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Kraken II: la obra maestra que regresa con más fuerza treinta y seis años después

Tras un minucioso trabajo de restauración y remasterización, en los Ángeles, vuelve uno de los discos más emblemáticos del rock nacional.

  • En la imagen los integrantes fundadores de Kraken: Gonzo Vásquéz, Hugo Restrepo y Jorge Atehortúa y el productor Víctor García en videollamada explicando el proceso de remasterización de Kraken II. FOTO Cortesía Codiscos
    En la imagen los integrantes fundadores de Kraken: Gonzo Vásquéz, Hugo Restrepo y Jorge Atehortúa y el productor Víctor García en videollamada explicando el proceso de remasterización de Kraken II. FOTO Cortesía Codiscos
  • En la imagen los integrantes fundadores de Kraken: Gonzo Vásquéz, Hugo Restrepo y Jorge Atehortúa y el productor Víctor García en videollamada. FOTO Cortesía Codiscos
    En la imagen los integrantes fundadores de Kraken: Gonzo Vásquéz, Hugo Restrepo y Jorge Atehortúa y el productor Víctor García en videollamada. FOTO Cortesía Codiscos
  • Pedro Pablo Arias y Hugo Restrepo en la presentación del Kraken II remasterizado. FOTO Cortesía
    Pedro Pablo Arias y Hugo Restrepo en la presentación del Kraken II remasterizado. FOTO Cortesía
28 de septiembre de 2025
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Por Luis Felipe Gutiérrez

*Colaboración especial

En 1989, en La Mota, por aquel entonces un barrio emergente del Belén ―donde vivía con mis padres y mi hermano―, mi amigo Jorge Orlando Velásquez y yo solíamos ir a la casa de Juan Felipe Escobar, otro amigo en común, a pasar tardes interminables jugando Nintendo, especialmente Mario Bros y Caza Patos (Duck Hunt), y gozando de las atenciones que aquella hospitalaria familia nos ofrecía.

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Don Juan Francisco Escobar, padre de Juan Felipe, tenía un alto cargo ejecutivo en Codiscos, posiblemente el sello discográfico más importante en la historia de Colombia. Allí, en su casa, todos los viernes, al final de la tarde, don Juan Francisco llegaba con grabaciones de músicos y artistas de rock que buscaban surgir en la escena local. De modo que, en no pocas ocasiones, Jorge, Juan Felipe y yo tuvimos el privilegio de ser de los primeros en conocer las más recientes grabaciones de bandas como Perseo, Ekhymosis, Juanita Dientes Verdes, entre otros.

―Escúchenlo y me dicen qué tal les parece ―solía decirnos, con una sonrisa pícara, lanzando el casete sobre la mesa como si fuera una pista secreta.

Un de esos viernes, el señor Escobar llegó con un casete que, al escucharlo, nos voló la cabeza: Kraken II (1989), de la agrupación Kraken. Jamás habíamos escuchado algo igual. Conocíamos la agrupación, pero no le habíamos prestado la atención suficiente y casi que habíamos olvidado su trabajo anterior, Kraken I (1987), quizás porque estábamos embebidos en el mundo del hard rock gringo y de la moda arrolladora del glam rock y su sonido empalagoso. Pero Kraken II nos obligó a devolvernos en el tiempo, a repasar su primer disco y a enloquecernos con esta segunda producción.

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Al sonar Los misterios no hablan ―canción que abre el álbum―, seguida de una power ballad como Vestido de cristal, exclamamos: “¡Qué es esto, por Dios!”. Luego, la cara B de la cinta iniciaba con la impactante Camino a la montaña negra, para luego pasar a Palabras que sangran y continuar con una balada dramática como lo es Una vez más. No lloramos por no mostrar debilidad, pero a los tres se nos erizó la piel. Había tanto por decir, que no dijimos nada: dejamos que las canciones lo dijeran todos. Era como estar escuchando una mezcla poderosa entre Iron Maiden y Deep Purple, pero hecho en Medellín, con un estilo lírico único, lleno de misticismo, fuerza y sensibilidad poética.

Los juegos de Nintendo pasaron a ser nimiedades. Fueron meses durante los cuales las reuniones en la casa de Juan Felipe se convirtieron en un intercambio de música con el único objetivo de comparar a las principales bandas del rock mundial con Kraken. Conectábamos la grabadora y nos sumergíamos en un universo paralelo de voces y ritmos de batería atronadoras y riff de guitarras potentes.

―Parce, esto aquí suena tipo Judas ―decía alguno.

―Muchachos, “Camino a la montaña negra” es como una especie de Childern of Damnes ―opinaba otro.

