.

La práctica orquestal, piensa el maestro Vásquez, es una viva imagen de lo que es la sociedad. “Desde niños nos enseñan a unirnos y luchar por metas en conjunto y esto hace que crezcamos con ese fin de sociedad, así nos dediquemos a la música o no. Ese es el propósito de armar una orquesta sinfónica, no imponer la música occidental, sino por lo que lleva hacer música juntos desde temprana edad”.

Por eso quieren que la filarmónica llegue a interpretar esas obras tradicionales indígenas, “es cómo traducir años de historia en estas melodías que pueden ser interpretadas por una filarmónica”, destaca la compositora, que la orquesta pueda darles una mayor visibilización, algo así como un gran megáfono desde el que se comparta la música: “Que puedan contarle al mundo quiénes son y qué es lo que hacen”.

Hay muchas maneras de apoyar esta orquesta y que pueda adquirir más instrumentos y la indumentaria necesaria a futuro (ver Radiografía). El grupo tiene como plan seguir trabajando para que en 2021 poder presentar su herencia a través de la música.

$!El proceso arrancó hace más de cinco años. Juan José Vélez (izquierda) viajó a México por su buen desempeño en el violín. <span style=text-transform:uppercase>FOTOS</span> <b><span style=text-transform:uppercase>cortesía Música para la paz, José Maxiaz y Sebastián Bucarey</span></b>
El proceso arrancó hace más de cinco años. Juan José Vélez (izquierda) viajó a México por su buen desempeño en el violín. FOTOS cortesía Música para la paz, José Maxiaz y Sebastián Bucarey
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