Y así, sin egoísmo alguno, Juan Felipe empezó a compartir esos casetes llenos de sorpresas que su padre nos daba a conocer. Sí: en La Mota la fiebre por Kraken se expandió, de alguna manera, gracias a la familia Escobar. Porque en aquellas noches, cuando Medellín era un rugir de violencia al otro lado de la ventana, nosotros, sin miedo, nos sentíamos parte de algo más grande, como si con cada casete, con cada play, estuviéramos ayudando a construir el sonido del mañana.

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Y aunque los casetes se perdieron, y el Nintendo ya no enciende, todavía hay canciones que me suenan a esos días: a una habitación en penumbra, a tres niños escuchando el futuro en voz baja.

Años después, cuando el mundo se llenó de discos quemados, MP3 y playlists, nunca volví a sentir lo mismo al descubrir una banda. Ese momento en la sala de la casa de Juan Felipe, con un casete TDK, la lluvia cayendo y Elkin Ramírez cantando como si gritara por todos nosotros, quedó tatuado en mi memoria. Fue la noche en que entendimos que la música también podía ser un llamado, un espejo, un grito de libertad.

La restauración de Kraken II: el aporte histórico de Víctor García

En la imagen los integrantes fundadores de Kraken: Gonzo Vásquéz, Hugo Restrepo y Jorge Atehortúa y el productor Víctor García en videollamada. FOTO Cortesía Codiscos
En la imagen los integrantes fundadores de Kraken: Gonzo Vásquéz, Hugo Restrepo y Jorge Atehortúa y el productor Víctor García en videollamada. FOTO Cortesía Codiscos

La capacidad creativa y la calidad musical de Kraken nunca estuvieron en discusión, y tampoco la profundidad de sus letras: poéticas algunas, contestatarias otras. Y es que un día la magia del destino unió a cuatro talentosos músicos para marcar por siempre la historia del rock nacional: Hugo Restrepo (guitarra), Jorge Atehortúa (bajo), Gonzo Vásquez (batería) y el inmortal Elkin Ramírez (voz) consolidaron un sonido que aún perdura y que, como el título de uno de sus álbumes posteriores, ha sido huella y camino, e inspiración para nuevas generaciones de roqueros.

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Sin embargo, entre los aficionados ―y entre los mismos integrantes― siempre quedó el sin sabor de que el sonido de Kraken I y Kraken II estuvo por debajo de la calidad musical de la banda. Durante décadas se habló de la posibilidad de mejorar el sonido. En el entorno del rock local se decía que era imposible lograrlo: que las pistas estaban en muy mal estado, e incluso, que habían desparecido. Por fortuna, nunca fue así.

El tiempo —que todo lo arrasa, pero nunca se queda con nada— puso en el camino al productor musical Víctor García (exintegrante de Nash y artífice de memorables trabajos con Kraken, Ekhymosis, Estados Alterados y Masacre, entre otros). Treinta y seis años después, en sus manos recayó la bandera de un proceso técnico que hoy llena de orgullo a los seguidores del rock nacional. Como un tesoro escondido, las cintas multitrack originales del Kraken II aparecieron años después en las bodegas de los estudios de Víctor: un hallazgo descomunal para la memoria musical de Colombia. Y fue gracias a un minucioso trabajo de restauración y remasterización en Los Ángeles (EE. UU.), dirigido por el propio García y bajo la producción ejecutiva de Dennis Murcia y Fernando López (Codiscos), que esta obra maestra resucitó con una potencia sonora extraordinaria, devolviendo a la vida un legado que parecía perdido en el silencio.

Con Titán, el legado continúa

Pedro Pablo Arias y Hugo Restrepo en la presentación del Kraken II remasterizado. FOTO Cortesía
Pedro Pablo Arias y Hugo Restrepo en la presentación del Kraken II remasterizado. FOTO Cortesía

Elkin, fallecido en 2017, debe estar orgulloso del glorioso puerto al que ha llegado su sueño musical. Bajo el nombre de Titán, el prodigioso talento de Hugo, Jorge y Gonzo — fundadores originales de Kraken— se funde hoy con la energía de nuevas generaciones: Carlos “Gambe” Escobar (ex-Masacre, guitarra rítmica), John “Crow” Cuervo (teclados) y la imponente voz de Pedro Pablo Arias, un verdadero eco de Elkin Ramírez en cuerpo ajeno. Juntos mantienen viva la llama de una historia que se niega a apagarse y que, por el contrario, sigue creciendo en la memoria colectiva como un legado inmarcesible del rock colombiano.

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